Capítulo 681
+25 BONUS
Con estas cavilaciones en la cabeza, esa noche Luciana no logró un sueño profundo. Al levantarse, descubrió que los pies se le habían hinchado como bollos.
Al presionar con un dedo el empeine, se formaba un hoyuelo que tardaba en desaparecer. Suspiró: eran los malestares típicos del embarazo que, a medida que avanzaba, parecía complicarse más.
Tras su rutina matinal, Luciana salió de casa. Había quedado con Martina en visitar a su madre. Aprovechó el trayecto para comprar unas mandarinas feas por fuera pero muy dulces por dentro, la variedad favorita de la señora Laura.
La familia de Martina vivía en la parte sur de Muonio, en una zona de casas un tanto antiguas. Habían surgido hace años con un negocio de tamaño mediano, lo bastante para vivir sin estrecheces… aunque últimamente atravesaban dificultades.
Martina salió a abrir la puerta y, al ver a Luciana, exclamó con cariño:
-¡¿Cómo se te ocurre andar en este frío?!
Al mismo tiempo, la jaló con suavidad para que entrara.
-¡Entra, no queremos que el bebé se resfríe!
-¿Marti, quién llegó?
—¡Mamá, Luciana! -respondió Martina con una gran sonrisa-. Trajo tus mandarinas preferidas, ¿te pelo una?
-Encantada–contestó Laura. Luego saludó a Luciana con afecto-. ¡Qué gusto verte! Mira cómo te creció la barriguita… y aun así, te das el tiempo de venir a visitarme.
-No te preocupes -dijo Luciana, quitándose el abrigo y acomodándose en el sofá-. Como no estoy trabajando, solo estaba en casa, y me viene bien caminar un poco.
-Entonces te quedas a comer, ¿verdad?
-¡Claro! ¿Cómo crees que te voy a rechazar la invitación?
-¡Ja, ja! ¡Me parece perfecto!
Luciana se quedó a almorzar con los Hernández y, después de unà agradable charla, decidió marcharse
-Bueno, me voy despidiendo.
-Te acompaño se ofreció Martina, sujetándola por el brazo-. Me quedo tranquila cuando te vea subir al auto.
Así, las dos amigas salieron, caminando despacio hacia la entrada del conjunto residencial. De pronto, oyeron el pito de un auto detrás de ellas.
Martina pegó un tirón suave para hacerse a un lado, al tiempo que protestaba:
-¿Quién pita así en un vecindario? ¡Menuda falta de consideración!
“La doctora Hernández” debe permitirse ver de todo en este mundo -bromeó Luciana, restándole importancia.
El auto pasó junto a ellas, y Luciana echó un vistazo casual para quedarse inmóvil de inmediato.
Martina también lo vio.
-¿Luciana?
Capitulo 681
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-¿Tú también lo viste? -Luciana parpadeó-. Entonces no fue mi imaginación. Era Clara, ¿verdad?
Sí–Martina asintió varias veces- Pensé que me había equivocado, pero se ve que no.
-Qué raro… -murmuró Luciana-. ¿Qué hace Clara por aquí?
Intentó encontrar una explicación. Tal vez Clara Herrera tenía algún familiar o conocido en la zona, pero no recordaba ninguno. Y lo más sospechoso era que no estaba sola.
-Oye, ¿ese hombre que manejaba el auto, lo conoces? -preguntó Martina-. ¿Será pariente de los Herrera, o uno de los Soler…?
-De los Herrera, no–respondió Luciana, sacudiendo la cabeza-. Hasta donde sé, Clara no tiene familia, perdió a sus padres hace tiempo, y se casó con los Herrera sin nada que la respaldara.
(Entre las amantes que llegan a ser esposas, Clara resultaba toda una “inspiración“, al menos en la forma en que se consolidó.)
-Bueno, tal vez sea un amigo -arriesgó Martina.
-No lo sé —dijo Luciana con un ademán-. Y en realidad, ¿qué más da? No es cosa mía.
-Cierto.
Al llegar a la entrada, Martina la ayudó a subir al auto, no sin antes recordarle:
-¡Mándame un mensaje cuando llegues a casa!
-Sí, descuida. Luciana agitó la mano desde la ventana mientras el vehículo se alejaba.
En su mente seguía rondando la idea de Clara y aquel hombre desconocido. ¿Lo conocería Ricardo? En cualquier caso, él seguía en la UCI, sin fuerzas para conversar demasiado. Además, era un asunto familiar ajeno, y a Luciana no le gustaba entrometerse.
Cuando regresó a su apartamento, decidió tomar una siesta. Se acomodó sobre la cama, puso un cojín suave a la altura de sus pies para aliviar la hinchazón.