Capítulo 715
Ella cerró los ojos con cansancio:
–Suéltame.
Pero él no quiso aflojar el abrazo.
-Luciana, si estás enojada, descárgalo conmigo; regáñame, lo que quieras. Pero no te lo quedes dentro, por favor.
Se notaba su afán por complacerla, pero ella se mantuvo impasible.
-Suelta… solo quiero recostarme un rato, no deseo hablar.
-De acuerdo, yo te llevo.
Con agilidad, Alejandro la alzó en brazos y la llevó hasta la cama, donde la depositó con cuidado. Pero no se apartó; se quedó a su lado, observándola.
-¿Puedes salir, por favor? -murmuró ella, abriendo los ojos con fastidio.
-Prefiero quedarme contigo.
-Entonces no podré dormir —repuso Luciana—. No me concentro si estás aquí mirándome.
Él entendió que lo estaba echando indirectamente y no supo cómo responder. Entonces, el timbre resonó. Era Amy, quien al ver que habían llegado, subió la cena. Alejandro no tuvo más remedio que ir a abrir, dándole a Luciana un instante de calma.
Volvió al rato con la bandeja, pero se encontró con Luciana acostada de costado, aparentando
dormir.
-Luciana… -dijo en voz baja, sentándose junto a ella y acariciándole la mejilla-. ¿Por qué no comes algo antes de dormir?
Ella no contestó. Él insistió:
-¿Luciana?
Cansada de escucharlo, Luciana abrió los ojos con un gesto de molestia:
-No tengo apetito. Cómelo tú, yo necesito descansar.
Dicho esto, volvió a cerrar los párpados. Alejandro dedujo que su falta de apetito era consecuencia de su mal humor.
-No es bueno dormir sin haber cenado -le advirtió con suavidad-. Mira, aunque sea come
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Capitulo 715
un poco, por favor.
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Diciendo eso, trató de incorporarla. Luciana se alteró y lo apartó con las manos:
–Te estoy diciendo que no quiero comer, ¿no entiendes? ¿Por qué me fuerzas?
-¿Forzarte? -repitió él con tono incrédulo-. Solo intento cuidarte. Sé que estás molesta, pero no deberías castigar a tu cuerpo.
-No lo hago para fastidiarte -exclamó Luciana con un suspiro-. En la sala de espera comí bastantes cosas, de verdad no me cabe nada más.
Entonces por lo menos un poco de caldo…
-¡Que no! -estalló ella, perdiendo la paciencia—. Ya te lo expliqué, ¿por qué insistes? ¡Me estás volviendo loca!
Alejandro frunció el ceño:
-¿Te parezco insoportable?
-¡Sí, lo eres!
-¿Y qué más te molesta de mí? –preguntó, dejando que ella soltara su rabia—. Sigue, desahógate.
Sin previo aviso, la cargó en brazos y la llevó hasta el comedor, sentándola en una silla. Sirvió una taza de sopa y un poco de arroz.
-Cómete esto, y después te dejo regresar a la cama.
Con semblante hosco, Luciana tomó el cuenco y probó una cucharada. De pronto, una lágrima se escurrió y cayó en la sopa.
-¡Luciana! -Alejandro se alarmó y corrió a arrodillarse frente a ella-. Por favor, no llores. Si quieres, golpéame, grítame, pero no te hagas daño.
Luciana levantó la mirada, con los ojos llenos de tristeza.
-No, el problema soy yo… —dijo con la voz entrecortada-. Yo misma acepté que cuidaras de ella, pero me siento fatal por tu retraso hoy. Me enoja… Y me doy cuenta de que no soy tan comprensiva como creía. Estoy molesta conmigo misma por sentir así.
Alejandro sintió un gran pesar; cada lágrima de Luciana le desgarraba el alma. Pero, en el fondo, también notó una sensación extraña de alivio. Se incorporó para abrazarla y tomó su rostro entre las manos.
-¿Estás celosa, Luciana?
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Capítulo 715
Ella parpadeó, con un puchero y la voz temblorosa:
-Sí… 2
Él no pudo reprimir una sonrisa:
-Me gusta que te pongas celosa por mí. Me fascina que te importe tanto.
Entonces se inclinó a besarla. Luciana se aferró a él, cerrando los ojos.
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