Capítulo 817
Por más que se quedó dos días enteros junto a su cama, ni una sola palabra quiso cruzar con
ella.
Anaís tampoco entendía qué le pasaba. Después de escuchar lo que dijo Fabiana, en medio de la confusión, terminó buscando por toda la casa, revolviendo hasta el último rincón del estudio. En ese momento, su cabeza era un remolino. Una vocecita le repetía una y otra vez: “Efraín es así, no confies en él“.
Pero otra voz, igual de fuerte, le decía que ya estaba agotada, que apenas ahora lograba pensar con claridad.
-Efraín, me dijeron que llevas dos días sin probar bocado. ¿No vas a comer algo?
Del otro lado solo hubo silencio.
Anaís intentó descifrar lo que pasaba por su mente.
Finalmente, él soltó:
-Estoy viendo a Lucas.
-¿Y su pierna? ¿Ya regresaron todos los expertos del extranjero?
-Puede recuperarse, pero le va a costar trabajo.
Anaís dejó escapar el aire, aliviada. Al parecer, Lucas había tenido suerte.
O tal vez no fue suerte, sino que él mismo supo cómo protegerse.
En una situación así, todavía fue capaz de dejarse una última escapatoria. No por nada llevaba tantos años al lado de Efraín.
Después de hablar de Lucas, los dos se quedaron sin saber qué más decir.
Anaís jugueteaba con la cuchara entre los dedos, pensativa. Al cabo de un rato, murmuró:
-Perdón. No debí haberle hecho caso a Fabiana ni dudar de ti.
-Ajá.
Anaís frunció las cejas, llena de pensamientos revueltos.
Con todo lo que habían pasado últimamente, lo normal sería que ambos se tomaran de la mano y se dieran consuelo. Pero él, aun así, se mostró indiferente.
Sin más, colgó la llamada.
Efraín se quedó mirando el celular, sin decir nada.
A un lado, uno de los especialistas le avisó:
19:50
Capítulo 817
-Presidente Lobos, Martínez despertó. Quiere hablar un momento con usted.
Efraín dejó el celular y se dirigió a la habitación.
En la cama, Lucas tenía la cara pálida. Apenas lo vio, los ojos se le llenaron de lágrimas.
Dicen que los hombres no lloran, a menos que estén verdaderamente destrozados.
-Presidente.
Efraín se paró junto a la cama, su voz sonó distante:
-Ya me encargué de los que te atacaron.
Lucas apretó los labios. Todos sabían lo que significaba eso.
Aquellos tipos eran de confianza del viejo, y Efraín los había eliminado sin dudar. Eso seguro traería problemas con el jefe.
-¿Y el viejo…?
Efraín desvió la mirada hacia la ventana, viendo cómo el viento sacudía las hojas de los árboles.
-Le pedí que descansara en la casa de campo.
Si en verdad estaba descansando o más bien bajo vigilancia, solo Efraín lo sabía.
Lucas entendía perfectamente. Antes, Efraín ni se tomaba la molestia de entrar en conflictos.
Por no querer pelear, acabaron pasando tantas cosas.
La forma en que Efraín encaraba la vida siempre había sido de desdén.
Ni siquiera le importaba su propia vida, así que tampoco se molestaba cuando otros querían quitársela.
A menos que quien quisiera hacerlo fuera Anaís. Entonces no era enojo, era puro abandono de
sí mismo.
No es que tuviera miedo a morir, solo quería verla una vez más, por eso soportaba el desprecio de ella.
Solo quería verla.
Por eso, durante todos estos años, Efraín fue distante con todos, ni bueno ni malo, sabiendo perfectamente cómo el viejo controlaba todo, pero sin molestarse en rebelarse.
No era incapacidad para rebelarse, simplemente no le interesaba.
Lucas se había dado cuenta desde hace mucho, pero jamás dijo nada.
La breve felicidad que tuvo con su esposa, a ojos del presidente, siempre fue un robo, una dicha con la que nunca se sintió tranquilo.
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Capítulo 817
Entre más feliz era, más sentía que todo podía desaparecer en cualquier momento. Con Anaís, siempre tuvo esa sensación de no merecerla, y por eso a veces actuaba de manera tan impulsiva.
Lucas bajó la mirada, y después de pensarlo un momento, preguntó:
-¿La señora sigue en Bahía de las Palmeras?
-Sí.
Esta vez, Efraín respondió sin dudar y se sentó despacio al lado.
-Pero quizá pronto ya no esté ahí.
19:50