Sin escape
Helena, antes de despertar, sintió el pecho ancho y duro en el que estaba acostada. Tardó en
darse cuenta de lo que realmente estaba sucediendo. Cuando se dio cuenta de que había
dormido sobre el pecho de Estefano, intentó levantarse de inmediato, pero unas manos fuertes la sujetaron. Ella comenzó a luchar, y Estefano la soltó.
-Helena, ¿quieres volver a casa de tu padre?
-¿Cómo?
-Pregunté si quieres volver a casa de tu familia, no voy a mantener a una mujer en mi casa que no me quiere, no me permite tocarte, y no soy de hierro. Si no quieres quedarte, está bien.
-Prefiero ir a vivir con mi abuela, en Italia, no perdono a mi padre por no haberme sacado de las garras de Otávio.
-Tienes dos opciones, o te quedas aquí o en casa de tus padres. Incluso si sales de aquí, seguirás siendo mi mujer. Si alguien te toca, morirá, y siendo tan bonita como eres, no pasará mucho tiempo antes de que algún pijo se aventure a probar suerte contigo, y me veré obligado a cortarle las partes y obligarle a comérselas. Y si permites que alguien toque lo que
ti para que sepas de lo que es
capaz un hombre enamorado. Helena, la decisión de quedarte o irte es tuya, pero te doy un aviso: si te quedas aquí es como mi mujer, y como tal, te quiero en mi cama, quiero poder
hundirme en ti de la manera que yo quiera, no aguanto más esto.
me negaste, me veré obligado a destripar al gusano xe o irte es tuya, pero te doy un
Helena miró de manera profunda al hombre de rostro marcado que ahora era su marido. Había escuchado cada palabra que él había dicho, pero lo que quedó marcado fue la palabra enamorado. Otávio siempre decía que la odiaba, es decir, antes del matrimonio decía cosas bonitas, pero solo antes, después era un monstruo. Pero Estefano dijo que estaba enamorado incluso estando casado, y a pesar del miedo y los amargos recuerdos, Helena sabía que necesitaba seguir viviendo, y no podía volver a casa de sus padres. Su padre estaba corroído por el odio y el placer de mandar, había perdido la cuenta de cuántas veces había dormido con el estómago vacío o con el rostro ardiendo por haberlo desafiado. Le quitaba la comida y le abofeteaba el rostro, pero como esposa de Estefano durante esos cinco meses, nunca había recibido una bofetada y siempre había tenido libertad para comer y beber lo que quisiera. Aunque era duro y un asesino de la mafia, al menos no la violaba ni golpeaba como
Otávio.
-Piensa en lo que quieres y dame la respuesta.
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< Sin escape
-No necesito pensar.
-Pues bien, ¿cuál es tu decisión, pequeña?
48 Puntos
-Primero, quiero que me respondas una cosa: ¿Dijiste que estabas enamorado de mí?
Estefano vaciló la mirada cuando escuchó eso, ni él mismo había percibido que había
confesado el amor que sentía por ella,
—Dije, Helena, recibí una bala en el pecho, sobreviví para poder tenerte. Era un infierno saber
lo que sufrías a manos de Otávio, mi deseo era entrar en esa habitación y despellejarlo vivo, pero eso sería traición al jefe y si simplemente hubiera fingido una muerte para él, serías dada
a otro, y habría rozado la locura, créeme.
-Me quedo, siempre y cuando prometas no levantarme la mano jamás…
-No le pego a las mujeres, ya te lo dije, pero te quiero en mi cama. No renuncio a eso.
-¿Por qué me deseas tanto en ella? Si piensas que sé satisfacer a un hombre, estás equivocado. Mi relación con Otávio consistía en ser forzada por él, al principio intentaba escapar, incluso llamaba a mi familia y decía que era maltratada, pero cuando me di cuenta
de
que estaba por mi cuenta, simplemente cerraba los ojos y rezaba para que terminara
pronto,
Estefano gimió como si sintiera dolor.
-Es horrible escuchar eso, no soporto saber que estuviste con otro, y más aún contra tu
voluntad. Helena, entonces tenemos un acuerdo, ¿te quedas y eres mía?
-Lo tenemos claro, pero no va a suceder hoy, ¿verdad?
