Capítulo 791
Samuel se las ingenió para escupir en una servilleta, mientras que Iván no pudo contenerse y terminó vomitando directamente en el suelo.
-¡Agua! ¡Agua! ¡Agua, agua, agua! -gritó Iván desesperado.
Samuel le pasó una botella de agua sin abrir, e Iván, con el rostro descompuesto, se la bebió de un solo trago.
Una vez repuesto, se sentó en la silla y miró incrédulo a Anaís, dudando de que alguien pudiera haber preparado algo tan horrible.
-¡Claro! Estás intentando envenenar a Efraín, ¿verdad? Anaís, siempre supe que no eras de fiar. ¡Así que esto es lo que planeabas! -exclamó, como si hubiera descubierto un gran secreto.
Anaís, que al principio se sentía mal, se sintió un poco mejor al ver la reacción de los dos.
Justo cuando iba a responder, Santiago entró desde afuera.
Santiago había llegado a Bahía de las Palmeras una hora antes. Pensaba entrar al salón, pero al ver que Anaís estaba bien, decidió quedarse con los demás afuera, disfrutando un rato.
Ahora, al ver los platillos en la mesa, se acercó rápidamente.
-Hermana, ¿otra vez cocinando? ¿No era que esta mañana ya le habías llevado comida a tu cuñado? ¿No la quiso? -preguntó mientras agarraba una cuchara, listo para probar.
Anaís le sujetó la muñeca.
-No lo hagas, me distraje mientras cocinaba, y hoy no me quedó nada bien.
Apenas terminó de hablar, Efraín bajó las pestañas y volvió a tomar la cuchara.
-No, está delicioso -dijo, sin que le temblara la voz.
Samuel e Iván lo miraron como si estuvieran viendo un fantasma. Se decía que el amor era ciego, ¡pero esto era demasiado!
Anaís observó cómo él seguía comiendo cucharada tras cucharada, y conmovida, los ojos se le llenaron de lágrimas,
-Ya no comas más le pidió.
Efraín levantó la mirada y al ver sus ojos, dejó la cuchara.
Con su dedo, rozó suavemente el párpado de Anaís.
Ella sintió un leve temblor en las pestañas y quiso decir algo, pero con tanta gente alrededor, respiró hondo.
-Voy a volver a cocinar -dijo.
Él contempló su propio dedo por un momento, perdido en sus pensamientos, y luego sujeto la
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Capitulo 791
muñeca de Anaís.
-Tú…
Parecía haber perdido la capacidad de expresarse, y después de unos segundos, de repente colocó la mano en la mejilla de Anaís y le dio un beso.
Anaís se quedó helada y miró instintivamente a los otros tres.
Samuel e Iván ya estaban acostumbrados a estas escenas desde la última vez en la sala privada, donde los besos habían sido mucho más intensos.
Pero Santiago se sonrojó como un tomate, alternando su mirada entre Anaís y Efraín, mientras se rascaba la mejilla y desviaba la vista.
Finalmente, Anaís decidió que Lucas se encargara de pedir comida del hotel.
Aprovechando la pausa, Samuel le preguntó a Efraín:
-Fausto dice que lo tuyo es grave. Pero te veo como si nada, ¿qué te pasa?
Efraín levantó las pestañas, y con un tono cortante, replicó:
-¿Y tú quién eres?
La sonrisa de Samuel se congeló en su rostro, y se señaló a sí mismo con el dedo, como preguntando si hablaba en serio.
Iván creyó que Efraín estaba bromeando y quiso hacer un comentario, pero la siguiente pregunta lo tomó por sorpresa.
-¿Y tú quién eres?
Iván se puso rojo de la frustración y golpeó la mesa con fuerza.
-¡Está bien, supongamos que no nos recuerdas! ¿Pero qué pasa con Anaís? ¿No me digas que tienes una enfermedad que te hace olvidar a todos menos a ella? ¿Crees que el viejo te dejaría tener algo así? ¡Estás soñando!
Aquella observación dio justo en el clavo. Si la condición de Efraín había sido causada por el viejo, ¿cómo era posible que solo recordara a Anaís?
Anaís también estaba intrigada y miró el perfil de Efraín.
Él soltó suavemente la muñeca de Anaís y bajó las pestañas.
-Yo…
Parecía que no podía articular palabra. Anaís se preocupó de inmediato, tomó su brazo y miró a Iván.
-¿Por qué no podría tener una enfermedad así? No puedes juzgar a Efraín con el pensamiento común, ¿verdad?
Iván observó al hombre silencioso, respiró hondo y luego miró a Samuel.
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-¡Habla tú!