Capítulo 318
Luisa hizo mala cara y lanzó una mirada fulminante a Valentina, quien se veía obligada a arrodillarse en señal de reverencia. Luego, giró la cabeza hacia Andrés, que mantenía una expresión impasible, y le preguntó: -¿A qué te refieres con eso de crimen y asesinato?
Andrés no quería contarle a Luisa que Valentina había colaborado con Daniel y participado en varios
homicidios.
Luisa se angustiaba profundamente por personas que no tenían nada que ver con ella, como Leticia y Evaristo, al punto de perder el apetito y el sueño. Si llegaba a saber que varias personas inocentes y desdichadas habían muerto a manos de Daniel, sin duda alguna volvería a sentirse mal durante mucho
tiempo.
Respondió en tono firme: -Me refiero al asunto de Alma.
-Oh. -Luisa bajo la mirada, con la ligera sensación de que las cosas no eran tan simples como se las
presentaban.
Ese mismo día, Valentina fue oficialmente expulsada de la familia Martínez.
Andrés la entregó a la policía.
Valentina fue arrestada formalmente.
En Solévia.
Después de colgar, Jaime, subordinado de Daniel se encontraba serio.
-Daniel, Andrés ya entregó a Valentina a la policía. Ella envió un mensaje pidiendo que la ayudemos a
salir de esta.
Daniel sonrió con gran indiferencia y le devolvió la pregunta a Jaime: -¿Tú gastarías energías en salvar a alguien que ya no tiene ningún valor?
Jaime bajó la cabeza y respondió en un tono bastante sumiso: -Entiendo, Daniel.
Daniel volvió a preguntar: -¿Y qué hay de Antonio?
-Ya le entregamos lo que Valentina nos dio.
-Bien. -Daniel hizo girar con suavidad la copa de vino tinto entre sus dedos, mientras una sonrisa se dibujaba en sus labios.- El espectáculo está por comenzar.
Sábado por la mañana.
Berta llamó expresamente para recordarle a Luisa.
-Abogada Luisa, le pedí tu número a Francisco. ¿Recuerdas que la semana pasada quedamos en cenar
esta noche? -preguntó con tono amable.
Luisa le respondió respetuosa: -Por supuesto.
Berta suspiró aliviada y dijo sonriendo: -Reservé un salón privado en el Hotel Espléndido, a las siete de la noche. Haré que Francisco pase por ti, te parece?
-No hace falta, iré en mi auto.
-Está bien, entonces nos vemos esta noche. Hasta luego, abogada Luísa.
-Hasta luego.
A las seis de la tarde, Luisa se cambió de ropa y se preparó para salir.
No se arreglo con gran esmero; solo se maquilló ligeramente.
Llevaba un vestido largo color marfil como prenda principal, y encima de esta una gabardina beige. Su cabello ondulado caía suelto sobre los hombros, dándole un aire discreto de suavidad y elegancia.
Al llegar al restaurante acordado, Luisa
edificio. Apenas se acercó a la entrada, se encontró con Berta, que acababa de salir del restaurante.
ce parqueó en el estacionamiento al aire libre justo frente al
Berta, llevando de la mano a Aída, sonrió ampliamente en cuanto vio a Luisa y la saludó con gran entusiasmo:-Abogada Luisa, justo estaba calculando que ya debías de estar por llegar, así que decidí
bajar a echar un vistazo. ¡Qué coincidencia tan grande, el tiempo justo!
-Aída, saluda a Luisa. -le dijo Berta.
Aída alzó la carita y le dedicó a Luisa una dulce y tierna sonrisa, con los ojitos entrecerrados por la
alegría: Buenas noches, Luisa.
–
Luisa le devolvió una sonrisa cálida y le extendió una bolsita rosa adornada con un pequeño lazo: –
Buenas noches, Aída. Este es un regalito para ti.
Berta se mostró un poco sorprendida y agitó con rapidez la mano: -No era necesario. Ya bastante es que hayas venido; esta ceña era para agradecerte. No tenías por qué traer regalos.
Luisa sonrió con gentileza: -Es para Aída. Es tan adorable. Mi hermana es más o menos de su edad, así que al verla me recuerda a ella. Es solo un pequeño detalle que lo traje con cariño, no te preocupes.
Berta echó un vistazo al bolso que Aída sostenía en la mano.
En él se leía el logo de Valeria Luxe. La niña, inquieta movida por la curiosidad, no tardó en sacar el
contenido del interior.
Era un par de preciosos pasadores rosados, bordeados con brillantes piedritas rosas que centelleaban.
Aída los vio y sus ojitos se iluminaron al instante. Exclamó con una risa clara y alegre: -¡G gracias, Luisa! Los pasadores son hermosos, me encantan demasiado.
Berta sonrió y comentó: Abogada Luisa, te has gastado demasiado. Me da mucha pena.
-Mientras a Aída le gusten, está perfecto.