¿Libertad?
+8 Puntos
¿Libertad?
Dentro del coche, Helena comenzó a entrar en pánico. No debería haberlo abofeteado, mucho menos delante de los soldados, pero él tampoco debería haberla besado. Cuando el coche se detuvo en el garaje, ella quería correr, pero sabía que no tenía a dónde ir.
Cuando Estefano bajó, tuvo la esperanza de que él rompiera todos los muebles de la casa, como había hecho en el cuarto. Pero, en vez de eso, él la sacó del asiento del pasajero, y ella comenzó a suplicar. Con Otávio, eso no serviría de nada, pero tal vez con Estefano sirviera para calmarlo.
-¿Le diste una bofetada al idiota de Otávio? -preguntó él, sacudiéndola. -¡Responde, Helena! ¿Alguna vez lo abofeteaste?
Helena se vio obligada a responder:
-No, nunca,
-¿Y por qué diablos crees que puedes abofetearme en la cara siempre que te da la gana? ¿ Quieres que te trate como Otávio te trataba? ¿Es eso? ¿A veces te gustaba ser maltratada y violada? Quién sabe, si hago eso, quizás empieces a respetarme.
Helena estaba apoyada en la pared con los ojos cerrados, pero al escuchar las palabras del
hombre que ahora era su marido, los abrió. Estefano vio el horror en su mirada y se dio cuenta
de que había ido demasiado lejos. Ella no merecía escuchar eso, pero él no era un hombre
que aceptara que una mujer le pegara en la cara.
-¿Sabes por qué no recibiste otra bofetada ahora? Porque no estaba lo suficientemente
cerca.
Ella lo miró, la respiración acelerada.
-¡Viste lo que el desgraciado de Otávio me hacía y nunca me ofreciste ayuda! Me veías salir del cuarto morada, mientras estabas sentado en la puerta del cuarto de Ella, ¡y nunca lo impediste! ¿Ahora vienes a decirme que me gustaba? ¡No tenía a nadie que me socorriera! Mi padre dejó claro que no le importaba, el padre de Ella tampoco. Si me escapaba, no tendría a donde ir, y Otávio me haría volver, ¡y sería aún peor! -Su voz se quebró, quebrada-. Cada vez que me mirabas desde esa silla, parecía que admirabas lo que él hacía. Lo que te hacía quedarte alli era verme salir hecha pedazos y sangrando. Algunos días ni siquiera podía sentarme a la mesa de lo dolorida que estaba. ¿Y qué hiciste tú? ¿Tú, que podrías haberlo
enfrentado?
1/3
< ¿Libertad?
+8 Puntos >
Helena se acercó a Estefano y lo abofeteó una vez más. La fuerza hizo que Estefano girara el rostro, pero él no reaccionó. Como no obtuvo respuesta, le pegó del otro lado. Ella quería que él respondiera, así podría odiarlo. Ya estaba herida, ya odiaba al difunto marido desde hacía
tanto tiempo que no sabía qué hacer con ese sentimiento.
A pesar de todo, Estefano no movió un músculo para atacarla. Al contrario, hizo lo que nunca
había hecho en su vida, ni siquiera cuando estuvo una semana en manos de una organización
rival: se arrodilló frente a ella.
-¿Me perdonas, pequeña? Por todas las veces que tu cuerpo fue violado y yo no estaba allí.
Por no haber detenido a Otávio a tiempo. ¿Me perdonas?
Helena no respondió, pero se lanzó a sus brazos. Necesitaba sentirse segura. Estefano se quedó allí, sosteniendo a la mujer que ahora era suya. Sentía la necesidad de hablar.
-Antes de que el jefe se casara, Otávio pasó unos días lejos. Tuve que ver con eso. Fue la
primera vez que no cumplí una orden directa. Y aún abandoné mi puesto para darle una
lección.
Helena levantó el rostro, confundida.
-¿Cómo es eso?
Él la miró, evaluando su expresión.
-Respóndeme una cosa: ¿él volvió a tocarte después de la boda de Ella?
Helena dudó por un momento, pero respondió:
-No. Pero las palizas empeoraron. Aun así, estaba agradecida de no tener que satisfacerlo. ¿
Cómo sabes eso?
-Lo castré, Helena -La voz de Estefano era fría-. Pero quería restregárselo en la cara que fui yo, pero no podía. Él murió sin saberlo.
Helena abrió los ojos.
-Prometo que nunca más te besaré a la fuerza. No pensé que reaccionarías tan mal. Te deseo, pequeña, hasta que duele. Nunca sufrí tanto como cuando te vi en los brazos de ese desgraciado. ¿Algún día me aceptarás? Quiero un matrimonio real, sentir tu sabor.
Estefano acercó sus labios a su cuello, inhalando su aroma. El contacto inmediato lo hizo
estremecerse. Maldijo en voz baja, pero ella lo escuchó. Se movió y notó el bulto en sus pantalones. Helena se alejó, aterrorizada.
-Tranquila, está todo bien -dijo él, tratando de calmarla.
2/3
< ¿Libertad?
-Tú estás…
48 Puntos >
-Lo sé. Acabo de decir que te deseo. Pero también dije que no fuerzo a las mujeres. Solo te tocaré cuando lo permitas.
0
-¿Y si nunca lo permito?
Su mirada se endureció.
-¿Hablas en serio? Respóndeme una cosa: ¿te parezco repugnante?
-No. Te encontraba intimidante, me moría de miedo de ti. Pensaba que me forzarías.
Constantemente pensaba que una paliza tuya me desfiguraría.
-Nunca quise dar esa impresión. No me gusta intimidar a las mujeres. Pequeña, ¿me dejarás
tocarte, verdad? No ahora ni mañana. Pero no soy de hierro. Hace tres meses que no me he
satisfecho. No veo la hora de estar contigo.
Helena se levantó, perturbada.
-Tengo sueño. Voy a darme un baño y acostarme. Hay comida en el horno -Y corrió.
Poco después, al bajar a beber agua, vio a Estefano en el mismo lugar. Él se estaba masturbando. Helena se quedó paralizada. Nunca había reparado en la extensión de un hombre. Cuando él notó su presencia, ella corrió, con lágrimas en los ojos. Él quiso ir tras ella,
pero esperó a calmarse antes.
Llamó a la puerta del cuarto, pero Helena no abrió. Decidió no insistir. Se acostó en el sofá de
la sala.
39