Capítulo 434
Esa noche, cuando Paulina ya se preparaba para salir del trabajo, recibió una llamada de Josefina.
Al ser viernes y con el sábado a la vuelta de la esquina, Paulina supuso que Josefina quería verla.
Pero no podía. Mañana tenía que ir al asilo con la abuelita Romo y los demás para hablar con el doctor sobre el tratamiento de su mamá.
Por eso, decidió no contestar la llamada de Josefina.
El sábado, al llegar al asilo, Paulina notó que Yolanda Romo se veía aún más delgada que días atrás. El cabello lo tenía reseco y la cara, sin una pizca de color.
El médico se acercó y explicó:
-Los medicamentos que tomaba para el estado anímico afectan el hígado y los riñones. Antes no había problema, pero ahora que sus órganos están fallando, ya no es conveniente que siga con ellos. Por eso suspendimos parte del tratamiento. Estos días ha estado muy decaída, y encima, con los antibióticos para los órganos, su cuerpo está soportando demasiado…
Paulina apretó su bolsa con fuerza y asintió en silencio, mostrando que entendía.
Luego, ella y David Romo estuvieron mucho rato platicando con el doctor. No se fueron del asilo hasta casi el mediodía.
Al salir, el celular de Paulina volvió a sonar: era otra vez Josefina.
Paulina frunció los labios y colgó.
Después de eso, Josefina no volvió a llamar.
Por la tarde, quien la buscó fue Gema Correa, que recién había regresado del extranjero. Le propuso salir a dar una vuelta.
La verdad, Paulina no tenía ganas. Estaba de malas y, además, la abuelita Romo no se sentía bien últimamente, así que quería quedarse a acompañarla.
Pero la abuelita le dio unas palmaditas en la mano y le dijo:
-No te encierres, hija. Sal un rato, te va a hacer bien despejarte.
-…Está bien–aceptó Paulina, aunque un poco a regañadientes.
Se cambió de ropa y salió de casa.
Gema llevaba meses fuera, ocupada con sus desfiles de moda. Apenas habían tenido tiempo
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de platicar últimamente.
Cuando por fin se vieron, platicaron largo rato. Fue hasta entonces que Gema se enteró de lo mal que estaba Yolanda.
Dejó a un lado su vaso de té helado y se quedó seria. Pasó un rato antes de que dijera, tratando de consolarla:
-Tu mamá va a salir adelante, ya verás.
Eso mismo deseaba Paulina, aunque sabía bien què la situación solo iba empeorando.
Ella y los demás en casa lo tenían claro: las probabilidades de que Yolanda mejorara eran mínimas.
-Si hubiera sabido todo esto, no te habría hecho salir…
-No pasa nada -Paulina negó con la cabeza y justo cuando iba a responder, volteó y vio a dos figuras familiares a lo lejos.
De inmediato, su expresión se endureció.
Gema siguió su mirada y se dio cuenta de quiénes eran: Pedro Lobos y Beatriz Saavedra.
Beatriz vestía elegante, con una presencia que imponía respeto. Aunque ya pasaba de los cuarenta, parecía menor.
Pedro, siempre tan pendiente de su imagen, se veía igual de erguido y firme a sus más de cincuenta años.
Juntos, daban la impresión de ser una pareja ideal y bien avenida.
Andaban vestidos de manera relajada, como quienes disfrutan de una cita en pareja. Se les veía contentos, en su propio mundo.
Pedro llevaba la mano de Beatriz, le cargaba la bolsa y la ayudaba a elegir ropa. Todo un esposo ejemplar.
Gema, al ver la escena, apretó los dientes y soltó:
-¿Por qué ellos pueden vivir tan bien? De verdad, este mundo es una burla.
Paulina bajó la mirada.
Sí, era terriblemente injusto.
Gema se quedó callada un momento y luego añadió:
-Ellos todavía, pero lo peor es que Armando Frias…
Ahora que Paulina y Armando estaban por divorciarse, con él de su lado, seguro que la familia Lobos solo iría a mejor.
Pero Yolanda… ella solo empeoraba.
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Paulina apretó con fuerza el vaso de té helado que tenía en la mano.
En poco tiempo, Pedro y Beatriz desaparecieron entre la gente.
El ánimo de Paulina ya estaba por los suelos, y después de verlos, ella y Gema decidieron no seguir paseando y cada una se fue a su casa.
El lunes por la mañana, Paulina fue al Grupo Frias con Jaime Burgos.
Esta vez, los recibió el equipo de tecnología más importante de la empresa. Armando no estaba presente.
Después de una mañana llena de trabajo, Paulina fue al baño. Al salir, se topó con Armando y Reinaldo justo en la entrada.
Ellos conversaban sobre algo, pero al verla, se callaron.
Paulina estaba a punto de pasar de largo, pero Armando la detuvo:
-¿Por qué no le contestas el teléfono a Josie?
Paulina se detuvo y le respondió con tono cortante:
-¿Y por qué tengo que contestarle?
Armando no esperaba esa reacción. Se quedó en silencio, mirándola fijamente con esos ojos profundos, sin animarse a decir nada más.
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