Capítulo 741
Con un leve gesto, Luciana se detuvo.
-No soy yo quien te echa; no pongas el papel de villana en mí —respondió, sin siquiera voltearse-. Hoy, en la práctica, fuiste tú quien nos abandonó… a mí y a nuestro hijo.
Alejandro notó cómo se le contrajo el pecho:
-¡No es cierto! -exclamó desesperado, aferrando la mano de Luciana y llevándosela a su pecho-. Aquí, en mi corazón… ustedes dos lo ocupan todo. 3
Ella soltó una risa débil:
-Si me lo hubieras dicho esta mañana, tal vez lo creería. Pero ahora… lo siento, no puedo engañarme —dijo, imprimiendo un leve empujón que lo derribó sobre el sofá. 1
Como llevaba un yeso en el brazo, no pudo moverse con destreza, y ella aprovechó para levantarse e irse a la habitación. Sin embargo, apenas se recostó, Alejandro apareció enseguida, tumbándose a su lado como hacía cada noche, pasándole el brazo por encima.
Al rozar su brazo lastimado, emitió un quejido:
-¡Ah…!
-¿Te duele? Entonces aléjate de mí–contestó Luciana, sin molestarse en voltear-. ¿No te das cuenta de que hacerlo te hace daño?
Alejandro probó otra postura, pero era inútil; con un suspiro de resignación, se quedó boca arriba, sin marcharse. Aun con el dolor, no pensaba ceder.
–Voy a quedarme aquí… a tu lado.
-No te necesito -replicó Luciana, sin emoción aparente-. Sé dormir sola,
-Luciana, sí me necesitas -murmuró él con la voz ronca-. No soy tan ingenuo… si me voy ahora, ahí sí me quedo sin nada. (2)
***
Al día siguiente, en la mesa del desayuno, reinaba un silencio cargado de tensión. Luciana tomaba su sopa sin voltear a ver al hombre sentado junto a ella. Alejandro le pasó un sándwich, y ella habló por fin:
-¿Quieres que empaquete tus cosas o le digo a Amy que lo haga?
-¡¿Qué…?! -Alejandro se inquietó al instante. ¿Luciana planeaba echarlo?
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Capítulo 741
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Ella continuó con frialdad:
-¿Me devuelves las llaves o prefieres que mande cambiar la cerradura?
-¡Luciana! —exclamó él, sin poder creerlo. De pronto se levantó y, sin importar el yeso, se arrodilló junto a su silla y tomó su mano con fuerza.
-No hagas esto… por favor, no me eches…
Luciana cerró los ojos un segundo:
-¿Qué pretendes? Ya habíamos dicho que lo nuestro era un “intento”. Si no funciona… lo lógico es terminar, ¿no? (3
-Pero estábamos bien, ¿o no? ¿No eras feliz conmigo? -Él entendía que todo se reducía a lo de ayer, a Mónica. El miedo de Luciana a haber sido “reemplazada” en un momento crucial. 6
Entre súplicas y promesas, Alejandro se apresuró a decir:
-Prometo que no volveré a verla. De veras, no la veré más. En lo que reste de su recuperación, que se encargue Sergio, pero yo… yo no voy a estar. ¡Por favor, Luciana, no me abandones! [5
—¿Qué…? —Luciana se quedó pasmada. ¿“No ver a Mónica nunca más“? No esperaba oír eso
del señor Guzmán. 2
Él, con toda la humildad que podía tener, tomó su rostro entre las manos:
-De verdad… Después de lo que hablamos, ayer fue un accidente. Por favor, no me saques de tu vida…
Luciana desvió la mirada, sintiendo un nudo en la garganta. Su gran disgusto se mezclaba con ternura al verlo tan abatido. (1)
—Luciana… —él notó su vacilación y se preparó para el golpe final, fuera positivo o negativo.
De pronto, ella, con ojos enrojecidos, soltó un puñetazo en su pecho: 1
-¡Idiota!
Y todo explotó:
-¿Te das cuenta del miedo que me hiciste pasar ayer? Te ibas a morir por otra mujer, y yo… ¡ yo me quedaría viuda! ¡Nuestro bebé nacería sin padre!
-Perdóname…-se disculpó Alejandro, con el corazón encogido-. Fue mi error, no volverá a ocurrir. 38
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