Pánico de nuevo
627 Words
Helena pasó la mañana en casa, estaba sola y aprovechó para tomar un baño prolongado. Una vez más, se vio forzada a ponerse una camiseta de Estefano. Había lavado el vestido amarillo, aquel con el que había llegado, pero sabía que necesitaba encontrar una manera de conseguir más ropa. Con valentía, llamó a su marido. Solo de pensar en él de esa manera, su corazón se aceleró. En el tercer tono, Estefano contestó. —Helena, ¿pasó algo? —En realidad, no. Pero no puedo seguir usando tus camisetas. Quisiera poder recoger mis cosas. Escuchó un largo suspiro. Cuando él respondió, su voz estaba más ronca de lo normal. —No te quiero en esa casa nunca más. Y no vas a usar nada que haya sido comprado con el dinero del idiota de tu difunto marido. ¿Fui claro? —Sí. Helena sintió ira, no podía seguir como estaba y colgó el teléfono en su cara. Justo cuando se dio la vuelta, el teléfono volvió a sonar, pero ella simplemente lo ignoró. Preparó el almuerzo, se sentó a la mesa y comió tranquilamente, casi se sintió en casa, casi se sintió segura. En el preciso momento en que terminó de organizar la cocina, Estefano apareció en la puerta. Esta vez, no sintió miedo, no sabía explicar el motivo, pero lejos del cuarto se sentía más valiente. —¿Por qué no contestaste el teléfono? —Porque no quise. Estefano soltó una risa, ella esperaba cualquier reacción, menos esa. —Helena, ¿estás perdiendo el miedo de mí, pequeña? Eso es bueno. —¿No quieres que te tenga miedo? Sería más fácil controlarme. —No me gustan las mujeres fáciles. Y, respondiendo a tu pregunta, no deseo que me temas, ya recibo eso en la calle. Prefiero controlarte de otras maneras, en la cama, por ejemplo. Fuera de ella, puedes incluso enfrentarte a mí, siempre que no te atrevas a abofetearme como la otra vez. La expresión de Helena cambió. —Nunca recibirás violencia de mí, pero quiero lo mismo a cambio. Estefano se dio cuenta de que la palabra cama nubló los ojos de Helena, ella tenía un miedo extremo de él en el cuarto, era allí donde había sido humillada y golpeada por su ex marido. Tal vez, si él se acercaba a ella fuera de él, podría hacer que bajara la guardia. —Arréglate, vamos a comprar ropa para ti. Maldición, ese vestido amarillo me va a volver loco. Con ella lista, fueron en coche hasta la calle principal de la ciudad. Cuando se bajaron para caminar, Helena siguió adelante, pero fue detenida por Estefano, que tomó su mano. Ella se sorprendió, nunca había caminado tomada de la mano con nadie, nunca imaginó que un hombre como él haría eso, y menos frente a los dos soldados que los seguían. —Eres mi esposa, vas a caminar conmigo, como tal. Ella intentó soltar la mano, pero él apretó ligeramente los dedos sobre los de ella. —Tranquila, pequeña. Estamos en la calle, no podemos ir más allá. Entraron en varias tiendas, compraron ropa, zapatos, bolsos, pendientes, Helena obtuvo un guardarropa completo. Mientras caminaban, pasaron por un árbol. Fue en ese momento que él la abrazó. Helena intentó soltarse, pero Estefano no lo permitió. Él la sujetó y la besó. En el primer momento, ella no reaccionó, luego, sin darse cuenta, comenzó a corresponder, y cuando se dio cuenta de lo insensato, ya era tarde. Se soltó y una vez más lo abofeteó, como la otra vez se dio cuenta demasiado tarde de lo insensato que había sido. Fue arrastrada dentro del coche. Estefano salió haciendo chirriar las llantas. En ese instante, Helena tuvo la certeza de que, esta vez, su acto tendría consecuencias.