Capítulo 513
La expresión en el rostro de Fabiana no cambió mientras asentía lentamente. -Él es el jefe del barrio pobre. Sus secuaces me han causado problemas un par de veces, pero no es tan malo
como parece.
Eso tenía sentido, después de todo, Fabiana había vivido allí muchos años.
Anaís sonrió y se agachó junto a Yeray.
Yeray tenía las manos y los pies atados, y al escucharla, intentó levantarse con furia. -Anaís, ¿no tienes miedo de que me vengue de ti después?
-¡Paf! ¡Paf!
La respuesta de Anaís fueron dos bofetadas.
Yeray no esperaba eso, y un rastro de sangre comenzó a deslizarse por la comisura de su boca. Fabiana también se sorprendió, no pudo evitar gritar: -Anaís, tú…
El rostro de Anaís permanecía tranquilo mientras tomaba una botella de cerveza de entre la basura en el suelo y la rompía en la cabeza de Yeray.
La botella estalló y la cabeza de Yeray terminó cubierta de cortes.
Solo Sergio, que estaba a un lado, no dijo nada, apenas frunció ligeramente el ceño.
Anaís sostuvo lo que quedaba de la botella. -Si anoche no hubiera escapado, no quiero ni imaginar lo que me habría pasado. Ahora tú eres el que está en desventaja, y yo tengo el control. Así que espero que seas sensato y me digas quién te dio las órdenes.
Yeray apretó los dientes, y a pesar de haber recibido un botellazo, no dijo nada.
Desde que Anaís fue secuestrada, ya presentía que Yeray era un hueso duro de roer.
Salió del cuarto y se dirigió al pasillo.
Sergio la siguió afuera y le preguntó: -¿Necesitas ayuda con algo?
-¿Podrías hacer que hable?
Sergio se apoyó contra la pared, su tono despreocupado. -Con tipos así, aunque le sacara la verdad a golpes, probablemente no diría la verdad. ¿Viste su mirada? No le teme a la muerte.
Una persona que no teme a la muerte, ¿a qué podría temerle?
Lo que había que hacer ahora era encontrar su punto débil.
Pero alguien que se había hecho un nombre en un barrio pobre, ¿podría tener alguna debilidad? Sergio chasqueó los dedos, pensando que finalmente había algo en lo que podía ser útil.
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19:39
Capítulo 513
-Hablé con algunas personas alrededor. Él tiene a una mujer que le gusta mucho, pero nadie
sabe cómo es.
Ese tipo de terco, cuando realmente pone a alguien en su corazón, no se detiene hasta que se estrella contra la pared.
Anaís levantó ligeramente las cejas, giró y regresó a la habitación.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que Fabiana había estado allí de pie todo el tiempo, muy
tranquila.
-¿Fabiana?
Fabiana se volvió con el rostro pálido, como si la escena de Yeray siendo golpeado la hubiera asustado.
-Anaís, ¿puedo irme ya?
Anaís pensó que realmente la había asustado, así que asintió.
-Puedes irte. Si alguien viene, solo grita.
Fabiana bajó la cabeza rápidamente y salió de inmediato.
Al pasar junto a Anaís, tropezó con algo y casi cae al suelo.
Anaís la sostuvo rápidamente, hablando con suavidad: -Cuidado.
El cuerpo de Fabiana tembló un poco y soltó un suspiro. -No pasa nada, solo me asusté.
No dijo nada más y se fue apresuradamente.
Anaís miró a Yeray.
Yeray había mantenido los ojos cerrados, dejando que la sangre de su cabeza fluyera.
Aunque no era muy listo, había estado con Fabiana por tantos años que sabía cómo protegerla. Le gustaba mucho Fabiana, tanto que haría cualquier cosa por amor. Temía que Anaís descubriera algo a través de su comportamiento, así que, después de que le rompieron la botella en la cabeza, no abrió los ojos. Mientras no mirara, no revelaría ninguna emoción.
Este tipo de personas son las más difíciles de quebrar.
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