Capítulo 722
Aquel enojo de Ricardo podía estar vinculado a una infidelidad o algo peor.
-¡Clara! ¡Clara! -gritó Ricardo, con la voz retumbando en el pasillo.
-¿Por qué tanta gritadera? -respondió de pronto una voz masculina.
Luciana se volteó y vio que, del consultorio cercano, salía precisamente Clara, sostenida por aquel hombre de mediana edad al que ella ya había visto más de una vez.
-¡Clara! -Ricardo apretó los puños, clavándoles la mirada, con el rostro descompuesto.
-Ri… ¿Ricardo? -balbuceó Clara, que sintió las piernas temblar. De no ser porque el hombre la sostenía, habría caído al suelo.
Su piel adquirió un tono lívido, y se acercó con timidez, intentando sujetar la mano de su esposo:
-Por favor, déjame… déjame explicarte…
-¿Explicar? -respondió Ricardo con furia-. ¿Qué demonios haces en este sitio? ¿Qué enfermedad inmoral te has contraído?
Al ver la libreta de control en la mano de Clara, se la arrebató antes de que ella pudiera protegerla. 2
-¡Ricardo!
Era demasiado tarde. Él ya lo había leído: en la sección de diagnóstico, se veía claramente embarazo incipiente“.
((
Ricardo soltó una risa helada, amarga. Clara cerró los ojos con un aire de derrota, sintiendo que lo mejor sería morirse. Porque ese hijo, definitivamente, no era de Ricardo: él llevaba mucho tiempo enfermo, sin intimidad con ella. 1
La gente alrededor empezó a murmurar, algunos con comentarios burlones:
-Vaya escándalo. ¿Los pescaron en plena infidelidad?
-Esa señora no es tan joven, ¿cómo logró embarazarse así?
-¿Acaso no sabes? Dicen que mientras más años, mejor se les da… En cambio, a los hombres se les agota todo…
Ricardo estaba al borde de la explosión, y cuando dirigió la vista hacia ese hombre que le ” colocó los cuernos“, el coraje le brotó sin límites. Avanzó con tres pasos rápidos, alzó el puño dispuesto a soltar un golpe, pero en el aire sintió una fuerza que lo detuvo.
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El sujeto de mediana edad se rio con sarcasmo.
-¿Golpearme? ¿Tú? —se burló—. ¿Crees que puedes, Ricardo? ¡Eres un inútil! ¿Cuánto tiempo hace que no sirves como hombre? Jajaja…
-T–tú… Ricardo temblaba de furia, y su semblante palidecía más con cada segundo.
-Hmph. -El sujeto rió con desprecio-. Ya que no das la talla, no me culpes si soy yo quien no se contiene.
-¡Basta! —se oyó de pronto la voz firme de Luciana.
El hombre se detuvo con el brazo alzado, mirando a Luciana con desdén:
-¿Y tú quién eres?
-Luciana… -musitó Clara, con un murmullo casi inaudible.
Luciana avanzó un par
de pasos y los encaró:
-No te preocupes por quién soy yo. Te basta saber quién es mi esposo.
-¿Tu esposo? ¿Y quién se supone que es?
-Soy yo. -Dos palabras, pronunciadas con calma y un tono grave, acompañadas por pasos que se acercaban: era Alejandro, finalmente llegando. Al verlo frente a aquel desconocido, Luciana pensó en todo lo que habría pasado si tardaba más. El corazón de Alejandro latía con fuerza al ver a su mujer en esa escena tensa.
Se acercó, atrayendo a Luciana hacia su pecho para protegerla, y luego miró con frialdad al hombre:
-Soy su marido.
-¿Y eso qué?
Alejandro se dignó a responder sin apenas mirarlo:
-No todo el mundo merece saber quién soy. Pero ya que mi esposa lo mencionó… Escucha bien: Alejandro Guzmán. 1
-¿Ah? -El hombre se quedó helado, y echó un vistazo a Clara, como si al fin comprendiera la situación-. Conque tú eres… Alejandro Guzmán…
Enseguida, su actitud de matón se desvaneció por completo, como un cohete mojado incapaz de arrancar. Clara, en cambio, abrió los ojos con incredulidad:
-¿Esposo? ¿Ustedes… no estaban divorciados?
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Luciana se encogió de hombros, con una sonrisa desdeñosa:
-¿Te sobra tiempo para preocuparte por eso?
La mente de Clara registró aquella respuesta e involuntariamente dirigió la mirada a Ricardo:
-Ja… ja… Ricardo la miró con un rencor gélido-. Justicia divina, ¿no?
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