Capítulo 688
¡Ja!, ni lo digas. Entre mejor sea la chica, más difícil de conquistar…
-Ajá… — farfulló Alejandro con un levè fruncimiento de ceño, aunque en el fondo se veía más divertido que molesto. ¿Quién les dio permiso de llamarla “Luciana“, eh?
Juan y Simón se quedaron sin palabras, atónitos. ¿Ni siquiera podían nombrarla? ¿Tanto era su afán de exclusividad? Entonces Alejandro soltó una risa y declaró:
–De ahora en adelante, llámenla “cuñada“.
Los dos hermanos se miraron estupefactos, pero enseguida rompieron a reír y contestaron al unísono:
-¡Entendido, primo! ¡“Cuñada“!
-Muy bien. Él alzó la barbilla con expresión de triunfo. Y díganle a Sergio que no se confunda cuando la vea,
o le recorto el bono.
A la mañana siguiente, Alejandro llegó a casa de Luciana mucho más temprano que de costumbre.
Tan pronto? -Luciana salió a medio vestir, con cara de sueño. ¿Qué pasó?
-Nada–contestó él, incapaz de decirle que aún temía haber soñado todo. Solo al verla respiraba tranquilo-. Te traje algo para desayunar. Luego puedes seguir durmiendo si quieres.
Mientras comían, él la observó con atención y de pronto sugirió:
-¿Sabes? Llevo días trayéndote comida. No es ningún problema, pero pensé… ¿no sería mejor si alguien cocinara aquí en el momento? Alguna nana que se ocupe de ti. Lo hecho al instante sabe mucho mejor.
Antes no se había atrevido a decirlo, seguro de que Luciana lo rechazaría, pero ahora la situación había cambiado. Luciana frunció el ceño:
-Es que… no soporto el olor del aceite caliente y todo ese humo de cocina. Con lo sensible que estoy, me molesta bastante.
Se sintió algo apenada:
-¿Soy muy quisquillosa, verdad?
-Claro que no. -Alejandro le dio un suave pellizco en la mejilla-. Según Amy, tú eres de las embarazadas menos problemáticas.
Luciana sonrió y bajó la vista, bebiendo un sorbo de sopa. Su cabello largo cayó sobre el cuenco, y en un descuido estuvo a punto de mojarse.
-Cuidado. Él intervino enseguida, apartándole el mechón detrás de la oreja-. ¿Ves? Tienes un pelo precioso.
Ella tenía una melena oscura, sedosa y abundante, sin haberla tratado con nada especial.
-Sí, siempre me ha gustado mi cabello–comentó con naturalidad-. Desde niña lo he llevado largo, nunca lo he teñido ni rizado…
Hizo una pausa y bajó un poco la voz:
-Bueno, sí lo corté una vez… solo una.
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Capitulo 688
-¿Ah, si?-preguntó Alejandro, con curiosidad-. ¿Cuándo fue? ¿Te acuerdas?
Claro que sí. Luciana asintió, echándole una rápida mirada con un brillo malicioso en los ojos-. Fue hace algunos años, cuando sufrí una decepción amorosa.
Al instante, el semblante de Alejandro se ensombreció. ¿Quien más podría ser, si no aquel Fernando que le había robado toda su adolescencia y juventud? Ese Fernando.
“Cortarse el cabello por amor perdido“, pensó, con un dejo de molestia.
-Alejandro… dijo ella de repente, mirándolo con seriedad, en una mezcla de advertencia y súplica-. Espero de verdad no tener que hacerlo una segunda vez, ¿sí?
El corazón de Alejandro dio un vuelco. Sus celos se esfumaren en un segundo ante la sola idea de que ella pudiera sufrir de nuevo. Tomó su mano con firmeza.
-Confía en mí. No soy él. A la persona que amo, nadie en el mundo puede obligarme a soltarla.
-Come de una vez. -Luciana, con las mejillas encendidas, retiró su mano con suavidad. (1)
Justo entonces, el teléfono de Alejandro sonó. Era una llamada del hospital. Él miró la pantalla y Luciana también lo vio; sin decir nada, bajó la vista.
Alejandro, con el ceño fruncido, contestó sin apartarse de la mesa.
-Sí, soy yo.
Se escuchaba la voz de la enfermera de Mónica, aunque Luciana no distinguía las palabras exactas. Solo notaba que el rostro de Alejandro se ensombrecía cada vez más.
-De acuerdo, entiendo… -respondió con un tono de pocos amigos y colgó.
-Luci… -alcanzó a decir, queriendo explicar.
-Ya no digas nada. —Ella lo interrumpió, evitando mirarlo. Si tienes que irte, vete.
