Capítulo 517
Durante un minuto entero, el cuarto del hospital quedó en un silencio sepulcral. El primero en reaccionar fue Anselmo, quien con cariño ayudó a Sofía a levantarse lentamente.
-Te has lastimado la frente, ¿por qué actuar de manera tan impulsiva? Mira cómo se ha puesto Efraín -le dijo con ternura.
Sofía, que había corrido al lado de la cama con una ráfaga de energía, finalmente reaccionó y miró a Efraín. Pero, como siempre, Efraín permanecía imperturbable en su silla de ruedas, como si nada de lo que se había dicho le afectara en lo más mínimo. Sin embargo, Sofía sintió que su corazón temblaba intensamente.
Recordaba cómo Efraín le había prometido que siempre la protegería si ella se comportaba. Pero, ¿acaso había desobedecido?
Bajó la cabeza para observar sus extremidades heridas y, de repente, sus ojos se llenaron de lágrimas.
-Abuelito, no importa lo que pase, por favor, hazme justicia.
La llevaron de nuevo a la cama, y aunque el dolor en su cuerpo era intenso, el de su corazón era aún mayor. Ella amaba a Efraín más que a nadie, pero ahora las circunstancias los habían llevado a este punto. ¿Por qué tenía que preferir a Anaís?
Se mordió el labio con fuerza, al punto que sus dedos comenzaban a sangrar.
-Efraín, te gusta Anaís, ¿verdad? ¿Por qué no lo admites? Esa clase de amor no vale nada.
Apenas terminó de hablar, Lucas la reprendió.
-¡Señorita Lobos!
Los ojos de Sofía se abrieron de par en par, mostrando toda su locura.
-¿Acaso estoy mintiendo? ¿Por qué Anaís no te quiere, Efraín? Quizás porque escondes demasiado tus sentimientos. Por eso perdiste contra mi hermano. Si le hubieras confesado tu amor a Anais antes, probablemente ustedes ya estarían juntos. Eres tan raro con tus emociones, que no me sorprende que ella no te quiera.
Después de gritar, el mundo pareció detenerse. El silencio era tan profundo que solo podía escuchar los latidos de su corazón. Su rostro se sonrojó de la emoción, y ni siquiera se atrevía a mirar la expresión de Efraín.
Anselmo le acarició suavemente la cabeza.
-Sofía, necesitas recuperarte bien.
Sofía siguió sin mirar a Efraín, aferrándose a una última esperanza.
-Abuelito, ¿me vas a ayudar a hacer justicia? Mira mis manos y piernas. ¿Crees que alguien querrá casarse conmigo después de esto? Mi vida está arruinada. Si también te pones del lado
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de Anaís, realmente me lanzaré desde la ventana.
Anselmo mantuvo su tono cálido y tranquilizador.
-No te preocupes. Efraín te adora y se asegurará de darte una respuesta satisfactoria.
Estas palabras también eran un mensaje para Efraín. Si él no hacía algo, la familia Lobos lo haría, y Anaís solo sufriría más. Era una amenaza, una amenaza nada velada.
Incluso Sofía, con toda su desesperación, entendió la implicación detrás de esas palabras y sonrió agradecida.
-Gracias, Efraín, abuelito.
Miró de reojo a Efraín, pero, como bien había dicho, él escondía sus sentimientos tan bien que no se podía descifrar nada.
Anselmo llegó rápidamente y se fue igual de rápido. En un abrir y cerrar de ojos, solo quedaban Sofía, Efraín y algunos más en la habitación. Ella bajó sus pestañas, esperando que Efraín se enfureciera, pero él solo preguntó:
-¿Estás satisfecha ahora?
Esa pregunta hizo que el corazón de Sofía se congelara. Se había convertido en esto, y Efraín no mostraba ni una pizca de preocupación. En cambio, se dirigía a ella con una frialdad desgarradora.
El dolor en su corazón era más intenso que el de su cuerpo. Lágrimas gruesas caían por su rostro mientras una locura se apoderaba de ella.
-¡No estoy satisfecha! ¡No lo estoy! Efraín, ¿qué planeas hacer conmigo? ¿Quieres que muera? Pero no puedo, porque todavía me necesitan. Si muero, ¿qué pasará con ese niño? ¿Quién lo cuidará? ¡Él me necesita a mi!.
Efraín cerró los ojos lentamente, sus manos se apretaron sobre los brazos de la silla de ruedas, como si estuviera conteniendo un torrente de emociones.
Sofía, en un acto desesperado, dejó que la sangre de sus labios manchara el suelo.
-Sí, Efrain, aún me necesitas. No me dejarás morir. Pero te advierto, mientras viva, seguiré haciéndole la vida imposible a Anaís. No creo que en tu corazón Anaís sea más importante que ese niño, a menos que quieras que ese niño sufra eternamente.
Antes de que pudiera continuar, Efraín ya había dado la vuelta y le dijo a Lucas:
-Vámonos.
Sofia quedó atónita, creyendo que al menos él diría algo. Intentó levantarse, pero el dolor la superó y no tenía fuerzas.
-Efrain…
Efraín, que ya estaba en la puerta, habló con un tono distante, sin siquiera mirarla.
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-No soy tu Efraín. Fuiste recogida de la calle, ¿lo olvidaste?
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