Capitulo 692
Capítulo 692
¿Señor Guzmán?-contestó la voz por el altavoz..
-Por favor, que entre alguien a limpiar. Y avisen a las enfermeras, ya pueden ingresar para continuar el tratamiento.
-De acuerdo, señor Guzmán.
Mónica alzó la vista, mirándolo con un deje de ansiedad:
-Alex… ¿has estado muy ocupado últimamente? Casi no vienes… ya no es como antes, que venías todos los días. A veces pasan dos o tres días sin verte…
Alejandro guardó silencio unos segundos, recordando a Luciana que lo esperaba afuera.
-He tenido varios asuntos que atender. Pero no pienses mal, no voy a dejarte tirada. Colabora con los doctores y sanarás más rápido.
Cualquier otra conversación sería demasiado complicada en ese momento. Mónica tenía el ánimo frágil, y si se alteraba, su condición podía empeorar.
Recibió la dosis de medicamento, que incluía un sedante leve. En cuestión de minutos, Mónica quedó medio adormilada.
Alejandro se levantó con cuidado, dándole instrucciones a la enfermera:
-Por favor, vigílenla bien.
-No se preocupe, señor Guzmán.
-Gracias —respondió él, dedicando una última mirada a Mónica antes de salir.
Al salir de la habitación, Alejandro la encontró en el extremo del pasillo, cerca de la ventana.
-Luciana…
Ella giró al oír su voz.
-¿Listo? ¿Terminaste? ¿Nos vamos?
-Sí.–Él curvó ligeramente los labios y tomó su mano–.¿Te cansaste de esperar ahí parada? ¿Por qué no te sentaste en otro lado?
-No pasa nada – contestó Luciana-. En casa me paso el dia recostada; me venía bien estar de pie un rato.
Podía notar que él no estaba de muy buen humor, seguramente por la situación con Mónica. Pero no quiso hacer comentarios de compromiso ni fingir empatía de la boca para afuera, así que se quedó callada.
Ya en el auto, Alejandro le preguntó:
¿Y qué piensas hacer hoy?
-Nada en especial. Descansar, y en la tarde tengo mi clase de yoga–respondió con naturalidad.
-Entonces ven conmigo a la oficina. Puedes quedarte en la sala de descanso y al mediodía comemos juntos. Más tarde le pido a Simón que te lleve a tu clase.
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Capitulo 692
Podría ser dijo ella, asjutiendo Está bien.
Perfecto -respondió, conduciendo hasta el edificio de Grupo Guzmán.
Entraron por el estacionamiento subterráneo y subieron en el ascensor directo a la oficina de presidencia.
Toma la tablet–le indicó Alejandro, tendiéndole un dispositivo-, Puedes navegar, ver series o echarte una siesta si quieres señaló la cama en una esquina, Cambian las sábanas todos los días; está limpía.
-Gracias. Creo que con esto tengo suficiente.
-Falta algo de comida. A él se le ocurrió de pronto. Le pediré a mni asistente que consiga algo para ti y te lo traiga. Le rozó con suavidad la nariz-. Yo iré a trabajar.
-Sí, ve tranquilo.
Alejandro salió, y Luciana se sintió algo fatigada, así que se acostó un rato. Haber estado de pie, tanto tiempo en el hospital le había cansado los pies. Cerró los ojos y, casi sin darse cuenta, se durmió.
Cuando despertó, se encontró con una bolsa de botanas encima del escritorio. Probablemente Alejandro había vuelto a mirar cómo estaba y se había marchado de nuevo. Revisó la bolsa y tomó un dulce de guisante; mientras lo comía, se preguntó si él seguiría ocupado.
En la terraza que se veía desde la sala, alcanzó a divisar su silueta.
-Alejandro… lo llamó con un gesto de la mano, pero él mi se inmutó. ¿En qué estaría pensando?
Luciana pronto se dio cuenta de que él no se veía bien. Pese al frío del invierno, estaba sin abrigo, con un cigarrillo en los dedos, el cual había consumido gran parte y la ceniza se sostenía a punto de caer. Lo observó inhalar profundamente y después soltar el humo hacia el cielo.
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