Capítulo 783
Anaís esperó pacientemente a que él terminara de comer. Sosteniendo el contenedor térmico que debía lavar, se disponía a irse cuando él la llamó.
-Tú…
Con los demás, él simplemente daba órdenes breves y concisas. Pero con ella, siempre parecía necesitar varios segundos para pensar.
Después de darle vueltas en la cabeza, ni siquiera sabía qué decirle.
Anaís esperó diez segundos, pero al no obtener respuesta, adivinó:
-¿Vas a salir esta noche a una reunión y no necesitas que te lleve la cena?
Sus ojos brillaron un par de veces.
-Sí.
Después de esa escueta respuesta, quizás sintiéndose un poco rudo, agregó:
-No lo puedo evitar.
Ella esbozó una sonrisa leve.
-Bien, entonces vendré puntual por la mañana.
Dicho esto, abrió la puerta de la oficina y se fue.
Efraín se quedó mirando el teclado frente a él. En los últimos días, sus emociones habían estado muy tranquilas; ni las personas ni las cosas le provocaban reacciones.
Todo a su alrededor parecía en tonos grises, sin despertar su interés. Solo el trabajo lograba
mantenerlo enfocado.
Pero cada vez que ella aparecía, era como si un cuadro descolorido recobrara vida con destellos vibrantes, como si un mundo marchito volviera a florecer tras una lluvia primaveral.
No necesitaba preguntarse quién era ella.
Se había acostumbrado a esperar su llegada.
Trabajó hasta las seis de la tarde, cuando Lucas tocó a la puerta, informándole que el quinto anciano ya había llegado.
En el último cumpleaños de Anselmo, Efraín no había podido verlo, y el quinto anciano se había ido.
Ahora había vuelto a San Fernando del Sol y había acordado reunirse con Efraín.
Esa noche, la villa estaba tan animada como siempre.
Cuando Efraín llegó, las miradas se posaron sobre él. Al notar que Anaís no estaba a su lado,
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Capitulo 783
algunos suspiraron aliviados, mientras otros rechinaban los dientes de rabia.
Nadie sabía qué había hecho el anciano para realmente separarlos.
El quinto anciano tenía un aspecto muy afable y, al ver a Efraín, soltó un suspiro de alivio.
-Efraín, cuánto tiempo sin verte.
Efraín asintió y se acercó con paso tranquilo.
Desde que
había despertado, ya no usaba la silla de ruedas, y su presencia era aún más imponente que antes.
El quinto anciano estaba satisfecho y rápidamente levantó la mano, dándole unas palmaditas en el hombro.
-¿Tus piernas están completamente bien? Ahora parece que no hay diferencia con una persona normal.
Efraín miró sus piernas, sin recordar muy bien si tuvo algún problema antes. Aunque no entendía del todo el pasado, no sentía dolor, así que
asintió.
Anselmo mostró una expresión de satisfacción.
-Si ya estabas bien, ¿por qué seguías usando la silla de ruedas? Nos preocupaste a todos.
El quinto anciano sonrió y colocó un anillo ámbar en el pulgar de Efraín.
-Efraín, toma esto. Dado que tus piernas están bien, ese puesto te espera. Al principio, discutimos con el anciano mayor por tu situación. Él creía que debíamos esperar, pero ahora que estás bien, no hay necesidad de hacerlo. ¿Cuándo planeas salir del país?
Efraín observó el anillo, que era de un color ámbar y parecía muy antiguo.
Lo miró por un rato, luego sus ojos se posaron en otro dedo, sintiendo que algo debería ocupar ese espacio vacío.
Cuando despertó, había preguntado a su padre, pero nadie le había dicho nada. Todo parecía un sueño.
No dijo nada, y Anselmo tosió un poco.
-El quinto anciano te está preguntando. Deberías hacer planes pronto. La señorita Marín sigue esperando, es una buena oportunidad para que se conozcan mejor.
El quinto anciano sonreía ampliamente.
-La familia Marín sigue interesada en Efraín. Con su porte, cualquiera que lo vea no lo olvidará.
Efraín miró el anillo en su mano y asintió.
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