Capítulo 728
De pronto, Salvador dejó la copa en la mesa, se incorporó y caminó directamente hacia la otra sección…
Mientras tanto, en la mesa de enfrente, Martina se puso de pie de golpe. En ese movimiento, volcó sin querer la copa de Teodoro, que cayó al piso y se hizo añicos.
-¿Qué significa esto, señor Hernández? -El rostro de Teodoro se ensombreció.
-¿Marti? -Marc la miró, desconcertado.
Martina tenía los ojos llenos de lágrimas y no conseguía explicar lo sucedido. Era la primera vez que vivía algo así.
—Él… él…
-¿Qué pasa, Marti? ¿Qué hizo?
-Ese asqueroso la manoseó —intervino una voz grave, repentina.
Salvador apareció de la nada, como salido del cielo. Y es que había estado mirando todo desde su lugar, notando que aquel tipo había empezado tocándole la mano a Martina y, al verla asustada, en vez de soltarla, se había aventurado à pasarle la mano por el muslo.
-¡Qué descaro! -añadió Salvador.
Al oírlo, Marc se indignó.
-Marti, ¿es cierto? -preguntó con un nudo en la garganta. Al verla cabizbaja, llorando de pura impotencia, no necesitó más confirmación-. ¡Maldito vejestorio! -bramó, abalanzándose contra Teodoro con un puño en alto-. ¡Te atreviste a manosear a mi hermana!
-Un momento.
Antes de que pudiera golpearlo, Salvador le sujetó la muñeca. Marc lo miró, perplejo, y reaccionó con un grito:
-¿Por qué me detienes? (1
-Tch… -resopló Salvador con un dejo de burla—. ¿Quieres ir de nuevo a la cárcel? ¿Quieres que tu hermana llore otra vez por tu culpa?
Marc se quedó callado, asombrado de que aquel desconocido supiera algo de su historia.
-¿Tú quién eres? ¿Eres amigo de Marti? -preguntó, dirigiendo la mirada a Martina.
Ella, con los ojos húmedos, no supo qué responder. Ni siquiera estaba al tanto de que Salvador
+25 BONO!
Capitulo 728
aparecería esa noche.
Del mismo modo, Salvador no se molestó en dar explicaciones. Avanzó sin más hacia el señor Velasco. “Bueno, al menos Marc protege a su hermana“, pensó Salvador, “pero este tipo no es alguien que él pueda golpear tan fácilmente“.
Salvador giró ligeramente el cuello, haciendo crujir las vértebras. Luego unió las palmas y tronó los nudillos con un sonido aún más áspero.
-Se–s–señor Morán… -tartamudeó Teodoro, que ya lo había visto en alguna ocasión. Tragó saliva, pálido. P–por favor… no sabía… ignoraba que ella fuera amiga suya…
—¡Marc, cúbrele los ojos a Martina! —ordenó Salvador, mirando de reojo a Velasco.
—¿Eh? ¡Ah, sí! —Marc se apresuró a taparle la vista a su hermana y la abrazó de espaldas—. Marti, no veas esto, ¿sí?
-¡Aaah!
-se oyó un grito desgarrador.
Lo que sucedía era que Salvador le había propinado una fuerte patada a Teodoro. Ni siquiera le pareció necesario usar los puños con un tipo así; con la pura fuerza de una pierna bastaba. Luego, sin retirar el pie, lo mantuvo presionando el pecho del hombre, apretando la mandíbula.
-¿Creíste que podías tocarla así como así? murmuró con desdén-. Ni yo tengo ese derecho.
En su interior se repetía: “Ni yo, que busco ser su novio, he logrado que me haga caso. ¿Y vienes tú, un desgraciado cualquiera, a ponerle una mano encima?”
-¡Que te quede claro! -añadió Salvador, alzando un poco la barbilla-. Fui yo quien te pateó. Si te atreves a vengarte, ven por mí. Con la familia Hernández no te metas.
-N–no… Teodoro gimió, sintiendo que le faltaba aire y que quizá hasta un hueso se le había fisurado. “Entre la familia Hernández y Salvador Morán, ¿de dónde le salió semejante apoyo?“, se preguntaba aterrado.
-¿Y qué esperas para largarte? -exigió Salvador.
-¡Ah, sí…! —Teodoro salió atropellando todo, huyendo sin siquiera tomar su abrigo. Afuera hacía un frío tremendo, pero prefería congelarse a seguir bajo el pie de Salvador.
-¡M–muchas gracias, señor Morán…! —alcanzó a balbucear, aunque Salvador ya le daba la espalda.
Cuando se giró, vio a Marc consolando a Martina:
—
-Ya pasó… no tengas miedo. Ese idiota se fue. No llores más, ¿sí? le decía mientras le secaba las lágrimas.