Capítulo 806
-Presidente Lobos, Anaís está gravemente herida, ¿no va a ir a verla?
Efraín se detuvo en seco. Su mirada se posó un instante a un lado de Fabiana.
En la memoria de Fabiana, nunca antes se habían mirado así, tan de frente, tan directo el uno al
otro.
A decir verdad, desde hacía muchísimo tiempo, Fabiana tenía a Efraín en WhatsApp. Fue él quien la agregó, ni más ni menos.
Cuando eso pasó, ella se ilusionó como nunca antes, pero la sorpresa duró poco, porque él enseguida le soltó:
-¿Podrías avisarme de vez en cuando cómo está ella?
En ese entonces, lo había visto llegar a la escuela. Seguramente fue por la graduación de
Anaís.
Anaís estaba en el centro de todo, acaparando miradas, quejándose porque alguien le había perdido su uniforme.
Fabiana ya traía un crush tremendo por Efraín; con solo verlo una vez, sentía que ya no había
vuelta atrás.
Por eso, esas palabras retumbaron en su cabeza como un rayo, dejándola aturdida por mucho
rato.
Trató de convencerse de que había entendido bien, pero aun así, no pudo resistirse a agregarlo en WhatsApp.
¡Era Efraín! En todo San Fernando del Sol, ¿quién no lo conocía?
Fue ahí cuando se enteró de que él, con todo ese linaje y esa pinta, estaba en medio de un amor imposible.
¿Y Anaís? ¿Qué tenía de especial? No era más que la hija mimada de la familia Villagra.
La envidia se le metió hasta los huesos y creció como maleza.
Odiaba que la mujer que él miraba no fuera ella.
Ahora, encima, se enteraba de que Anaís ni siquiera era la legítima heredera de los Villagra.
¿Y qué si era una bastarda? ¿Por qué tenía Efraín que volverse loco por ella?
Al final, el destino parecía estar de su lado: ¡Efraín ya no quería a Anaís!
Fabiana recordaba la amargura de cada mensaje que le enviaba después de agregarlo. Se le humedecían los ojos solo de pensarlo.
Se esmeraba en cada publicación de Instagram, eligiendo cada palabra con la esperanza de
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que él la notara.
Pero solo daba “me gusta” a las publicaciones relacionadas con Anaís.
Y cada “me gusta” suyo la hacía sonreír por horas.
Aprendió a meter su propio contenido entre lo de Anaís, pero pasaron los años y Efraín nunca
vio más allá de Anaís.
Sus ojos estaban rojos de tanta rabia y envidia mientras lo veía de frente, sin intentar ocultar
nada.
Efraín frunció el entrecejo, como si intentara recordar de quién estaban hablando.
Fabiana notó su confusión y supo en ese instante que a él ni le importaba Anaís, que incluso la había borrado por completo de su memoria.
-En fin, presidente Lobos, si no va usted, yo me encargo de cuidar a Anaís.
Efraín guardó silencio. Se dio la vuelta, tomó su portafolio y se fue.
Fabiana contempló su espalda, deseando poder grabar esa imagen en su corazón para
siempre.
No se dio la vuelta hasta que el carro desapareció por completo de la plaza. Entonces, subió
las escaleras en busca de Anaís.
Anaís seguía sentada en la cama, mirando al vacío, quién sabe en qué pensaba.
Fabiana decidió que era el momento perfecto para meterle el dedo en la llaga.
egresó el presidente Lobos. Le pedí que viniera a verte, pero ni quiso acercarse. cía que ni te conocía. Anaís, ¿de verdad se pelearon tan feo esta vez?
s se veía más flaca. Se recargó hacia atrás y cerró los ojos lentamente.
Fabiana tomó su mano, intentando mostrar consuelo en la mirada.
-Si te sientes mal, aquí voy a estar contigo, hasta que quieras hablar.
Anaís no respondió. Le dolía la cabeza, la garganta, y no tenía ánimos para decir una sola palabra.
Pasaron dos días más. Cuando Fabiana volvió a entrar, Anaís se veía un poco mejor.
-¿Cómo te sientes hoy, Anaís?
Anaís apenas movió los labios y le pidió a la empleada:
-Por favor, prepárales más comida a los mayores. Gracias.
La trabajadora asintió y le pasó un vaso de agua.
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Capitulo 806
-Señora, no tiene que ser tan formal con nosotros. Estos días la he visto más delgada. El señor
regresó a toda prisa y se fue igual de rápido. Si tienen algún malentendido, arréglenlo pronto. Hasta nosotros estamos preocupados.
Anaís contuvo todas sus emociones.
El problema más grande entre Efraín y ella era justo ese: no había ningún malentendido.
Respiró hondo y no dijo nada.
La empleada se retiró enseguida.
Fabiana se sentó al borde de la cama, recordando que la noche anterior había intentado volver a esa casa, pero la echaron otra vez.
Cada vez le daba más curiosidad saber quién estaba encerrado ahí.
—Anaís, ¿te sientes mejor? ¿Ya puedes contarme qué pasó?
Anaís resumió en un minuto todo lo que había pasado y la miró.
-Gracias, Fabiana.
Si no hubiera sido por Fabiana, tal vez ya estaría muerta.
A Fabiana le tembló el corazón. Si hubiera sabido que esa noche iban a intentar matarla, tal vez la habría abandonado y ya no tendría que verla ni aguantar todo esto.
Lo lamentó, pero como siempre fue precavida, solo estuvo unos segundos molesta y luego puso cara de preocupación.
-¿Y ahora qué vas a hacer? Anselmo te trata así, y al presidente Lobos ni le tiembla la mano contra él. ¿Vas a quedarte toda la vida en Bahía de las Palmeras?
Anaís miró por la ventana, sin saber qué responder.
Efraín solo volvió por un rato, quizá por órdenes del viejo, para ver si ya la había olvidado.
El hombre que seguía a Efraín seguramente le contaría todo al jefe.
El viejo parecía satisfecho esta vez. Efraín de verdad la había dejado atrás; ni la miró a los ojos, ni una sola vez. Era un extraño total.
Al pensarlo, sentía que algo se partía en su pecho, como si la hubieran golpeado justo donde más le dolía.
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