Efraín caminó hasta un banco de piedra a unos diez pasos de distancia y se sentó. Sobre la mesa de piedra había frutas frescas, galletas y una computadora portátil.
Había tomado en serio las palabras de la alta gerencia: debía pasar más tiempo acompañado.
Encendió la computadora y comenzó a trabajar, dando la impresión de que no planeaba salir ese día.
Anaís esperó en el mismo lugar por diez minutos, pero al final perdió la paciencia y se dio la vuelta para entrar al salón. Durante los siguientes tres días, Efraín no salió para ir a trabajar.
Anaís se levantaba temprano cada día y esperaba abajo, pero siempre veía a Efraín trabajando en diferentes lugares de la casa. A veces estaba junto a la mesa de preparar bebidas, otras veces cerca de la ventana, pero nunca en su despacho. Curiosa, no pudo evitar tomar a Lucas aparte para preguntarle.
-Martínez, acaba de comenzar la temporada navideña, que se supone es la época más ocupada para la empresa. ¿Por qué el presidente Lobos no ha ido a la oficina?
Lucas miró la mano que ella usaba para sujetarlo y rápidamente se soltó.
-Si la señora tiene algo que preguntar, debería hablar directamente con el presidente.
Anaís se quedó en el lugar, notando que desde que se había casado, la actitud de Lucas hacia ella había cambiado por completo. Antes, ocasionalmente mostraba su desagrado, pero ahora era respetuoso de pies a cabeza y nunca más la llamó señorita Villagra.
Llevaba más de una semana sin comunicarse con el exterior y no sabía que alguien había modificado su estado de Instagram. Creía que mucha gente la estaría buscando afuera, especialmente Z, quien, con su carácter, probablemente estaría desesperado por encontrarla.
Lo que ella no sabía era que Roberto había llegado a las afueras de Bahía de las Palmeras y estaba llamando a gritos su nombre.
-¡Anaís! ¡Anaís!
Roberto buscó por tres días, pero al no encontrar rastro de Anaís, solo pudo suponer que Efraín la tenía encerrada.
Para él, no había nada que Efraín no fuera capaz de hacer. Aunque aparentaba serenidad, no tenía piedad cuando se trataba de su familia. ¿Cómo iba a ser diferente con Anaís? Seguramente haría cualquier cosa para lograr sus objetivos.
Roberto gritó durante varios minutos, pero la distancia entre la puerta y la casa principal era demasiada, así que Anaís no pudo escucharlo.
El guardia informó a Efraín sobre la situación, y al recibir la llamada, una chispa de interés brilló en sus ojos.
A las tres de la madrugada, Benjamín despertó sobresaltado, encontrándose atado de pies y manos. Estuvo a punto de gritar, pero al ver a la persona en la silla de ruedas, respiró aliviado.
-¡Efraín! ¿Qué pretendes hacer?
Llegar a su casa a mitad de la noche y atarlo, ¿acaso quería iniciar una revuelta?
Aunque en la villa había sido algo molesto con Efraín, al final, cuando le echaron la culpa, Benjamín la aceptó en silencio.
Furioso, Benjamín se sonrojó y trató de liberarse.
-No te pases, Efraín. Cuando metiste a Sofía en esto y luego me culpaste, solo me quejé un poco. ¿Es necesario que vengas hasta aquí?
Benjamín siempre deseó que a Efraín le fuera mal, pero al ver su éxito creciente, empezó a resignarse.
Ahí estaba él, vistiendo solo un bóxer, con el pijama hecho un desastre. Lo habían zarandeado tanto que no despertó, lo cual decía mucho de lo profundamente que dormía.
Efraín sostenía un cuchillo, y con el dedo rozaba suavemente el filo.
-Parece que el hermano mayor ha descuidado un poco la educación de su hijo.
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Capitulo 546
Roberto era el único hijo de Benjamín, y si le pasaba algo, su familia estaría perdida.
Benjamín, aunque no era muy listo, entendió inmediatamente lo que Efraín insinuaba.
Se levantó rápidamente, con el rostro lleno de pánico.
-Rober es tu sobrino. Si le haces daño, el abuelo te lo hará pagar. Efraín, sé que no sientes mucho por los Lobos, pero si la familia se desmorona, ¿cómo podrás honrar a tu madre? Ella casi perdió la vida por ti en el pasado.
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