Capítulo 733
-Mo–Mónica… Clara, al ver a su hija, de pronto sintió un deje de culpa.
La reacción de Mónica confirmó que esas palabras eran más que un simple arrebato. Se quedó sin aire, abrumada por la revelación. Se incorporó de la silla, apuntando a su madre con el dedo.
-Tú… -Mónica dirigió la mirada a Luciana, sintiéndose ridícula ante ella. “Seguro en su interior se burla de mí; debe estar disfrutando al verme así“, pensó con amargura.
Su “verdadero amor” de sus padres, el que siempre presumía, ahora era solo una farsa. Con el enojo, el dolor y la vergüenza, sintió un mareo repentino, idéntico al de Ricardo, y perdió el conocimiento. Cayó al suelo inconsciente.
-¡Mónica!
-¡Mónica!
Alejandro soltó de inmediato la mano de Luciana y se lanzó hacia Mónica, recogiéndola en brazos.
—¡Doctor! ¡Necesito un médico! —gritó, saliendo con prisa, sin voltear a ver a Luciana.
Ella permaneció inmóvil durante un largo instante, hasta que curvó suavemente sus labios en una sonrisa irónica. Dentro de la habitación reinaba el caos.
Mientras tanto, la condición de Ricardo se volvió más crítica. Lo estabilizaron para trasladarlo a la UCI en estado de coma. Luciana fue quien firmó la hoja de consentimiento para el procedimiento, sin saber si esta vez Ricardo lograría salir adelante.
Recordó sus propias palabras: “A fin de cuentas, esto es un castigo. Cuando él traicionó a mi madre, jamás pensó que llegaría este día“.
Después de los trámites, Alejandro no había regresado. Seguramente seguía ocupado con Mónica. Luciana decidió marcharse por su cuenta, sin esperarlo.
***
Mónica recobró el sentido poco después, aunque su estado de ánimo seguía por los suelos. Se quedó mirando el techo con la mirada perdida, murmurando:
-¿Cómo pudo pasar? ¿Cómo…?
Era comprensible que Alejandro no supiera cómo calmarla. Su madre había sido infiel y había perdido un bebé, su padre estaba en la UCI, y ahora su propia identidad quedaba en entredicho. Al final, lo único que él podía hacer era brindarle el mayor apoyo posible.
1/3
+25 BONOS
Capítulo 733
Regresó al apartamento de Luciana casi al amanecer. Decidió no molestarla, así que se fue directamente a la vivienda de al lado con la intención de dormir un poco. Puso la alarma para despertarse a la hora de preparar el desayuno de Luciana.
Tras lavarse la cara, salió de su apartamento y se dirigió a la puerta de al lado. Pero alcanzó a ver a Luciana que, ya vestida, estaba a punto de salir.
Alejandro frunció el ceño por reflejo. Ella, con un àire distante, señaló el interior:
-¿Viniste? Entonces no cerraré con llave. Pasa y desayuna; la comida está en la mesa.
Esbozó una sonrisa tranquila:
-Simón me espera abajo; me tengo que ir.
Él no necesitó preguntar a dónde iba. Lo suponía. Sin embargo, no pudo evitar sujetarle la
muñeca.
-¿No podría ser que… no fueras? -La pregunta se le escapó, sin saber cómo justificarla.
-¿Por qué no ir? —dijo Luciana, con un leve tono de sorpresa.
Alejandro se quedó en silencio, sin encontrar las palabras adecuadas.
-Has pasado toda la noche en el hospital y debes de estar agotado -continuó ella-. Todavía es temprano; desayuna algo y podrías dormir un rato más. Yo me voy.
Alejandro sintió un nudo en la garganta. El hecho de que no mostrara enfado, sino que hablara de manera tan comprensiva, le resultaba aún más incómodo.
-¿Crees que terminarás antes de mediodía? Podríamos comer juntos…
-Tal vez -respondió Luciana, soltando un suspiro y esbozando una pequeña sonrisa. Como ves, anoche no volviste y yo no pregunté nada, ¿verdad?
Él apretó los labios con algo de vergüenza.
–
-Bueno, con que podamos comer juntos me basta -dijo al fin, sintiéndose un poco aliviado. Le apretó la mano y, con un leve gesto de sonrisa-. Te espero, ¿sí?
–
-Claro. Luciana retiró su mano con suavidad, sin perder la sonrisa, y se dio la vuelta para
marcharse.
***
El día estaba muy agradable, con un sol que brindaba una calidez reconfortante. Fernando observó a Luciana y, al notar su taza casi vacía, le sirvió más agua
caliente.
2/3
+25 BONOS
Capítulo 733
-¿Te preocupa algo? -preguntó con suavidad.
-¿Eh?-Luciana parpadeó-. No, nada.
Aun así, estaba mintiendo; él lo notaba claramente. Quizá, de algún modo, la entendía mejor que ella a sí misma.
-¿Entonces tienes prisa? -inquirió, al ver que cada cierto rato Luciana consultaba su reloj y se ponía más impaciente.