Anaís siempre había creído tener una intuición aguda cuando se trataba de sus emociones, especialmente en lo que respectaba a Efraín. En el fondo, sentía un rechazo instintivo hacia la cercanía que Efraín le ofrecía. Sin embargo, no pudo evitar notar que, cuando él entrelazó sus dedos con los de ella, no se percató de inmediato. Su cuerpo parecía aceptar la intimidad antes que su mente.
Llevaba tres noches sin poder dormir, y esa era otra noche de insomnio. Desde que se había casado, cada día se sentía más y más desconectada de la realidad. Su matrimonio con Efraín parecía un sueño, uno que no terminaba de asimilar.
Al levantarse después de otra noche sin dormir, Anaís se sintió mareada y con la cabeza dando vueltas. Pensó que sí seguía así, no pasaría mucho tiempo antes de que colapsara en Bahía de las Palmeras.
Alguien llamó a la puerta; era la empleada doméstica, quien le avisaba que el desayuno estaba listo. Anaís no tenía apetito. Se dio la vuelta en la cama con una expresión pálida y respondió: -No tengo ganas de comer.
-¿Será que está en sus días, señora? -preguntó la empleada, preocupada.
Anaís se detuvo un momento y se dirigió al baño para revisar. Efectivamente, su período había llegado. Esta vez no sintió el dolor extremo que solía desmayarla, pero su cuerpo se sentía incómodo, fluctuando entre el frío y el calor.
Miró su reflejo en el espejo, notando su apariencia desmejorada. Con un suspiro leve, se cambió de ropa y bajó al comedor.
Al verla, la empleada comenzó a preparar una bebida caliente con jengibre y ajustó la calefacción para que Anaís estuviera más cómoda.
-Señora, aquí tiene un poco de sopa de cebolla. Le hará bien -dijo la empleada, presentándole un tazón que tenía un aspecto suave y reconfortante.
Anaís tomó la cuchara, pero no pudo evitar mirar a Efraín, que estaba sentado no muy lejos de allí. Le preguntó a la empleada: -Él es alérgico a los mariscos, ¿verdad?
La empleada esbozó una sonrisa amplia. —Sí, lo sabemos, señora. Pero no se preocupe, evitamos todos los alimentos a los que el señor es alérgico.
Efraín, que sostenía un periódico, levantó la vista con una expresión serena aunque un poco pálida. -Gracias -respondió con suavidad.
Anaís, aún sosteniendo la cuchara, se sentía desconcertada. No era que recordara su alergia por cariño, sino porque el incidente había sido tan memorable que era imposible olvidarlo.
Mientras bebía la sopa, parecía estar en otro mundo, distraída. Una vez que su estómago se sintió mejor, tomó un cojín y se recostó ligeramente.
Efraín estaba justo frente a ella, y cada vez que Anaís levantaba la vista, lo veía.
No pudo evitarlo más y habló: -Presidente Lobos, ¿cuándo podré regresar? Extraño a mi novio.
Lo decía en şerio. En la última semana, cada vez que lograba dormir, soñaba con él. Después de haber entrelazado los dedos con Efraín la noche anterior, se sentía más culpable y su corazón dolía con cada pensamiento de Z.
Desde que perdió la memoria, no había experimentado un deseo tan puro y doloroso por alguien. Era como una picazón persistente en el corazón.
Efraín no respondió de inmediato, aparentemente absorto en lo que leía.
Anaís se enderezó, y sus emociones hicieron que hablara con franqueza. -Mi novio y yo hemos hecho todo lo que se puede y no se puede hacer: Presidente Lobos, para alguien como usted, su esposa debería cumplir con estándares más altos. No soy adecuada.
Añadió, por si no había sido clara: -No somos del mismo mundo.
Esas palabras parecieron despertar en Efraín algunos recuerdos. Apresuradamente apretó el periódico como si quisiera romperlo, pero se contuvo y solo levantó la mirada hacia ella.
-¿Y qué define a las personas del mismo mundo? -preguntó Efraín, recordando cómo antes había sido aún más directa. No podía entender por qué no podían pertenecer al mismo mundo.
