Anaís se detuvo a un lado de la cama, sintiendo que la presencia de Efraín impregnaba el aire. En ese momento, se dio cuenta de que era una intrusa en ese espacio.
Sin decir nada más, se dio la vuelta y salió del dormitorio principal.
Mientras caminaba por el pasillo, una sensación incómoda la invadía, como cuando uno repasa una discusión y siente que no supo defenderse bien.
Efraín la vio marcharse, bajó la mirada y se recostó de nuevo, abrazando la ropa que tenía cerca, y volvió a dormir. Curiosamente, a pesar de la interrupción, se sentía sorprendentemente relajado y no tardó en quedarse dormido. No había tenido un buen descanso en mucho tiempo.
Anaís, en cambio, no pudo volver a conciliar el sueño, observando cómo el cielo se iluminaba poco a poco.
Se levantó, se lavó y vistió rápidamente, y comenzó a esperar en la planta baja.
A las seis de la mañana, Efraín bajó.
La empleada había preparado el desayuno y les llamó respetuosamente desde la mesa: -Señor, señora, el desayuno está listo.
Anaís se acercó y se sentó a su lado.
Efraín detuvo su cuchillo y tenedor por unos segundos, luego continuó comiendo con tranquilidad.
Después de desayunar, se dispuso a salir para el trabajo, y notó que Anaís lo seguía.
El rostro de Anaís mostraba serenidad. Había pasado toda la noche reflexionando y llegó a una conclusión: Si no podía enfrentar a Efraín con dureza o palabras, solo le quedaba una opción: la paciencia.
Quizás Efraín solo había perdido la razón momentáneamente por la partida de Sofía y había decidido utilizar el matrimonio como una forma de venganza.
Mientras lo seguía, recordó lo que Lucas había dicho sobre el origen de Sofía y cómo Efraín había revelado esa información para protegerla. Esto la incomodaba.
¿Efraín la veía como un reemplazo o realmente la quería?
Pero en realidad, no habían pasado mucho tiempo juntos de manera significativa, ¿verdad? Además, ella había sido la causa de su lesión en la pierna…
-¡Pum!
Absorta en sus pensamientos, no se dio cuenta de que él se había detenido y chocó contra la parte trasera de su silla de ruedas, frunciendo el ceño por el dolor.
Efraín esbozó una ligera sonrisa, pero no dijo nada.
Fue entonces cuando Anaís se dio cuenta de que no se dirigían a la empresa, sino que simplemente estaban paseando cerca de la casa principal.
-¿No vas a trabajar, presidente Lobos?
¿Por qué no tomaba el carro y se iba al trabajo en lugar de deambular por allí?
Efraín se recostó en su silla, tomó una flor cercana y la hizo girar entre sus dedos.
-¿Quién dijo que iba a trabajar?
Anaís se quedó sin palabras, su rostro enrojeció de vergüenza.
Aún no había caído en cuenta de que, si una persona normal fuera forzada a casarse con alguien que no ama, reaccionaría
con enojo y rechazo. Sin embargo, ella se mantenía demasiado tranquila, solo se alteraba al recordar a Z.
Ni siquiera podía odiar a Efraín; no sentía ni una pizca de rencor, lo cual era extraño. Anaís siempre había sido lenta en captar estas cosas, incluso más que Iván, por lo que no se daba cuenta.
Efraín siguió avanzando en su silla y se detuvo bajo un gran árbol, donde lentamente se levantó.
Anaís lo observaba desde una distancia prudente, sin intención de ayudar. Se preguntaba si Lucas podría aclararle qué
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Capitulo 545
pasaba con la pierna de Efrain. Hace medio año había escuchado que estaba en rehabilitación, pero aún no veía señales de mejoría.
Efraín dio unos pasos y casi tropezó con una piedra, tambaleándose.
Anaís se sintió angustiada al verlo. Recordó que Lucas había traído un botiquín a Bahía de las Palmeras alguna vez, y se preguntó si Efraín había sido castigado por las reglas familiares.
Ahora se sentía inexplicablemente molesta. Ella era quien estaba atrapada, debería estar enojada. ¿Por qué de repente estaba considerando las cosas desde la perspectiva de Efraín?