Samuel se acercó, pidiendo al mesero que enviara algunas botellas de buen licor. Sin embargo, antes de que pudiera llegar, notó que un grupo de tipos se dirigía hacia Laura. Claramente, no era el anico que la había notado.
Mordiéndose ligeramente los labios, pensó que Laura realmente llamaba la atención. Y venir sola al bar, ¿no era eso una invitación abierta para conocer a alguien?
Recordó la primera vez que se encontraron. Ambos se gustaron de inmediato y termaron en la cama la misma noche. Siguieron viéndose y la relación, aunque informal, parecía satisfacer a ambos. Pero ahora, al parecer, ella había decidido buscar a alguien más.
Samuel frunció el ceño, sin apresurarse a intervenir, observando desde una distancia prudente.
Los tipos, todos seguros de sí mismos, se acomodaron junto a Laura, pavoneándose como pavos reales en exhibición.
-Hola, guapa, ¿estás sola? ¿Te podemos invitar a un trago?
Laura estaba absorta en su tableta, intentando relajarse después de un día largo. El trabajo en su estudio la tenía ocupada, especialmente con la desaparición prolongada de Ismael Velasco y Sergio, quienes ella había recomendado a Anaís. La situación era incómoda, ya que no había podido contactar a Anaís para explicarle.
Sin levantar la vista, respondió con desdén.
-Cuando intenten conquistar a alguien, mírense primero al espejo.
Los tipos se sintieron ofendidos, sus sonrisas se desvanecieron ante la burla.
-Vaya, nena, eso no fue necesario. Nos dicen que somos bien parecidos.
Laura rio bajo, finalmente levantando la mirada para evaluarlos.
-¿Quién les dijo eso? ¿Un paciente de oftalmología?
Su comentario, cargado de sarcasmo, fue escuchado por todos alrededor, provocando risas entre los clientes del bar.
La sonrisa en el rostro de los tipos se tornó oscura.
-No seas grosera.
Laura, sin inmutarse, continuó con su tableta.
-Conozco un par de clínicas de cirugía estética que les podrían interesar.
-¡Tú…!
Justo cuando uno de ellos estaba a punto de estallar, las risas de los demás lo detuvieron.
-No hagan el ridículo, ella no está interesada. Mejor váyanse.
-Sí, hasta para ligar se necesita que ambos estén de acuerdo.
Entendiendo que causar problemas podría resultar en un enfrentamiento con todos los presentes, los tipos se retiraron, no sin antes lanzarle una mirada de advertencia a Laura.
-Nos veremos de nuevo.
Laura, sin prestarles atención, continuó con su tableta.
Poco después, sintió a alguien sentarse a su lado. Frunciendo el ceño, giró para ver a Samuel.
Él, con una copa en la mano, se inclinó hacia ella con una sonrisa casual.
-Vaya, señorita Laura, tienes un gusto bastante exigente. Entonces, ¿estabas muy satisfecha con mi cara cuando nos
conocimos?
En el mundo del espectáculo, la apariencia lo es todo. Si no le hubiera gustado, no habrían terminado juntos.
Laura lo miró con curiosidad, preguntándose cómo supo que estaba allí. Este bar no era de los exclusivos que Samuel solía frecuentar. Él siempre elegía lugares de lo más sofisticados. ¿Qué hacía él en un lugar como ese?
Guardando su tableta, se levantó para irse, pero Samuel no se lo permitió. La siguió por el pasillo y, en un movimiento rápido, la acorraló contra la pared, con su brazo bloqueando el escape.
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