Capítulo 676
Capítulo 676
+25 BONUS
El departamento de Tomás estaba en la planta baja, con un pequeño jardín repleto de hierbas y flores medicinales.
Tocaron el timbre y la empleada de la casa salió a abrir.
-¿Ustedes son los alumnos del doctor? Adelante, por favor.
Gracias.
Tomás tenía la tarde libre y acababa de echarse una pequeña siesta.
-Tomás, ¿cómo ha estado últimamente? -saludó Luciana con respeto.
-Muy bien–respondió, sentado mientras sorbía un té–Luciana! Entonces, ¿tú eres su esposo? – añadió, dirigiéndose a Alejandro.
Era sabido en Muonio que Luciana y Alejandro estaban casados, aunque ella no lo fuera pregonando.
-Sí, así es.
-Venga, tomen asiento -invitó Tomás, señalando las sillas frente a él. Alejandro obedeció y se sentó. -Extiende el brazo para que Tomás te tome el pulso–indicó Luciana, apuntando al antebrazo de Alejandro. -Claro, muchas gracias por atenderme, doctor–dijo él, colocando el brazo sobre la mesa.
Tomás cerró los ojos y se concentró, como si contuviera la respiración mientras palpaba cuidadosamente la muñeca de Alejandro. Al cabo de un minuto, los abrió.
-Saca la lengua y enséñamela.
Alejandro lo hizo sin chistar, y el doctor continuó con varias preguntas sobre su estilo de vida, alimentación y horarios de sueño.
-De acuerdo, ya veo -concluyó Tomás-. Luciana, tranquila, ya entendí el caso. ¿El problema es grave? preguntó ella de inmediato.
-Tu esposo está en buena condición física -aseguró Tomás, señalando a Alejandro-. Su estómago no está del todo bien, pero es más un tema de mala alimentación y excesos con el alcohol. Además, gestionando una empresa tan grande, ¿no tienes mucha presión?
-Alejandro guardó silencio un instante y miró de reojo a Luciana.
-Sí, supongo que sí -confesó, sin aclarar que su verdadera tensión provenía de “lo que no lograba en el amor“.
Relajate aconsejó Tomás con una sonrisa-. Muchas dolencias nacen de nuestras propias preocupaciones. Eres joven, no te metas en caminos sin salida.
Mientras hablaba, escribió una receta y se la pasó a Luciana
–Con estas hierbas y algunos tratamientos, el problema debería mejorar. Además, te anotaré algunas ideas de dietas medicinales: la alimentación es lo fundamental.
-Perfecto, gracias, Tomás.
Ve a la farmacia de medicina tradicional, busca a tu compañera, que te dé hierbas de buena calidad.
-De acuerdo, muchas gracias.
Capitulo 676
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-Y tú, Luciana… -agregó Tomás con aire pensativo-, ¿sigues estudiando acupuntura y la base teórica ja medicina tradicional?
Sí, no lo he dejado–respondió ella con una sonrisa. Tal vez no llegue a ser una gran experta en el campo, pero sigo aprendiendo. Siempre es útil ampliar conocimientos.
-Eso está muy bien elogió Tomás. En la próxima, te examinaré con unas agujas, ¿te parece?
-Claro.
Mientras Tomás y Luciana conversaban, Alejandro los observaba en silencio, pero con un orgullo evidente en la mirada. Fuera cual fuera la disciplina, alcanzar la excelencia siempre era admirable, jy él confiaba en que Luciana sería una excelente doctora!
Al salir de los dormitorios del personal de la UCM, se dirigieron al hospital universitario para visitar la farmacia de hierbas. Allí, la colega de Luciana preparó la mezcla recetada por Tomás.
De camino de regreso, Luciana le explicó a Alejandro:
-Al llegar a casa, tendrás que hervir estas hierbas en una olla de barro. Primero, lo dejas a fuego alto media hora y después bajas la flama. En la segunda y tercera tanda, el tiempo debe ser un poco más largo…
–Para, para. -Alejandro arrugó el ceño-. Con tantos detalles, no voy a memorizarlo.
Luciana se quedó en silencio, consciente de que para alguien ajeno a la medicina tradicional podía ser muy
engorroso.
-¿Amy tiene experiencia hirviendo remedios? -preguntó.
-¿Ella? Sabe hacer sopas de maravilla. -respondió Alejandro con desenfado-. Pero, bah, ¿para qué tanto rollo? Se hierve como sea y se toma como salga.
-¿Y eso cómo va a ser? -replicó Luciana, molesta. ¿Te das cuenta de que si no se hace bien, no tendrá el efecto adecuado?
Recogió los paquetes de hierbas con gesto serio.
-Olvídalo, mejor déjame el remedio a mí. Yo lo herviré. Total, en estos días no tengo demasiado que hacer.
Pero enseguida pensó que podría ser un inconveniente:
Mmm… aunque, si yo lo preparo en mi casa, ¿cómo te lo tomarás? ¿Que Simón venga tres veces al día a recogerlo? Sería una molestia…
-Sí, suena algo complicado… -admitió Alejandro.
Capitulo 676
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-Y tú, Luciana… agregó Tomás con aire pensativo, ¿sigues estudiando acupuntura y la base teórica de la medicina tradicional?
-Sí, no lo he dejado–respondió ella con una sonrisa. Tal vez no llegue a ser una gran experta en el campo, pero sigo aprendiendo. Siempre es útil ampliar conocimientos.
-Eso está muy bien–clogió Tomás. En la próxima, te examinaré con unas agujas, ¿te parece?
-Claro.
Mientras Tomás y Luciana conversaban, Alejandro los observaba en silencio, pero con un orgullo evidente en la mirada. Fuera cual fuera la disciplina, alcanzar la excelencia siempre era admirable, ¡y él confiaba en que Luciana sería una excelente doctora!
Al salir de los dormitorios del personal de la UCM, se dirigieron al hospital universitario para visitar la farmacia de hierbas. Allí, la colega de Luciana preparó la mezcla recetada por Tomás.
De camino de regreso, Luciana le explicó a Alejandro:
-Al llegar a casa, tendrás que hervir estas hierbas en una olla de barro. Primero, lo dejas a fuego alto media hora y después bajas la flama. En la segunda y tercera tanda, el tiempo debe ser un poco más largo…
-Para, para. -Alejandro arrugó el ceño-. Con tantos detalles, no voy a memorizarlo.
Luciana se quedó en silencio, consciente de que para alguien ajeno a la medicina tradicional podía ser muy
engorroso.
-¿Amy tiene experiencia hirviendo remedios? -preguntó.
-¿Ella? Sabe hacer sopas de maravilla. -respondió Alejandro con desenfado-. Pero, bah, ¿para qué tanto rollo? Se hierve como sea y se toma como salga.
-¿Y eso cómo va a ser? -replicó Luciana, molesta-. ¿Te das cuenta de que si no se hace bien, no tendrá el efecto adecuado?
Recogió los paquetes de hierbas con gesto serio.
-Olvídalo, mejor déjame el remedio a mí. Yo lo herviré. Total, en estos días no tengo demasiado que hacer.
Pero enseguida pensó que podría ser un inconveniente:
–Mmm… aunque, si yo lo preparo en mi casa, ¿cómo te lo tomarás? ¿Que Simón venga tres veces al día a recogerlo? Sería una molestia…
Sí, suena algo complicado… -admitió Alejandro.