Capítulo 805
Si estos secretos tenían que ver con Anaís, y si después de conocerlos ella terminaba
separándose, entonces era la oportunidad perfecta para Fabiana.
Respiró hondo, tratando de ocultar la emoción que le recorría el cuerpo, mientras una sonrisa se dibujaba en sus labios.
-Quiero saber, ¿Anaís ha estado alguna vez aquí dentro?
El hombre que vigilaba el lugar le respondió con un tono seco:
-Por favor, regrese a la casa.
Eso quería decir que Anaís nunca había estado ahí. Así que la mujer que cantaba en esa casa guardaba algún secreto, y seguro tenía que ver con Anaís.
De no ser así, Efraín jamás habría puesto tanta vigilancia en ese lugar. Él solo actuaba así
cuando se trataba de asuntos relacionados con Anaís.
Fabiana sintió que ese era el momento que había estado esperando.
Volvió a la casa principal con una alegría que apenas podía disimular. Después de cenar, fingió estar preocupada y preguntó por el estado de Anaís.
-La señora sigue sin despertar, tal vez hasta en la noche reaccione -le informó una de las empleadas.
Las lágrimas resbalaron por el rostro de Fabiana, como si estuviera sumida en una gran
tristeza.
-De acuerdo, ya entendí.
La empleada suspiró.
-Señorita Illanes, después de la cena trate de descansar, ¿sí?
-Gracias, lo haré.
Después de comer, Fabiana se retiró a su habitación de visitas. Desde la ventana podía ver a lo lejos la otra casa, aunque solo alcanzaba a distinguir las luces encendidas; todo lo demás quedaba envuelto en la oscuridad.
Se recargó en el respaldo de la silla, dejando volar su mente, preguntándose quién sería esa mujer escondida.
Desde antes, Fabiana ya sabía que Efraín tenía sentimientos por Anaís, por eso había buscado ser su amiga.
Bajó la mirada, recordando los datos que había conseguido de Roberto Lobos.
Según Roberto, el novio de Anaís había muerto. Si lograba que todos creyeran que Efraín tenía
algo que ver, entonces entre ellos ya no habría manera de reconciliación.
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17:00
Fabiana volvió a inhalar profundo. Tenía tantas ideas dando vueltas en la cabeza que sentía que iba a explotar. Así que mejor se echó en la cama.
Durante los días siguientes, tendría que seguir aparentando una relación de hermanas.
Después de tantos años actuando en La Luna, nadie podía igualar su talento para fingir. Anaís jamás descubriría nada.
A la mañana siguiente, Anaís por fin despertó.
La fiebre había cedido, pero la cabeza todavía le palpitaba como si fuera a partirse en dos. Recordaba haber sentido lo mismo cuando despertó en la cama de Efraín.
Se llevó la mano a la frente, masajeando las sienes. De repente, la puerta de la recámara se abrió y Fabiana apareció, fingiendo preocupación.
-Anaís, ¿ya te sientes mejor? Me tenías con el alma en un hilo. Ni siquiera me has contado qué fue lo que pasó.
El poco color que le quedaba a Anaís desapareció. Iba a responder, pero justo en ese momento una empleada llegó corriendo y tocó la puerta.
-Señora, el señor ya regresó.
Anaís se quedó helada. Pensó que estaba escuchando cosas. ¿Cómo era posible que Efraín hubiera vuelto? ¿Acaso el patriarca se lo había permitido?
Intentó hablar, pero no le salía ni una sílaba.
La empleada trató de consolarla.
-El doctor dijo que tus cuerdas vocales están lastimadas. Mejor descansa y no hables.
Anaís asintió y, de inmediato, intentó levantarse para ir a buscar a Efraín. Pero en cuanto puso los pies en el suelo, se tambaleó. Por suerte, Fabiana la sostuvo a tiempo.
-Tranquila, yo te ayudo a llegar.
Anaís asintió de nuevo.
Cuando llegaron al descanso de la escalera, vieron a Efraín subiendo desde el primer piso. Lucas ya había sido trasladado de emergencia. Ahora, Efraín iba acompañado de alguien desconocido, probablemente un asistente.
El asistente levantó la mirada y, al ver a Anaís, frunció el ceño, pero no dijo nada. Solo siguió a Efraín en silencio.
Aunque le dolía la garganta, Anaís intentó saludar.
Pero Efraín pasó de largo, sin decir ni una palabra, como si ella no existiera.
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Capitulo 805
Anaís bajó la mirada. Fausto Moratalla había acertado: el patriarca de la familia había vuelto a mover sus piezas.
A Fabiana también le sorprendió la indiferencia de Efraín. Siempre buscaba cualquier pretexto para estar cerca de Anaís, ¿por qué hoy la ignoraba así?
De todos modos, Fabiana no preguntó nada. Sabía que no era el momento adecuado.
La noche anterior ya se había dado cuenta de que toda Bahía de las Palmeras estaba llena de gente de Efraín. No podía confiarse ni un segundo.
-¿Anaís?
Anaís negó con la cabeza, dando a entender que estaba bien. Ahora lo importante era recuperar fuerzas.
Caminó de regreso a la habitación, apoyada en Fabiana.
Ya instalada de nuevo en la cama, Fabiana no pudo evitar preguntar:
-¿Qué fue lo que pasó?
Anaís señaló su garganta, mostrando que no podía hablar.
-Voy a ver si ya está lista la sopa que te prepararon.
Fabiana salió de la habitación tan rápido como pudo. Al cerrar la puerta, sus ojos brillaban de emoción.
No se había equivocado: Efraín había mirado a Anaís como a una extraña.
Esa clase de mirada no se puede fingir.
¿Sería que la familia Lobos había hecho algo para separarlos? ¿Por eso Anaís estuvo a punto de morir la noche anterior?
Fabiana no pudo evitar sonreír. Bajó rápidamente las escaleras y se acercó a las empleadas fingiendo interés.
-¿Ya está lista la sopa?
Mientras tanto, volteaba a ver hacia el piso de arriba, esperando que Efraín bajara.
No tuvo que esperar mucho.
Diez minutos después, Efraín apareció en la planta baja.
Fabiana fue directo hacia él.
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