Capítulo 776
-Diego se acercó y le dio unas palmadas en el hombro-. Vamos, ya te disculpaste con Anselmo. Normalmente eres tan tranquilo, ¿por qué hoy no puedes mantener la calma?
Fausto guardó silencio por unos segundos, y de repente una sonrisa apareció en su rostro.
-Lo importante es que Efraín está bien. Anselmo, hoy me he comportado mal, otro día iré personalmente a pedir disculpas.
Diego suspiró aliviado y le dijo algo más a Anselmo.
Fausto no prestó atención, se dio la vuelta y bajó las escaleras.
Cuando salió, fue a encender una vela, y al salir, el teléfono de Anaís sonó.
-Fausto, ¿has visto a Efraín?
Él se llevó una mano a la frente, frotándola con suavidad.
-El viejo hizo una maniobra distrayendo a todos. Efraín probablemente ya no está en la casa.
El corazón de Anaís dio un vuelco. Para ella, el viejo era implacable, y si realmente quería hacerle algo a Efraín, no perdería tiempo.
Su voz se tornó áspera.
-Entonces, ¿a dónde podría ir?
Fausto bajó la mirada, y con calma sacó un cigarrillo, llevándoselo a la boca.
-No lo sé, quizás la familia Lobos tenga un sótano.
Solo fumaba cuando estaba realmente frustrado. Dio unas caladas y, al escuchar el sonido al otro lado de la línea, dudó un poco.
-Anaís, ¿estás llorando?
La pregunta sorprendió a Anaís. Estuvo a punto de negarlo, pero al tocarse la mejilla, sintió la humedad.
-Yo…
-Efraín estará bien. Como te dije, quizás solo intenten que te olvide. Con su personalidad, incluso si te olvida, en cuanto te vea, volverá a enamorarse. No te preocupes.
El corazón de Anaís se sintió como si lo hubieran apretado con fuerza.
Incluso Fausto lo decía, lo cual demostraba cuánto Efraín la quería. Él lo había notado.
Ella abrió la boca, sintiendo un dolor punzante en el pecho.
Fausto dio unas caladas más y luego dijo:
-Además, Efraín no quiere irse del país. Para él, lo más importante eres tú. Anaís, ¿no podrías
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ser un poco más proactiva?
Ya no pudo seguir fumando y lanzó el cigarrillo al cesto de basura cercano.
-Si te olvida, solo acércate más a él. Te apuesto que en dos días se enamorará de ti otra vez. No digo más.
Colgó el teléfono, dejando a Anaís con un dolor de cabeza intenso.
A su lado, Santiago, preocupado, le ofreció una botella de agua.
-¿Hermana, te duele mucho? ¿Quieres un poco de agua?
Anaís estaba pálida, pero sonrió débilmente y negó con la cabeza.
-Solo estoy pensando en cuánto sabe Fausto para estar tan seguro.
Recordó haber escuchado una conversación entre Fausto y Efraín, donde Fausto le preguntaba si seguiría esperando, y Efraín había respondido afirmativamente.
En ese momento, pensó que Efraín esperaba a su verdadero amor de la familia Córdoba.
Pero ahora, al reflexionar, ¿podría ser que su verdadero amor fuera ella?
Porque era ella, Fausto se atrevía a hablar con tanta certeza.
Ansiosa, volvió a llamar, y la voz de Fausto resonó al otro lado.
-¿Qué pasa ahora?
-Antes, ¿recuerdas una vez que hablaste con Efraín y le preguntaste si seguiría esperando?
-Oh, ¿te refieres a eso? Sí, le gustas desde hace años. No sé exactamente desde cuándo, pero puedes buscar en Bahía de las Palmeras. Allí escondió un uniforme escolar tuyo. En tu foto de graduación, ¿no eras la única que no llevaba uniforme? Efraín lo robó y lo guardó durante años.
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