Capitulo 309
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Capítulo 309
Ella fue borrando una por una las palabras del correo electrónico.
Ya estaba todo listo, había hecho todo lo que debía hacer. En cuanto a la forma cómo Andrés decidiría manejar lo de Valentina, eso ya no era asunto suyo.
Era fin de semana, así que Luisa no tenía que ir al bufete.
Bebió apresurada un vaso de leche y se comió un sándwich para salir del paso.
Pero la inquietud en su interior no disminuyó en lo más mínimo.
Luisa vio que afuera brillaba el sol, así que se arregló con rapidez y salió a despejar un poco la
mente.
Cerca de la hacienda donde vivía Luisa había un parque muy grande, y ella fue caminando hasta ese lugar.
En los fines de semana el parque se llenaba de gente; muchos padres llevaban a sus hijos a jugar.
Los árboles, de hojas perennes durante todo el año, lucían un imponente verde intenso y
frondoso.
Los tulipanes y las rosas florecían al mismo tiempo, compitiendo en belleza, en un espectáculo
deslumbrante.
En
ed había muchas personas haciendo picnic, y también niños entretenidos volando
aseaba por el césped y, al contemplar aquella escena tan llena de vida cotidiana, su estar interior se desapareció de inmediato.
Anduvo sin rumbo fijo durante más de diez minutos, y luego se sentó a descansar un poco en un banco de madera debajo de un gran árbol.
De pronto, escuchó el llanto entrecortado de una niña.
Luisa siguió con cuidado el sonido y, detrás de una escultura no muy lejos de allí encontró a una niña llorando.
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La niña vestía un trajecito rosa sobre un suéter blanco de punto; llevaba el cabello en dos moñitas adornadas con unas gomitas con orejitas de conejo peludas.
Luisa reconoció de inmediato que la ropa de la niña era de una marca de lujo infantil, y que los tiernos adornos con orejitas de conejo en su cabeza eran iguales a los que tenía Violeta, cuyo precio ascendía a diez mil dólares.
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Luisa se acercó con cierta curiosidad y le preguntó: -Hola, pequeña, ¿qué te pasa?
La bella niña tenía los ojitos como de cervatillo completamente enrojecidos por el llanto, y el rostro cubierto de lágrimas. -Yo… yo me perdí de mi mamá… buuuu…
Tal como Luisa lo había sospechado.
-¿Recuerdas el número de teléfono de tu mamá? -le preguntó Luisa.
La niña entre sollozos frunció los labios y lo negó.
Luisa volvió a preguntar: -¿Y el de tu papá? ¿O el de algún otro familiar? ¿Recuerdas alguno?
La niña apretó los labios con fuerza y volvió a sacudir la cabeza.
Luisa suspiró con resignación y le preguntó: -¿Entonces sabes cómo se llaman tu papá y tu mamá?
La niña sorprendida dijo: -Mi mamá se llama Berta.
Luisa soltó un suspiro de alivio. Por suerte, al menos recordaba el nombre de su madre.
Pensándolo bien, Luisa decidió llevar a la niña al centro de administración del parque, donde el personal podría usar el sistema de altavoces para ayudarla de esta manera a encontrar a su madre.
-No llores más, ¿vale? Te llevaré a buscar a tu mamá, ¿te parece bien? -Luisa se agachó cuidadosa, le acarició la cabeza a la niña y le habló con mucha ternura.
La pequeña se limpió las lágrimas, apretó con fuerza los labios y parpadeó mientras miraba a Luisa durante unos segundos antes de responder con una vocecita muy suave ‘Vale‘.
Luisa giro los ojos con una linda sonrisa. —Qué niña tan buena.
Extendió la mano hacia la niña. -Ven, te llevo a buscar a tu mamá.
La niña le cogió la mano de manera obediente y la siguió sin protestar.
Al llegar al centro de administración, Luisa explicó al personal la situación de la pequeña.
Una de las trabajadoras del lugar le preguntó: -Pequeña, ¿cómo te llamas?
-Me llamo Aída.–respondió la niña con un tono de voz muy suave y dulce.
El personal enseguida activó el sistema de altavoces.
-Señora Berta, su hija Aída se ha perdido en el parque. Si escucha este anuncio, por favor diríjase enseguida al centro de administración en la entrada norte del
parque.
El parque era grande, pero por suerte había altavoces instalados en distintos lugares.
Capitulo 309
No pasó mucho tiempo antes de que Berta llegara corriendo al centro de administración.
En el momento en que la vio, Luisa quedó paralizada.
¿No era esa la tía de Francisco?
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