Capitulo 311
Valentina palideció de repente — Son gente de la familia Martinez? ¿Quieren matarme?
Mientras hablaba, alguien ya se habla acercado y rompió con violencia el parabrisas delantero del auto
Señente Valentina, yo los detendre, corra por su vida! -gritó a todo pulmón Adolfo, lanzándose a pelear contra ese grupo de hombres.
Volvieron a sonar algunos disparos.
Valentina aterrada abrió la puerta del auto, se quitó los tacones de una patada y comenzó a correr con todas sus fuerzas.
Los hombres que Andrés había enviado esta vez eran mercenarios que llevaba años manteniendo en el extranjero, todos eran muy hábiles.
Aunque Adolfo era un guardaespaldas bien entrenado y con buena condición física, no tenía la menor posibilidad contra ese numeroso grupo.
Adolfo fue reducido en poco tiempo.
Le dispararon dos veces, una en el muslo y otra en el brazo izquierdo, y la sangre enseguida salió a borbollones cubriendo el suelo.
El líder le ordenó: -Llévenlo a que lo atiendan, que no se muera.
Unos minutos más tarde, un mercenario de Solévia, de cabello rubio, arrastró a Valentina hasta ese lugar.
-Ya la tenemos.
Valentina pateaba con fuerza y luchaba con desesperación, maldiciendo una y otra vez: -¡Suéltenme! ¡
Malditos bastardos, suéltenme ya!
-¡Pah!
El líder le soltó una fuerte cachetada sin cortesía alguna. Los labios de Valentina empezaron a sangrar y gran parte de su mejilla se fue enrojeciendo de inmediato.
-¡Cállate! Si sigues gritando como loca, te arranco la lengua. -Dijo enfurecido el líder. Su voz no era alta, pero era dominante, y cada palabra destilaba una crueldad impresionante.
Valentina quedó asombrada por el golpe y asustada por sus palabras. Cerró la boca obediente y dejó de
resistirse.
El hecho de que no la mataran demostraba que Andrés aún no tenía la intención de acabar con ella. Su misión tal vez solo era capturarla.
Le ataron con rudeza las manos, le taparon la boca con cinta adhesiva, luego le cubrieron la cabeza con una bolsa negra de lona, y la arrojaron con violencia a una camioneta pick–up.
El auto se sacudía con fuerza mientras avanzaba. No se sabía cuánto tiempo había pasado antes de que se detuviera.
Sintió que alguien la levantaba de nuevo caminaron un estrecho
otra vez
El suelo era de metálico, y en el instante en que cayó, Valentina sintió que todos los huesos de se romplan.
Con un golpe ensordecedor, cayó de repente de nalgas, y el dolor la hizo brotar llorar
Con la boca sellada, no podía hablar, y el miedo que la invadia la hacía temblar sin control.
Se acercaban grandes pasos.
Sin pensarlo encima de su cabeza, sonó el ruido de una cremallera.
La bolsa fue abierta. Valentina tenia el cabello enredado, la mirada llena de pánico, y emitía sonidos de.i uh uh uh!‘ desde su boca sellada; parecía estar aterrada al extremo.
-El jefe me pidió que te sacara, no vaya a ser que te asfixies y luego sea difícil explicarle al jefe lo sucedido. -Dijo el hombre con una sonrisa atrevida, mirando a Valentina con ojos lascivos.–Estás bastante guapa… Lástima que todavía no pueda hacerte nada. Si pudiera, te juro que te haría el amor hasta matártela muerte.
Valentina palideció; temblaba de miedo de pies a cabeza.
1367
Después de que el hombre se fue, Valentina escuchó el sonido de las olas. A través de una pequeña ventana vio el mar, y entonces entendió que estaba en un barco.
El vaivén del barco la mareaba cada vez más. Nunca había estado en una embarcación así, y sufría un fuerte mareo. Acabó vomitando por todas partes con un fuerte estruendo. 1
Nadie vino a limpiar. El olor del vómito se impregnó con rapidez en ese espacio cerrado y no se desaparecía tan fácil, hasta el punto de que ella misma apestaba.
Andi, ¿me odias tanto?
¿Tanto como para capturarme y encerrarme en este barco desagradable?
¿De verdad no queda ni un poco de afecto por mí?
Valentina se acurrucó en una esquina, abrazando sus rodillas, y mientras más pensaba en todo eso, más se deprimía. Las lágrimas empezaron a correr desbordadas por su rostro sin que pudiera detenerlas.
Al anochecer, se abrió la puerta, y alguien arrojó algo al interior.
-¡Mira cúbrete, no te vayas a morir de frío!
El hombre tiró con desprecio el objeto y volvió a cerrar la puerta,