stacionamiento subterráneo.
Sergio, llevando consigo un aire de frialdad, abrió la puerta del copiloto del Cullinan y se sentó. -Andrés, he completado las tareas que me asignaste. Luisita aceptó los bolsos y el carro.—
Andrés, con sus dedos largos apoyados en el volante, dejó que su nuez de Adán rodara visiblemente. -¿Ella sospechó algo?
Sergio respondió con honestidad: -Sí, me preguntó si el carro lo habías comprado tú. Pero junto con Fernanda logramos engañarla. Luisita confía mucho en Fernanda, no debería pensar
más en ello.
Andrés emitió un sonido grave con un tono cargado.
En ese momento, Sergio no supo qué más decir. Andrés miraba fijamente al vacío, perdido en sus pensamientos, y el silencio en el carro era tal que se podía oír el sonido del aire
acondicionado.
Sergio sabía que estaba pensando en Luisa nuevamente, así que con inteligencia guardó silencio, evitando hacer cualquier ruido que pudiera molestarlo.
Después de un rato, Andrés finalmente dijo: -Realmente quiero verla.
Sergio: …
-Espera un momento.- Sergio sacó su celular. Voy a tratar de ayudarte.
Sergio llamó a Fernanda.
-Hola, Fernanda, justo cuando entregué el carro a Luisita noté que no se sentía muy bien, se veía desanimada. Me preocupa que pueda enfermarse. Mañana es sábado y no trabaja, ¿por qué no la invitas a salir esta noche para consolarla?
Fernanda, al otro lado de la línea, lamentó: -Ay, Luisita ama tanto a Andrés, ¿cómó va a olvidarlo tan pronto después de romper? ¿Por qué ella tiene que sufrir tanto mientras Andrés puede actuar como si nada hubiera pasado, saliendo con una actriz? ¡Ustedes los hombres son criaturas frías y despiadadas!
Sergio, sin pensarlo, miró a Andrés.
Él había perdido peso visiblemente en este tiempo.
Tenía sombras bajo los ojos, claramente había pasado varias noches sin dormir bien.
Andrés sentía un amor por Luisa que, aunque era desconocido para los demás, Sergio lo veía con claridad. Siendo amigo cercano de Andrés durante tantos años, era la primera vez que lo veía tan entregado a una mujer. Normalmente era una persona calmada y reservada, pero después de la ruptura, casi caía en depresión.
Capitulo 219
A pesar de ser un hombre apasionado, se había visto forzado a interpretar el papel del “mal hombre“, una situación que incluso a Sergio, como espectador, le resultaba difícil de
presenciar.
Sergio continuó hablando con Fernanda, quien mencionó que planeaba invitar a Luisa a tomar algo.
Con fingida inocencia, Sergio preguntó: -¿A que bar van? Iré más tarde a recogerte.
Fernanda, sin pensarlo demasiado, reveló el nombre del bar.
—Está bien, acompáñala bien esta noche, iré por ti más tarde. Y no bebas demasiado, no querrás acabar con dolor de cabeza y de estómago
-Ya, ya, lo tengo, no seas pesado.
Tras colgar el celular, Sergio encogió los hombros. -Listo, saldremos hacia el Bar Noche en veinte minutos.
Luisa originalmente no tenía planes para la noche; pensaba cenar en casa y ver algo de televisión antes de dormir.
Poco después de cenar, recibió una llamada de Fernanda, quien la invitaba a salir a beber.
Durante el día, Luisa trabajaba incansablemente, esforzándose por mantenerse ocupada, ya que era la única manera de no pensar en Andrés.
Pero por las noches, la añoranza crecía descontroladamente, haciéndola sentir tan oprimida que le costaba respirar.
Un desamor era como una gran enfermedad incurable, sólo aliviada temporalmente por el alcohol.
Luisa necesitaba desahogarse.
El McLaren blanco se desplazaba a través de la neblina invernal como un fantasma.
Había muchos autos de lujo en el estacionamiento exterior del Bar Noche.
Luisa lanzó las llaves del coche al valet y subió los escalones con sus tacones de piel de cordero, dirigiéndose hacia el interior del bar.
A las once de la noche, la vida nocturna apenas comenzaba; el bar estaba lleno de gente, las
luces parpadeaban y la música estridente llenaba el aire. Muchas personas bailaban en la pista central, hombres y mujeres que buscaban diversión se movían al ritmo de la música, disfrutando del momento.