Capítulo 729
Salvador resopló, sintiendo un inesperado pinchazo de celos. “Bueno, al menos es su hermano, pero aun así…“, pensó.
-Marc–lo llamó, encendiendo un cigarrillo-. ¿Puedo hablar a solas con Marti un momento?
-¿Eh…?–Marc dudó, mirando a su hermana.
-No te preocupes, hermano contestó ella, con un gesto afirmativo-. Estoy bien.
-De acuerdo. -Marc pensó que, después de todo, el señor Morán acababa de ayudarlos y si Martina daba su consentimiento, no había motivos para negarse. Le acarició la cabeza—. Estaré afuera esperándote.
—Sí, gracias.
En cuanto Marc se fue, Martina alzó la vista hacia Salvador. 1
-Gracias por lo de hace rato.
-No tienes por qué agradecer —respondió él, quitándole importancia. ¿Cómo es que terminaste en semejante situación, acompañando a tu hermano en un “negocio“?
Miró a Martina con curiosidad:
-Conozco a ese señor Velasco. ¿Necesitaban un préstamo?
—Sí -admitió ella con sencillez-. Hemos recorrido varias instituciones y él era el único interesado en negociar.
Pero no imaginó que acabaría resultando un tipo asqueroso.
Qué mala suerte -musitó Salvador.
Tras una profunda calada, soltó un largo anillo de humo y dibujó una media sonrisa:
-¿Y tu novio? ¿Dónde está en todo esto? Si tu familia está en problemas, ¿cómo es que no te apoya?
Martina sintió un golpe en el pecho. Recordó que ella había mentido diciendo que Vicente era su novio y Salvador lo creyó.
-¿Acaso no te aprecia nada? -Salvador continuó-. La familia Mayo no es poca cosa. Si él te quisiera, ¿no habría hecho algo para ayudarte con el préstamo? Si un hombre no es capaz de cuidar a su chica, ¿qué clase de hombre es?
-No hables así de él -protestó Martina, con el ceño fruncido.
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Capitulo 729
En el fondo, no podía revelar que Vicente no era su novio y que, por tanto, él ni siquiera estaba enterado de sus problemas familiares. Pero Salvador, sin conocer los detalles, se llenaba de celos.
-¿Vas a defenderlo? -resopló con fastidio.
Martina, con los labios fruncidos, se quedó callada.
Al verla tan molesta, Salvador chasqueó la lengua y soltó la ceniza:
-Bueno, déjalo. Rompe con ese tipo. Si necesitas el préstamo, puedo conseguirlo por ti.
-¡Otra vez con lo mismo!
-se quejó Martina, abriendo aún más sus ojos. Sentía la frustración subiéndole a la garganta—. Eres igual que el señor Velasco, presionándome, pretendiendo sacarme algo. ¿Cuál es la diferencia?
-¿Compararme con ese cerdo? -El gesto de Salvador se oscureció. 1
Para él era absurda esa comparación: “¿En toda la ciudad de Muonio, quién podría ser mejor que yo?“, pensó ofendido.
-¿Y qué diferencia hay? -replicó Martina, conteniendo el llanto-. ¡Si lo piensas bien, ambos me coaccionan! ¡Me usas para tu propio interés, sin respetarme!
Al decir eso, apartó el rostro y rompió en llanto, sin poder contenerse.
Salvador se quedó inmóvil con el cigarro en la mano, sorprendido. ¿Tan mal la hacía sentir? Una punzada le atravesó el pecho. “Esto de ‘querer algo y no poder alcanzarlo‘ parece ser mi sino en la vida“, pensó.
Dejó escapar un suspiro, apagando el cigarro en un cenicero. Después, se inclinó hacia ella.
-¿Q–qué pretendes? -Martina se estremeció, intentando retroceder, pero la pared del bar la mantuvo en su sitio. Quedó tiesa, sin poder escapar.
-Tch… -Salvador bufó, irónico. Aun así, con delicadeza, llevó la mano a su mejilla para limpiarle las lágrimas,
Martina se quedó paralizada, con la mirada fija en él, sin atreverse a mover un músculo.
-No llores más -murmuró él, con un tono casi tierno. Al ver su evidente resistencia, añadió
Está bien, no te voy a obligar a nada. ¿De acuerdo? (2)
—¿En serio? —Sus ojos brillaron un segundo, incrédulos.
-Sí, ¿cómo crees que te mentiría con algo así?
-¿Puedo… puedo irme entonces? -preguntó, aliviada. 14
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