Capítulo 721
De pronto, Fernando cerró los párpados con fuerza, como si temiera que fuera una ilusión. Al volver a abrirlos, comprobó que Luciana seguía ahí.
—¿Por qué me observas así? -bromeó ella-. ¿No me querías ver?
-No, no es eso… -respondió él, todavía aturdido.
-Ay, por favor -replicó Luciana con un tonito de impaciencia-. Tú estás enfermo, pero no tanto. Yo estoy embarazada y no debería cansarme. Anda, ve a buscar agua.
-¡Ah… sí! -Fernando reaccionó al fin, tomó el jarrón y se metió al baño.
Regresó al cabo de un momento, pasándole el florero lleno:
-Luciana, aquí tienes.
-Gracias.
El seguía pasmado, así que Luciana suspíró.
-¿Te sorprende? Te dije que volvería, ¿no?
-Sí… Él asintió con expresión de sorpresa, sintiendo un ligero calor en el pecho, como si despertara de un largo letargo.
***
Tras la visita, Luciana se dispuso a marcharse. Mientras esperaba a que llegara el vehículo, vio de lejos a Clara. Ella caminaba con cara de pocos amigos, saliendo por la puerta este, y se encontró con aquel hombre de mediana edad al que Luciana ya había visto un par de veces. Él la rodeó con el brazo, susurrándole algo para tranquilizarla. Al parecer logró su objetivo, porque Clara dejó de mostrarse tan molesta.
Luciana supuso que esa escena dejaba en claro cuál era la relación entre ellos, aunque no tuviera intención de decir nada al respecto. “Prefiero no mirar demasiado, no vaya a ser que me lastime los ojos“, pensó mientras desviaba la vista. Sin embargo, Clara se giró justo entonces y pareció reconocerla por la parte trasera de la cabeza.
-¿Pasa algo? -inquirió el hombre, acercándose más a Clara-. ¿En qué piensas?
-No… nada titubeó ella, sin soltarlo.
-Vámonos.
-Si.
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Capitulo 721
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Clara siguió andando, aunque no dejaba de mirar atrás, sin ver rastro de Luciana.
Por la tarde, Luciana tenía una revisión de rutina en obstetricia. Simón la llevó y Alejandro iría directamente desde la oficina para acompañarla. Como ella llegó antes, comenzó los exámenes. Ya para cuando él llegara, los resultados estarían listos y podrían ver juntos a la doctora Alondra.
Saliendo de la monitorización fetal, se topó con Ricardo.
—¿Tú aquí? —musitó Luciana, extrañada—. Este es un hospital de maternidad. Además, ¿qué pasa con tu salud? ¿Te escapaste del hospital?
Entornó los ojos, molesta:
-¿Sabes cómo estás de delicado? De verdad, ¿quieres matarte?
-Luciana… Ricardo lucía pálido y nervioso-. Sé que no debí, pero por favor, no empieces a regañarme.
Luego, con un gesto de urgencia, la cuestionó:
-¿Has visto a Clara?
-¿Clara? -repitió Luciana, perpleja-. No. ¿Acaso está enferma?
Pensó que, si Clara acudía a un hospital de maternidad, tal vez se trataba de un problema ginecológico.
Ricardo no respondió. Se limitó a mirar en derredor, alterado:
-La vi entrar, la tengo que encontrar.
Y empezó a caminar por los pasillos, abriendo puertas, llamándola con voz cada vez más agitada:
-¡Clara! ¡Clara Soler! Sé que estás aquí, ¡sal!
Varios pacientes y visitantes voltearon a mirarlo, algunos susurrando. Luciana notó la manera desesperada en que Ricardo se comportaba y se dio cuenta de que, tal vez,
había descubierto algo grave. Aunque no era sorpresa: hasta ella había visto señales extrañas con Clara, así que… ¿ cómo no habría sospechado él?
¿Y si Clara tenía razones muy distintas para estar ahí? 17
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