Capítulo 718
-¡Luciana! —exclamó Alejandro, dando un paso.
-¡Ni se te ocurra interferir! -lo cortó ella con un grito helado, sin darse la vuelta.
-¿Qué… qué piensas hacerme? -sollozaba Mónica.
Luciana inspeccionó el mueble del lavabo, encontró una pequeña hoja de afeitar y la levantó con una sonrisa siniestra.
-¿No lo oíste? ¡Voy a complacerte!
Cada palabra salía de sus labios con un filo gélido. Con un agarre firme, levantó el brazo de Mónica y le presionó la cuchilla contra la arteria principal.
-Será rápido. Soy bastante habilidosa. No sentirás mucho dolor. Con un solo tajo, te “liberaré”
Los ojos de Luciana brillaban con un resentimiento profundo. Empezó a ejercer más fuerza sobre la muñeca de Mónica.
—¡Aaah…! —chilló Mónica, horrorizada, su cuerpo se tensó y trató de zafarse—. ¡No, suéltame! ¡No lo hagas!
-¿Por qué te resistes? -inquirió Luciana, fingiendo extrañeza-. Tú misma pedías la muerte. Deberías darme las gracias y aceptar gustosa, ¿no?
-¡No! ¡No…! -Mónica negaba con la cabeza, empapada en lágrimas-. ¡No quiero morir, no quiero…!
Luciana esbozó una sonrisa fría, pero de pronto notó cómo alguien presionaba con habilidad un punto de su muñeca, obligándola a soltar la hoja. Era Alejandro, que aprovechó el momento para arrebatarle el cuchillo.
-¡Luciana! -la encaró-. ¡Basta de locuras!
Un paso en falso y aquello podía terminar en una tragedia real.
-¡Aaah…! -Mónica cayó al suelo, totalmente débil, mirando a Alejandro con ojos aterrados –. ¡Está loca, Alex, se volvió loca!
–
Alejandro frunció el ceño y dirigió su mirada a Luciana, sin entender la furia que la dominaba.
-¿Qué te pasa? 1
-¿Qué me pasa? -repitió ella, con la vista inyectada en sangre mientras señalaba a Mónica—, ¿Acaso no se lo merece? ¿No debería morir? ¿Sabes cuántas maldades ha hecho? –contuvo un
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temblor-. Fue ella quien retuvo las cartas que Fernando me enviaba, ¡durante tres años completos!
Alejandro recordó la bolsa llena de cartas de Fernando que en su día vio. Nunca había considerado la posibilidad de que Mónica las hubiera retenido a propósito.
Luciana, con la voz temblorosa y los puños apretados, continuó:
-¡Por su culpa, Fernando cayó en depresión! ¡Durante tres años! Ha estado hundido, sin ganas de vivir… 1
El desconcierto de Alejandro lo llevó a voltear hacia Mónica.
—¡No es mi culpa! —protestó ella de inmediato. ¡Qué absurdo! ¿Retuve unas cartas y eso le basta para querer morirse? ¡Vaya delicado! ¿Depresión? ¡Por favor! Si quiere morir, que no me eche la culpa. 1
Soltó una risita amarga:
-Seguro él también finge, igual que ella está fingiendo ahora. Todo para dar lástima y que lo compadezcan.
Las palabras de Mónica colmaron la paciencia de Luciana. Sin pensarlo dos veces, levantó la mano y le propinó un bofetón contundente.
-¡Ah! -Mónica se llevó la mano a la mejilla, incrédula.
-¿Crees que Fernando es como tú?
oplicó Luciana, con un ardor que le nublaba la mirada – Tú finges que quieres morir, por eso crees que todo el mundo actúa como tú. Pero Fernando es un hombre íntegro, no una farsa ambulante como tú.
Tras soltar esa acusación, Luciana dio media vuelta, dispuesta a marcharse.
—¡Luciana! —Alejandro la detuvo, sujetándola del brazo.
Ella no lo miró. Su voz sonó helada:
—Suéltame. Si me quedo, la golpearé de nuevo. No soy capaz de controlarme.
Al ver la expresión en su rostro, Alejandro se vio forzado a soltar su mano. Entonces Luciana salió con pasos firmes. A sus espaldas, Mónica se echó a llorar:
—¡Alex, me asustó demasiado…!
-Levántate…-susurró él, con un tono ambiguo.
***
Más tarde, Alejandro salió y vio a Luciana sentada en un banco del pasillo, cabizbaja. Antes de
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acercarse, llamó a Simón.
-¿Qué pasó?
Mmm, Alejandro…
Simón le resumió la situación de Fernando: la depresión, el intento de ahogarse, su estado tan desolador Parece un hombre completamente destrozado.
