Charla en el jardín
Helena se sintió oprimida y acorralada emocionalmente dentro de aquella habitación, entonces corrió hacia el pequeño jardín que estaba en la parte trasera de la casa, le gustaba mirar las plantas y los contornos de la piscina incompleta. Tenía miedo de que él prosiguiera, en realidad el pánico que sentía hacia él había vuelto, y estaban yendo tan bien, ¿por qué tenía que agredirla? Estaba perdida en sus pensamientos cuando él llegó por detrás y la abrazó, ella intentó soltarse, pero él no lo permitió.
-Está todo bien pequeña, la mayor parte de la oscuridad ya pasó, y necesito contarte cosas que nadie nunca supo. Ven a sentarte conmigo. Quiero pedirte perdón una vez más por lo que pasó en la habitación, te prometí que nunca te forzaría y no lo haré, solo seguiré adelante cuando me lo permitas.
Helena continuó callada, además del miedo estaba dolida.
-Hoy las cosas fueron tensas, hice cosas de las que no me enorgullezco, en esos momentos el hombre que conoces desaparece. Pero no es sobre eso de lo que quiero hablar. Quiero que entiendas cómo fui criado para entender que necesito ajustarme. Crecí en un barrio
desfavorecido, asqueado con tanta suciedad y promiscuidad, mis padres eran horribles, más precisamente masoquistas.
-¿Qué son masoquistas?
-¿Nunca has oído esa terminología pequeña?
-No, fui educada en casa, y mi padre nunca me permitió acceso a internet, solo tuve profesoras mujeres.
-Básicamente, son personas que basan sus relaciones sexuales en el dolor, para tener placer necesitan sentir o infligir dolor, o ambas cosas.
Por el cuerpo de Helena recorrió un escalofrío. No soportaría si Estefano fuera igual. Él percibió su miedo.
-No soy así, al menos ya no.
-¿Qué quieres decir con eso?
-No quiero mentirte, así que no voy a responder eso ahora, solo necesitas saber que nunca te haré daño en la cama, ni fuera de ella. Crecí viendo a mi padre golpear a mi madre, ella no tomaba ninguna actitud, primero porque nuestras condiciones eran deplorables, después ella tenía un placer sórdido en agredir y ser agredida, esas sesiones casi siempre terminaban en
<Charla en el jardin
+8 Puntos >
sexo y la mayoría de las veces frente a mí. Mi padre le hacía cosas horribles, ella vivía con cortes, magulladuras, el rostro con el tiempo irreconocible.
Helena estaba llorando, se acordaba de lo que había pasado con Otávio.
-¿Qué pasó con ella?
-Está muerta.
-¿No hiciste nada para ayudarla?
-No había cómo. En el fondo a ella le gustaba, no sé cómo, pero tenían una palabra de seguridad, cuando ella quería que él parara, solo tenía que gritar “para“, en cualquier momento, en cualquier lugar, ella era capaz de hacer que él pasara días sin tocarla. Pero ella casi nunca usaba la palabra. Eso me enfurecía, ella lo ayudaba a golpearme, así que dejé de tenerle lástima, y te prohíbo llorar por ella.
-Prométeme que no eres así.
-No te preocupes por eso, quiero que sepas que cuando necesites que deje de acercarme,
necesitas ser clara, principalmente si estoy trastornado como lo estaba. ¿Puedes
perdonarme, pequeña? Prometo que no volverá a suceder, pero en todo caso, ya sabes cómo
hacerme parar.
-Estoy dolida, no lo voy a negar, pero me moría de miedo de ti, como cuando llegué.
-Me lastima escuchar eso, no quiero que me temas.
-Entonces no me obligues.
-No pretendo hacer eso, pero son meses sin tocar a una mujer, no sé cuánto tiempo más
puedo aguantar.
Helena recordó los rumores que había escuchado sobre cómo era él en la cama, pero pensó
que era mejor no preguntar, ya había tenido demasiada información por un día.
11