1/1
21:55
Capitulo 567
Capítulo 567
Anaís se quedó en silencio. Desde el primer día que despertó y vio a Efrain, había tenido la sensación de que no pertenecían al mismo mundo.
Sin embargo, cuando trataba de explicarlo, no encontraba las palabras, era solo una intuición.
O quizá su cuerpo había activado algún tipo de mecanismo de autoprotección.
Aunque muchas veces reconocía que Efrain tenía una educación ejemplar, en el fondo, algo le advertía que él era más peligroso que nadie.
Bajó la cabeza, decidiendo ser completamente honesta.
-Tal vez mucha gente quiera ser tu esposa, pero yo no. En serio, no me gustas. Dame décadas, y probablemente seguiré sin gustarme. Mi subconsciente me dice que tú no eres la persona que busco.
Tan pronto como terminó de hablar, el ambiente se volvió tenso, como si una bestia oculta hubiera sido liberada, haciéndola
sudar frío.
Anais levantó la mirada rápidamente hacia Efraín, pero él mantenía su usual actitud tranquila, como si esa breve sensación de peligro hubiera sido solo su imaginación.
Tragó saliva y se enderezó, notando que su espalda estaba empapada en sudor.
Los sirvientes se habían retirado hacía rato, dejándolos solos en el salón.
De repente, Efraín se levantó y, tras dar unos pasos, se desmayó, cayendo al suelo.
Anaís se asustó tanto que saltó del susto. Si nadie estaba allí, ¿qué pasaría si pensaban que ella lo había hecho enfadar hasta desmayarlo?
Corrió hacia él para sostenerlo, gritando por ayuda a su alrededor.
-¡Alguien venga a ayudar! ¡Efraín se desmayo!
Desde el segundo piso, Lucas observaba la escena, suspirando mientras se ponía los audífonos para escuchar música.
-Mejor no me meto, ya estoy demasiado cansado para lidiar con esto.
Anaís, tras un rato de gritar sin respuesta, se sintió frustrada. Nadie en esa casa parecía útil en los momentos cruciales.
Lucas debería estar siempre al lado de Efraín, especialmente ahora que estaba herido y muy gravemente.
Con esfuerzo, Anaís logró levantar a Efraín, subiendo las escaleras paso a paso.
El peso de Efraín recaía completamente sobre ella, haciéndole la cara ponerse roja de tanto esfuerzo.
No sabía de dónde sacó la fuerza, pero logró llevarlo hasta la puerta del dormitorio y, con un empujón, abrirla de golpe.
La manija cayó al suelo, dejándola sorprendida por unos segundos.
Sin embargo, no podía detenerse a pensar en eso, así que rápidamente llevó a Efraín a la cama.
Estaba realmente preocupada. Efraín podría haberse equivocado, pero no quería que muriera por su culpa.
Se arrodilló junto a la cama, tomando una de sus manos, frotándola y soplando en ella.
En momentos de pánico, uno se siente perdido, sin saber qué hacer exactamente.
Le pellizcó la mano con desesperación, su rostro pálido por la angustia.
-Efraín, despierta, lo que dije no era en serio.
Él no reaccionaba, con los ojos cerrados como una delicada y frágil porcelana.
Anaís recordó de repente que el médico había mencionado cambiar las vendas.
Se apresuró a buscar las medicinas del hospital, quitando las vendas solo para descubrir que ya comenzaban a sanc
Con habilidad, comenzó a tratar la herida, cambiando el vendaje.
Sin embargo, para hacerlo, debía abrazarlo, como si estuviera midiendo el ancho de sus hombros y su cintura.
21:55
Σάμπατο 30/
De repente, esa sensación incómoda volvió a surgir en su interior. Apenas había comenzado a vendario cuando escuchó pasos fuera del dormitorio.
Giró la cabeza y encontró la mirada de Samuel.
A su lado estaba Iván, quien cerró los labios con disgusto,
Ambos habían venido después de enterarse de que Efraín había sido castigado severamente, y al ver a Anaís en esa posición, con vendas ensangrentadas alrededor, sus expresiones cambiaron.
Iván avanzó rápidamente, claramente molesto.
-Anaís, ¿acaso no eres humana? Efraín está herido, ¡¿y tú estás aprovechando para pasarte de lista mientras está vulnerable?!
21:55