Capítulo 210
Luisa sonrió, Te invito a cenar, nos llevamos bien, no seas cortés conmigo.
Después de todo lo que había sucedido entre Evaristo y Leticia, la relación entre Luisa y Lucía se había estrechado aún más; ahora no solo eran compañeras de trabajo, sino también amigas.
Lucía aún se sentía algo incómoda, Esto… ¿esto está bien?
-Estás de mal humor. Como tu amiga, te invito a una buena cena para animarte, ¿qué tiene eso de malo?
Ella apretó ligeramente los labios, aceptando en su interior la amabilidad de Luísa, Entonces, gracias, abogada Luisa.
―
-Fuera del trabajo no necesitas llamarme así. Hace que nuestra relación parezca distante.
Llámame Luisita, o Luisa, está bien.
Lucía sonrió, -Está bien, Luisa.
Luisa encontró un lugar junto a la ventana para sentarse, -La vista aquí es excelente, se puede ver el paisaje nocturno.
-Um,– Lucía se sentó frente a Luisa con algo de rigidez.
-Ordena lo que quieras comer,– dijo Luisa, pasandole el menú a Lucía.
Lucía hizo un gesto con la mano, -Luisa, tú ordena, estoy bien con cualquier cosa.
Comprendiendo la timidez de la chica, Luisa asintió, tomó de nuevo el menú y pidió varios platos clásicos de carne asada y algunas verduras.
La carne cruda llegó rápidamente, y no necesitaron hacer nada; el camarero se encargó de todo el asado.
Después de que el camarero terminara de asar la carne y la sirviera en el plato, Luisa le agradeció cortésmente y luego le pidió que se retirara.
-Hablemos, ¿qué sucedió?– preguntó Luisa.
Como no había extraños cerca y el ambiente era adecuado, Lucía se abrió, -No es nada grave, solo que hoy la abogada Carina me regañó.
-¿Carina?
-si
Sí.
Carina era la abogada supervisora de Lucía. Luisa no había interactuado mucho con ella, pero había escuchado a colegas hablar en privado sobre cómo Carina tenía un carácter muy volátil; era especialmente amable cuando estaba de buen humor y tendía a desquitarse con sus
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asistentes cuando estaba de mal humor.
Un chico que había comenzado en el bufete el mismo día que Lucía, había sido reprendido por Carina dos veces y luego decidió renunciar de forma tajante.
Aquel chico aún no había aprobado el examen de calificación de abogados y había solicitado un puesto de asistente legal. No necesitaba hacer su pasantía en el bufete, por lo que su decisión de irse fue sencilla. Pero Lucía era diferente; ella ya había aprobado el examen de calificación y había comenzado su pasantía en abril de ese año, por lo que necesitaba completar un año de prácticas antes de poder dejar el puesto.
Eso significaba que no podría irse hasta abril del año siguiente.
Luisa preguntó: -¿Por qué te regañó?
-Había un caso de divorcio con una clienta muy difícil de tratar; comunicarse con ella era especialmente complicado.
Lucía suspiró, con una expresión de preocupación, -Cuando le pedí que proporcionara pruebas, me ignoró, y no cooperaba cuando la llamaba por el celular. La abogada Carina me culpó por no saber comunicarme, y la clienta no estaba satisfecha con la demanda que redacté; constantemente quería añadir una compensación por daño emocional, pidiendo inicialmente cincuenta mil dólares.
-El problema es que su situación realmente no está relacionada con daños emocionales; no solo era injustificable, sino que pedir una cantidad tan alta como cincuenta mil dólares también aumentaría sus costos legales. Le expliqué esto, pero no quiso escuchar y simplemente quería que lo incluyera. Nunca me había enfrentado a una situación así, así
que le pregunté a la abogada Carina, y ella me llamó estúpida, dijo que era una tonta y que no sabía comunicarme.
-Luego, la abogada Carina llamó personalmente a la clienta para explicarle, y lo que dijo fue exactamente lo mismo que yo le había explicado antes. Después, ella misma redactó una nueva demanda, y la clienta seguía insatisfecha y presentó muchas exigencias absurdas.
–Le había dicho a la abogada Carina desde el principio que la clienta era difícil de tratar, pero ella no me creyó, siempre me culpaba por no saber comunicarme. Al final, ella misma se frustró con la clienta y descargó su frustración conmigo, me llamó a su oficina y se desquitó conmigo. Me enojé internamente e intenté explicarle algunas cosas, pero dijo que la estaba desafiando y volvió a regañarme.
Al hablar de esto, Lucía se sintió agraviada y empezó a llorar otra vez.
Luisa sacó algunos pañuelos y se los pasó, -Ya, ya no llores, ¿qué tal si vienes a trabajar como mi asistente? Hablaré con el supervisor.
Lucía levantó la vista de repente, -¿Eso es posible?
Claro, estás haciendo la pasantía en el bufete, no bajo su nombre. Aprender de cualquier
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abogado es lo mismo.
Lucía, al escuchar a Luisa decir esto, sonrió sinceramente, -Gracias, Luisa.
-Vamos, no llores más, sé feliz.
-Sí.
Después de terminar de comer, Luisa se levantó para pagar la cuenta.
Había dado solo unos pasos cuando una pareja se acercó.
-¿Luisa?– El hombre la saludó con una sonrisa en los ojos.
Luisa lo miró, con un destello de confusión en sus ojos, -¿Quién eres?