Después de volver de San Andrés, Carlos fue diagnosticado con depresión severa y tuvo que ser hospitalizado para recibir tratamiento.
Durante ese tiempo, muchas personas fueron a visitarlo.
Pero ninguna de ellas fue Luisa.
Cada vez que alguien abría la puerta del cuarto, Carlos contenia la respiración, esperanzado, y miraba fijamente hacia la entrada.
Sin embargo, cada vez bajaba la mirada y los hombros, decepcionado.
Desde que amanecía hasta que oscurecía, nunca llegaba la persona que más deseaba ver.
El corazón de Carlos se retorcía de dolor, y pensaba con desesperación que su Luisa realmente
nunca volvería.
Luisa, sin ti, ¿qué sentido tenía seguir viviendo?
A la hora de la cena, Sofía llegó con el cuidador para llevarle la comida a Carlos.
En el momento en que abrió la puerta, Sofía gritó de repente con fuerza, soltó el termo que llevaba y corrió hacia él.
-¡Carlos!
Sofía lo abrazó de inmediato. ¡Carlos, no hagas algo impulsivo! ¡No me asustes, no seas así!
Apenas había entrado, había visto que Carlos sostenía un cuchillo de frutas en la mano… jy se estaba cortando las muñecas!
Sofía lloraba desconsoladamente.
¡Eres tan tonto! ¿Por qué tienes que hacer esto? ¿Qué es lo
que no entiendes? ¿Cómo esperas que maneje esto? Uuuuuhhhhh…
La sangre tenía las sábanas de rojo, y la muñeca de Carlos tenia un profundo corte del que lat sangre fluia sin cesar.
Carlos tenía la mirada vacía y una expresión ausente; no escuchaba nada de lo que Sofía le decía.
Todo lo que podía pensar era que Luisa lo había abandonado, que Luisa nunca volvería.
El dolor lo asfixiaba, sentia que la vida había perdido todo sentido, que no valia la pena seguir
viviendo.
Dolia tanto, Luisa.
El corazón dolía tanto.
El cuidador, aterrorizado, salió corriendo a pedir ayuda.
Los médicos y enfermieras llegaron rápidamente.
Carlos fue llevado a la sala de emergencias.
Sofía lloraba desconsoladamente en el pasillo.
¡Dios mío! ¡Qué desastre! ¡Carlos, cómo pudiste ser tan tonto!
Luisa acababa de salir del hospital cuando recibió la llamada de Sofía.
Afuera hacia cinco grados bajo cero; Luisa entró en su carro y encendió la calefacción por un momento. En su celular apareció una llamada entrante de un número desconocido.
-¿Hola?
-Luisa, por favor, ven al hospital a ver a Carlos Intentó suicidarse por ti. Apenas logramos revivirlo. El doctor dice que ahora no tiene voluntad de vivir, buu, buu, buu, lo que pasó antes fue mi culpa, te pido disculpas. ¿Podrías salvar a Carlos? ¡El es mi único hijo!
Luisa se quedó inmóvil.
-¿Qué suicidio?
¿Carlos intentó suicidarse?
Luisa parecia no comprender.
No podía relacionar de ninguna manera la palabra “suicidio” con Carlos.
Él no era alguien que pudiera hacer algo así.
Sofía lloraba casi sin poder respirar.
-¿Carlos fue a verte anoche?– Sofía intentó contener el llanto para preguntar.
Si.
De nuevo se escucharon sollozos al otro lado del celular.
-Anoche se desmayó en la nieve. Hoy vine a verlo y apenas entré en la sala lo vi con las muñecas cortadas, intentando suicidarse. ¿Qué le hiciste anoche? ¿Por qué pensaría en suicidarse?
Luisa frunció el ceño. -¿Qué podría haberle hecho yo?