-No lo sé, lo que sé es que quiero un beso, sin que sea forzado, y sin recibir una bofetada después, ven aquí a darme un beso, Helena. Prometo que ahora es solo eso lo que quiero, me apoyaré en esta pared y me quedaré aquí esperando.
Helena hizo un esfuerzo enorme para caminar hacia el hombre que era su marido y le estaba
prometiendo ser bueno con ella, cuando llegó hasta él, era como si nunca se hubiera
acercado a un hombre, se quedó allí parada sin saber cómo actuar.
-Bésame, Helena, no te voy a morder
Helena entonces se puso de puntillas y acercó su rostro al de él, pero Estefano fue más
rápido, la rodeó por la cintura. La besó de manera suave, pero firme, era el beso de un hombre
que toma posesión de la mujer que le pertenece.
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<Tinieblas
48 Puntos>
Tinieblas
Después del beso que intercambiaron, Estefano siempre encontraba una manera de acercarse
a ella, cuando salía o llegaba de la calle siempre la besaba. Algunas veces ella incluso
pensaba en esquivarlo o repelerlo, pero recordaba el acuerdo que hicieron, el miedo irracional
que sentía había disminuido, pero cuando recordaba lo que vivía con el difunto marido, un
escalofrío la recorría, no dejaba de comparar el tamaño de Otávio y Estefano. El primero era
bajo, no era un hombre que la gente temiera solo de mirar, pero Estefano era extremadamente
alto, varonil e inspiraba miedo, cada vez que era forzada por Otávio sentía dolor durante días,
algunas veces incluso sangraba. No dejaba de pensar que moriría de dolor el día que
Estefano decidiera finalmente consumar el matrimonio.
Helena estaba organizando el cuarto cuando Estefano entró en casa, estaba despeinado,
tenía un corte que sangraba en el brazo y estaba sin camisa, se quedó sin saber qué hacer, él
se acercó y ella vio oscuridad en su mirada, lo empujó, a pesar de que sus brazos ni siquiera lo rozaban en el fuerte pecho del marido. Él retrocedió algunos centímetros, su mirada parecía dos pozos profundos y oscuros. Se acercó a ella con tal agilidad acorralándola contra la
pared, era como si fuera otra persona, en todos esos meses nunca lo había visto tan perturbado. Él la apretó contra su cuerpo, rodeándola por la cintura.
-Hoy te hago mía.
Hasta su voz estaba más ronca de lo
ormal, ella llevaba una falda que le cubría hasta la
rodilla y una camiseta sin mangas blanca. Parecía más joven de lo que realmente era, la falda
fue arrancada con un simple tirón, eso elevó el miedo de Helena a niveles extremos.
-Estefano, por favor, no de esta forma. Estás perturbado.
Le golpeó el pecho, pero él ni se inmutó. El pequeño balde con agua que ella usaba para
ayudar en la limpieza del cuarto estaba aún sobre la mesita de noche, y ella hizo lo único que
se le ocurrió. Tomó el agua y la arrojó en su rostro, la mano de él sobre su cuerpo se detuvo
inmediatamente, pero su respiración se aceleró y el apretón se intensificó.
-Por favor, prometiste ser bueno conmigo,
Él hizo un ruido en su oído, era como un gruñido, y su mano comenzó a pasear por el cuerpo
de Helena, ella empezó a llorar, rezando para que él se detuviera.
-Si no quieres, mándame parar. No fuerzo a mujeres, mucho menos a la que amo, sí te amo
pequeña, pero verte repeliéndome de esta manera me desquicia. Hice cosas horribles hoy,
estoy al límite de perder el control.
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< Tinieblas
+8 Puntos >
Mientras hablaba él continuaba tocándola, mientras Helena intentaba a toda costa liberarse
de él, pero sin éxito.
-Suéltame, por favor.
Pero él la arrastró a la cama.
-Estefano, ¿qué vas a hacer? Por Dios así no, me vas a lastimar, prometiste que serías
bueno.
Él había vuelto al mundo de tinieblas de minutos anteriores.
Ella no sabía qué hacer.
-Estefano, ¡PARA!
Ella gritó y él se detuvo inmediatamente, como un comando, era eso, era eso.
-Perdón -él dijo apoyando su cabeza en la de ella y gimiendo profundamente-. Me voy a dar
un baño y luego vamos a conversar.