Capítulo 542
Anaís pensó que el personal no estaría de acuerdo, pero para su sorpresa, el asistente asintió y abrió respetuosamente la puerta de la habitación contigua.
-Señora, por favor, pase.
Anais no era fanática del título de “señora“, ya que constantemente le recordaba su estado de casada.
Entró a la habitación de al lado de manera molesta y preguntó:
-Quisiera la habitación al final del pasillo.
El asistente bajó la cabeza.
-Por favor, señora, no nos lo haga difícil.
Anaís respiró hondo. Al parecer, esa habitación era el límite impuesto por Efraín.
Esperó a que el asistente se fuera, cerró la puerta y se dirigió al baño para darse un baño relajante.
Sin embargo, cuanto más tiempo pasaba en el baño, más inquieta se sentía.
Al salir del baño, miró hacia el vestidor cercano, que estaba lleno de ropa que le quedaba bien. Las etiquetas ya habían sido retiradas, y había una abundante colección, desde ropa hasta bolsos e incluso joyas.
El vestidor tenía unos treinta metros cuadrados y el estilo parecía hecho a su medida.
Se sentó al borde de la cama, mirando por la ventana con una sensación de vacío.
No importaba cuántas veces intentara calmarse y reflexionar, el mundo real seguía sintiéndose irreal.
No tenía idea de cuánto tiempo había pasado, pero el cielo afuera ya estaba oscuro. Vio las luces de un carro que se acercaba, debía ser Efraín regresando a casa.
Cuando Efraín entró por la puerta, alguien se acercó para informarle.
-La señora cenó media taza de arroz, tomó una sopa y subió hace dos horas, está durmiendo en la habitación de al lado.
Efraín asintió, manejando su silla de ruedas hacia el elevador cercano.
El asistente estaba algo sorprendido, ya que el señor rara vez llegaba a casa con algo de alcohol encima; parecía haber bebido bastante esta noche.
Solía controlar su consumo de alcohol incluso en reuniones.
Miró a Lucas, quien estaba cambiándose los zapatos, y le habló con seriedad:
-De ahora en adelante, cuida bien de la señora Villagra…
Quiso decir “señorita Villagra“, pero corrigió sus palabras.
El asistente asintió con respeto.
Lucas había estado al lado de Efraín durante años, siempre manejando situaciones inesperadas, pero esta vez realmente no sabía qué hacer.
Sentía que debía simplemente seguir adelante y ver qué sucedía.
Efraín llegó al piso de arriba, pero no fue a la habitación contigua; se dirigió a su dormitorio principal.
No tenía sentido buscar problemas.
Colocó los dos archivos que había sacado en un compartimiento secreto y se levantó para ducharse.
El agua caliente que caía sobre él le dio un breve momento de claridad.
Después de ducharse, se paró frente al espejo, observando su reflejo.
El alcohol había enrojecido su piel, y su cabello húmedo caía desordenado sobre su frente.
Pasó la mano sobre el espejo, no le gustaba verse así. Cuando las gotas de agua empezaron a correr por el vidrio, creando reflejos distorsionados, se sintió más tranquilo.
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ལཡ་་་ས་་
Se puso una bata de baño y la ató en la cintura.
En la mesa cercana había una computadora; tenía una reunión internacional pendiente.
En todos los rincones pequeños y discretos de la habitación había un pequeño símbolo rojo de “felicidad doble“. Al verlo, su boca se curvó ligeramente en una sonrisa.
Mientras se sentaba frente a la computadora, de nuevo fue atraído por el pequeño símbolo en la pared.
Rojo, apasionado, audaz.
Era bastante bonito.
Los ejecutivos al otro lado de la pantalla notaron que el presidente estaba inusualmente relajado, aunque se perdía en sus pensamientos, no era tan exigente con los requisitos del proyecto como en otras ocasiones.
Después de dos reuniones, Efraín se levantó y fue al armario cercano.
Abrió la puerta, y allí había una prenda que Anaís había usado.
La tomó, la puso sobre la cama y se quedó dormido abrazándola,
Por primera vez en mucho tiempo, no sufrió de insomnio. Tener a alguien cerca parece ser el mejor remedio.