Justo cuando el carro no había llegado a Bahía de las Palmeras, Roberto recibió una llamada de Benjamín.
–Rober, ya hablé con tu abuelo y te he conseguido una oportunidad para trabajar en la ciudad vecina. Están buscando un vicepresidente allá y tú encajarías perfecto. Si lo haces bien, a principios del próximo año te traerán de regreso.
-¡Chirrido!
Roberto frenó de golpe, su expresión se tomó sombría al instante.
-¿Quién te dijo que quiero ir a trabajar a una sucursal?
-Tu abuelo ya dio su aprobación, seguramente te llamará más tarde.
-Basta! ¡Dije que no voy!
Benjamin mantuvo un rostro impasible, consciente de las intenciones de Roberto.
-¿No es que quieres perseguir a Anaís? He escuchado los rumores, Rober, te estás dejando ver como un tonto por alguien que antes despreció, dejando que todos se burlen de ti. ¿Anaís no estaba saliendo ya con un modelo? Nadie sabe hasta qué punto juega por detrás y tú te estás ensuciando por ella.
Con esas últimas palabras, Roberto estrelló su celular contra el parabrisas.
La rabia le hacía temblar el pecho, sus ojos estaban inyectados de ira, y sus manos apretaban el volante con tal fuerza que parecía querer romperlo.
Sentía un sabor metálico en la boca, como si estuviera sangrando internamente.
Cuando el semáforo cambió, pisó el acelerador con furia, pero al pasar por la escuela donde solía estar con Anaís, se detuvo de nuevo.
La frustración lo carcomía, amenazando con volverlo loco.
El carro llegó rápidamente a Bahía de las Palmeras, ignorando por completo las palabras de Benjamin.
Estuvo llamando por un buen rato afuera de Bahía de las Palmeras, pero nadie respondió. Fijó su mirada en la puerta, acelerando a fondo con la intención de atravesarla, deseando romperla en mil pedazos.
Justo cuando el
cobraba velocidad en dirección a la puerta, esta se abrió lentamente, y salió un auto: era el de Efraín.
Roberto frenó
enó de golpe, bajando la ventana de su lado.
El auto de Efraín pasó lentamente frente a él, y Roberto pudo ver su perfil a través de la ventana abierta.
-¡Efraín! -gritó desesperado-. ¿Acaso tienes a Anaís encerrada?
Efraín, concentrado en los documentos sobre sus rodillas, no le prestó atención. Anaís había estado pendiente de sus movimientos para salir, y ahora que al fin se había dormido, Efraín aprovechaba para ir a la oficina.
Indiferente a Roberto, este último dio un brusco giro al carro para seguirlo.
El auto de Efraín se detuvo frente a las oficinas del Grupo Lobos.
Roberto apenas iba a estacionarse también cuando una camioneta apareció repentinamente, deteniéndose a escasos veinte centímetros de su carro.
Su rostro se tornó pálido, creyendo por un momento que sería arrollado.
Miró hacia Efraín, quien ya había bajado de su auto y se encontraba en su silla de ruedas.
Aunque no había dicho nada, Roberto sintió que aquello era una forma de intimidación por parte de Efraín.
Con el puño apretado a un lado, dejó escapar un sonido desdeñoso.
-Efraín, ¿acaso crees que encerrando a Anaís cambiarás algo? Mi abuelo ya ha elegido a la persona con quien te casarás.
Efraín siguió avanzando sin detener su silla de ruedas, su actitud indiferente profundizó la frustración de Roberto.
Permaneció allí por diez minutos, y cuando decidió seguirlo, un carro negro se detuvo frente a él.
La ventana se bajó, revelando el rostro pálido de Andrés.
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Capitulo 530
-Rober, sube al carro.
A pesar de que no simpatizaba con él, Roberto comprendía que, desde el incidente en la mansión, Andrés no la había pasado bien.
Subió al carro, con el ceño fruncido y visiblemente molesto -¿Qué quieres?
Andrés, ahora marginado del centro de poder del Grupo Lobos, observaba cómo el abuelo planeaba forzar a Efraín a casarse, preguntándose cuál sería su destino. Después de los problemas en la mansión, la actitud del abuelo hacia él no había mejorado.
Andrés soltó una risa sarcástica, que lo llevó a toser mientras tomaba un pañuelo del asiento.
-¿Qué quiero? ¿De verdad crees que usar al abuelo para presionar a Efraín lo hará temer? Él solo le muestra respeto en apariencia. Con más del cincuenta y uno por ciento de las acciones en sus manos, ni siquiera el abuelo puede cambiar su posición en el Grupo Lobos. Además, siempre he sospechado que hay algo entre el abuelo y Efraín, algo que explica por qué lo consiente tanto.
Efraín era el hijo menor del abuelo, y su madre había arriesgado todo para traerlo al mundo. Desde pequeño, Efraín había sido prodigioso, conocido en todo San Fernando del Sol como un genio, y nunca había defraudado esas expectativas.
Sin embargo, Andrés sentía que algo no cuadraba.
Recordaba vagamente al Efraín de su infancia, con una mirada cálida y digna, pero con el tiempo, esa calidez se transformó en frialdad.
Andrés limpió el rincón de su boca con el pañuelo, reflexionando sobre las humillaciones recientes, llenándose de rencor. La foto que solía tener como prueba había sido destruida por Efraín, pero ahora sabía que cualquier cosa relacionada con Anaís era la debilidad de Efraín.
Aunque Efraín despreciaba los escándalos que Andrés causaba, Andrés estaba determinado a demostrarle a todos de lo
que era capaz.
Сарцию 31