Despertar del Olvido 814

Despertar del Olvido 814

Capítulo 814 

Anaís aguantó el dolor hasta que la oleada finalmente pasó, y solo entonces se incorporó despacio, sintiendo la ropa empapada de sudor pegada a la piel

Sus labios estaban pálidos. Escuchaba la voz de Roberto resonando en el aire, pero no lograba distinguir lo que decía

Roberto, al verla por fin de pie, repitió con impaciencia

-¿Entonces qué, aceptas o no

Anaís apenas iba a responder, cuando la voz de Fabiana la interrumpió

-Anaís, tengo que contarte algo. Estos días que estuve cuidándote en Bahía de las Palmeras descubrí un secreto. ¿Recuerdas esa pulsera de semillas rojas que le regalaste a tu novio? La encontré en el cajón del estudio de presidente Lobos. También vi un anillo, igualito al que llevas puesto, seguramente es el par que le diste como anillo de pareja. No cómo es que presidente Lobos tiene esas cosas y tampoco quiero imaginarme lo peor, pero cuídate, ¿? No quiero que te arriesgues por , tú ahora también estás llena de heridas

Mientras hablaba, Fabiana iba desatando la cuerda que la sujetaba

-Anaís, si tienes la oportunidad, revisa ese cajón. Seguro ahí encuentras lo que necesitas

En cuanto logró soltarse, Fabiana cayó directamente al vacío

Roberto no podía creer lo que veía. Él pensaba 

rusando a Fabiana para amenazar

Anaís, pero jamás imaginó que Fabiana se atrevería a algo así

Rápido, tiró desesperado de la cuerda, pero del otro lado ya no había nada

Se quedó paralizado al borde del acant 

había caído Fabiana

tan asustado que ni siquiera vio hacia dónde 

Retrocedió varios pasos, como si el susto lo hubiera dejado sin fuerzas

-No puede ser, ¡no puede ser

No entendía cómo alguien como Fabiana podía rendirse tan fácil y lanzarse al vacío

Mientras trataba de asimilarlo, de pronto se escuchó un disparo

Giró despacio y se topó con la mirada de Anaís

En sus ojos había una confusión fugaz, mientras sostenía el arma con firmeza y le habló con un tono apagado

-Roberto, siempre has sido un cobarde. Pensé que después de todo lo que pasó, por lo menos te habrías hecho un poco más maduro

Roberto se llevó una mano a la herida en el abdomen, el rostro se le puso lívido

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Capítulo 814 

Nada podía dolerle más que escuchar de la persona que le gustaba que era un cobarde

Le pareció absurdo. Y aun así, soltó una risa amarga

-¿Cobarde? , siempre me has menospreciado. Por más tiempo que llevemos conociéndonos, nunca me has tomado en serio. Si es así, ¿para qué fingiste que me correspondías? ¡Ve a buscar a otro, entonces! ¿Por qué jugaste con mis sentimientos? Anaís, ¿qué te crees? Mi cariño para ti no vale nada, ahora hasta quieres matarme. ¡Hazlo! ¡Dispárame! Te juro que aunque muera y me vuelva un fantasma, no voy a dejarte en paz

De verdad estaba destrozado por dentro

Sabía que no era tan bueno como Efraín ni como otros, que no destacaba en nada

Pero, ¿por qué ella no podía, al menos, mirar sus virtudes

Apretó la herida, sintiendo el ardor trepando por el cuerpo, la rabia quemándole por dentro. No lo aceptaba, no podía resignarse

Sin embargo, Anaís no volvió a disparar. Solo se dio la vuelta y empezó a alejarse

Las lágrimas de Roberto caían pesadas sobre el suelo, mientras apretaba los labios con furia

-¡Anaís

-¡Anaís

Gritó su nombre dos 

es, con la voz rota, pero Anaís ni siquiera volteó

Él mismo ya no sabía para qué hacía todo eso, por qué tanto escándalo, tanta locura

Se fue alejando poco a poco, con la mirada fija en la espalda indiferente de Anaís, y las lágrimas seguían cayendo, una tras otra

Pensaba 

que lo que sentía era envidia de Efraín, o resentimiento por el pasado. Pero al ver cuán 

distante era Anaís en ese momento, el dolor en el corazón le pesaba más que cualquier herida física

Siempre se había repetido que no amaba tanto a Anaís

Pero justo ahora entendió que eso era imposible

Con el tiempo había aprendido a ver lo especial que era ella. Sin embargo, para Anaís él simplemente no existía, y eso dolía más que si lo mataran

-Anaís, míramepor favor, mírame… 

Susurró esas palabras, y apretando los dientes, dio un paso atrás y saltó al vacío

Qué patético. Qué triste. Al final, su vida no valía nada

Para Anaís, él era menos que nada, como la hierba pisoteada en el campo

¿Qué esperaba de todo esto? Alguien como él, desde hace mucho, estaba destinado a perderlo todo

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