Helena Alpha 3

Helena Alpha 3

Otra vez en el infierno

1007 Words
En el camino de regreso, Ricardo conducía el coche, mientras Ella y Helena conversaban en el asiento trasero. Ella no quería apagar el brillo que comenzaba a surgir en los ojos de Helena, pero no tenía elección. Helena tenía solo 19 años, pero ya había sufrido demasiado a manos del canalla que fue su hermano. Suspirando, Ella comenzó: —Helena, necesito contarte algo. Quiero que sepas cuánto lo lamento. —Ella, me estás asustando… —Sabes que, en nuestro mundo, las mujeres jóvenes no permanecen solteras por mucho tiempo, ¿verdad? Al escuchar eso, el color del rostro de Helena desapareció, y las lágrimas comenzaron a rodar. —Ella, mi padre prometió que no me casaría otra vez. ¡No después de todo lo que sufrí a manos de tu hermano! ¡No merezco pasar por eso de nuevo! ¡Ninguna mujer merece eso! Nada ni nadie me hará pasar por eso otra vez. ¡No me casaré de nuevo! —Helena, lo siento muchísimo, pero ni siquiera tu padre puede decidir eso por ti. Ni tú misma… Ya te has casado. Helena rió, una risa histérica e incrédula. —¡Eso es imposible, Ella! ¡No me he casado con nadie! Pero, en el fondo, sabía que, en su mundo, eso era muy posible. —Firmaste algunos documentos justo después de la muerte de mi hermano, ¿no los firmaste? —Sí… los firmé. Oh, Ella, ¿cómo pude ser tan idiota? Helena comenzó a llorar, la respiración fallando entre los sollozos. —Prefiero la muerte. Me mataré antes de dejar que otro hombre me toque de nuevo. —No puedes —dijo Ella, con la voz fallando—. Él me mandó darte un mensaje: si encuentras alguna manera de librarte de este matrimonio, tu hermana tomará tu lugar. —¡Oh, Dios, Ella! Ella aún no ha cumplido 16 años… ¿Qué tipo de hombre sería capaz de forzar a una chica, casi una niña? —No lo sé. Los hombres de nuestro mundo tienen un sentido extraño del honor y la moral, Helena… Lamento ser la portadora de esta noticia, pero pensé que era mejor que yo te lo contara a que lo hiciera él. En ese momento, un escalofrío recorrió el cuerpo de Helena. Ella ni siquiera necesitó decir el nombre. Ella ya lo sabía. Estefano. El hombre que, una vez más, le había robado su libertad. El hombre que volvería a transformar su vida en un infierno. Si Otávio había sido capaz de subyugarla, Estefano la reduciría a polvo. —¿Cuándo debo unirme a él? ¿Tengo al menos una noche más de paz? —preguntó Helena, sollozando. —No lo sé. Creo que no. Durante el resto del camino, Helena se preguntaba qué había hecho para que el destino fuera tan cruel con ella. ¿Qué hacía que ella no tuviera derecho a mantener su cordura, su cuerpo libre de cicatrices? Cuando, por fin, el coche se detuvo en el lugar que dejaría de ser su hogar en breve, Helena se despidió de Ella y bajó. Pero, al mirar al frente, allí estaba él. Su pesadilla en forma de hombre. Estefano vestía de n***o de pies a cabeza. Sus facciones eran duras como piedra, el rostro impasible, sin mover un solo músculo. La cicatriz en la mejilla lo hacía aún más aterrador a los ojos de Helena. Ella aún lloraba. No los sollozos desesperados del coche, sino un llanto silencioso, el de una mujer que sufría y temía al hombre frente a ella. Sin decir nada, Estefano abrió la puerta del coche e hizo un gesto para que ella entrara. Helena, que había aprendido a duras penas a obedecer, entró sin mirar atrás. No se preocupó por sus pertenencias, su ropa, sus objetos personales. Nada de eso tenía más sentido. Ya no importaban las cremas para el cabello que compró después de tres años. Ni la ropa nueva. Ni la caja de chocolates que, por primera vez, pudo entrar a la panadería y comprar. Ahora, el hombre que conducía ese coche también dirigiría su vida. Quedaba por saber si él era tan malo como Otávio… o peor. Solo de pensar en la noche que la esperaba en los brazos de Estefano, se le erizaba el alma. No lo encontraba feo, pero lo temía desde la primera vez que lo vio. Cuando el carro se detuvo, Helena deseó con todas sus fuerzas estar muerta. Se sentó en el suelo del vehículo y se acurrucó. Sabía que no valía la pena. Él la sacaría de allí con facilidad, pero ella simplemente no tenía fuerzas para salir. Oyó que la puerta se abría. Sintió su presencia. Sabía que él estaba parado allí, esperando. Pero permaneció acurrucada, una bola humana. Sabía que era una visión ridícula para el hombre que la observaba. Pero, Dios… ella sentía tanto miedo. Solo quería que él la devolviera. Fue sacada de sus pensamientos por su voz. Una voz ronca. Intensa. —Levántate de ahí. No suelo decir las cosas más de una vez, niña. Hazte un favor a ti misma y evítanos problemas. Al oír eso, Helena se obligó a levantarse. Fue rápidamente empujada hacia dentro de la casa. Pasó por la propiedad sin notar nada. Sus ojos estaban ciegos a cualquier detalle alrededor. Solo cuando llegó a una sala, se sentó en el sofá. Se acurrucó una vez más. Estefano la observaba. ¿Qué tipo de vida habría llevado en estos últimos años para reaccionar así? Incluso en las circunstancias en que se encontraban, ella lo temía demasiado. Él sabía que era intimidante. Pero esa reacción… Esa mujer parecía alguien que huía de un monstruo. Estefano soltó un largo suspiro y decidió salir de la casa. No quería perder la paciencia. Ni hacer algo de lo que pudiera arrepentirse después. Helena permaneció acurrucada en el sofá. Cuando se dio cuenta de que estaba sola, tomó una manta y se envolvió. Lloró hasta no tener más lágrimas. La extenuación la venció. Y finalmente, se durmió.
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Score 9.9
Status: Ongoing Type: Native Language: Spanish
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