Capítulo 744
-¿A la clínica de maternidad?… Gracias.
Ricardo regresó a su habitación con el pecho oprimido por esa premonición que no lo dejaba en paz. Sentía
que no podía quedarse esperando. Tenía que ver a Luciana. Dejar el hospital así era una locura, pero para él no importaba. Ahora sabía que Mónica no era su hija, así que no tenía nada que defender. Decidió que le contaría a Luciana todo lo que Mónica había hecho, tantas verdades ocultas…
Consciente de que no lo dejarían salir, se cambió de ropa discretamente y se escabulló del hospital. Afuera tomó un taxi en dirección a la clínica privada de maternidad.
—¡Espérame, mi hija, ahí voy!
En la clínica de maternidad, Luciana terminaba su revisión. Al encender de nuevo el móvil, vio una larga lista de llamadas perdidas: del hospital, de Ricardo…
“¿Habrá pasado algo grave?“, pensó, preocupada. De inmediato devolvió la llamada al hospital.
-¿Doctora Herrera? -contestó la misma enfermera de antes-. ¿No ha visto a su papá? Fui a su habitación a hacer la ronda y ya no estaba. Antes él me preguntó dónde se encontraba usted, así que supongo que fue a buscarla.
-¿Qué? ¿Cómo se le ocurre? —Luciana no entendía nada—. Bien, veré cómo lo localizo.
-Perdón, Doctora Herrera.
Colgó. Luciana le marcó de inmediato a Ricardo. Dos intentos sin respuesta y, al tercer timbrazo, atendió:
-¿Dónde estás? -exclamó ella, con tono de enojo.
-Luciana -respondió Ricardo, con evidente excitación-. Ya llegué a la clínica de maternidad. ¿En qué piso estás? Voy a verte…
-¡Eres un inconsciente! -soltó Luciana, molesta-. ¿Cómo puedes trasladarte de la UCI a otra sala sin mi consentimiento, y todavía largarte del hospital? ¿Quieres morirte, o qué? ¡Tu vida la salvó Pedro, no lo olvides!
-Sí, sí… es mi culpa admitió él con una risita nerviosa.
-No te muevas de ahí, voy para abajo -gruñó ella y cortó la comunicación.
Luciana exhaló un largo suspiro: “Esto es ridículo: no me cuidó de niña, y ahora me obliga a cuidarlo a él…“. Martina, que la acompañaba, se extrañó:
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Capítulo 744
-¿Vino a buscarte? ¿Para qué?
-No lo sé. Voy a averiguarlo ahora mismo.
Tomaron el elevador hasta la planta baja. Frente a la puerta principal, Luciana se puso a buscar con la mirada.
-¿Dónde está?
—¡Luciana! —gritó la voz de Ricardo, que trotaban hacia ellas.
Al verla, agitó las manos:
-¡No corras! -exclamó él, preocupâdo-. ¡Podrías tropezarte!
Luciana se detuvo en seco, sorprendida de que se alarmara por ella mientras él, recién salido de cuidados intensivos, andaba por su cuenta. Martina soltó la mano de Luciana.
-Voy por una botella de agua -comentó, alejándose para dejarlos hablar en privado.
—Sí, gracias respondió Luciana.
Se volteó, y de pronto notó que Ricardo cambiaba de expresión; su rostro se tornaba pálido.
—¡Luciana, corre! -exclamó, agitando las manos con urgencia.
—¿Qué? —ella se quedó perpleja. Recién le pedía que no corriera, y ahora le exigía todo lo
contrario.
-¡Corre! -repitió Ricardo con la cara desfigurada por el pánico. ¡Luciana, rápido!
Y, sin dar más explicaciones, se lanzó hacia ella con todas sus fuerzas, como si presintiera algo fatal. Luciana, confundida, alzó la mirada…
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