cluso si te lo quedaste a él, ¿de qué te sirve?-comento Mónica con una sonrisa cargada de amargura. En su corazón, no dejará de recordarme. Aunque no me vea más, seguiré ahí, como un fantasma entre ustedes.
Para reforzar sus palabras, añadió con cinismo:
Imagino que ya te enteraste: el “doble secuestro” fue mi propio montaje. El lo sabía todo y, aun así, me dejó en paz. ¿Sabes por qué?alargó la última frase con un gesto teatral-. Porque no soporta verme sufrir. Jamás me haría daño, ni siquiera por ti. ¿Entiendes?
Cada palabra le taladró los oídos a Luciana, desgarrándole el pecho. Entonces, todo cuadraba: su cercanía, el hecho de que Alejandro la protegiera… Hubo un tiempo en que compartieron un lazo mucho más profundo de lo que ella había imaginado.
-Bueno… Mónica suspiró, sintiéndose satisfecha-. Entraré a recoger mis cosas. 1
Comenzó a alejarse, pero no pudo evitar voltear una vez más, deleitándose con la expresión aturdida de Luciana. Esa mirada perdida le resultaba deliciosa en su afán de venganza. 2
“Tal vez un día se descubra mi mentira, o tal vez no… De cualquier forma, no tengo nada que perder. Con que Luciana se atormente un poco, ya es ganancia para mí“, pensó. 2
Luciana, por su parte, permaneció inmóvil bajo el sol. Los destellos de luz la encandilaban, provocándole un ardor que hizo que cerrara los ojos, dejando que las lágrimas se acumularan.
-No lo sabía… de haberlo sabido… -murmuró con el corazón encogido-. Abuelo… usted me engañó.
En ese momento, Fernando salió y la vio allí, con el rostro empapado.
-¡Luciana! -exclamó, alarmado-. ¿Qué pasó? ¿Por qué lloras?
Intentó consolarla, pero la situación lo sobrepasaba. Sacó un pañuelo y se lo ofreció, indeciso sobre si debía abrazarla o no.
-¿Te dijo algo Mónica?
-Fernando… él… me engañó… -sollozó Luciana, sin poder articular más palabras, sumida en su propio dolor. 2
Al no entender, Fernando se limitó a acompañarla hasta que se serenara un poco.
-Ven, sube al auto mientras despido a los trabajadores y cierro todo.
Tras acomodarla en el vehículo y finalizar con los pendientes, Fernando regresó. Luciana ya estaba más tranquila, pero su mirada se perdía en la ventana, ausente. (1
Cuando pusieron rumbo de vuelta, el teléfono de Luciana sonó. Al ver quién era, sus ojos adquirieron un brillo frío.
-¿Sí?-contestó.
Alejandro percibió de inmediato la distancia en su voz. Aun así, habló en su tono habitual, suave y protector:
-Luciana, ¿dónde estás? La enfermera me dijo que saliste temprano.
Temiendo incomodarla, aclaró:
-No es que no quiera que salgas, pero deberías pedirle a Simón que te acompañe, por seguridad, ¿sí?
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Capitulo 268
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El mostraba una preocupación genuina, pero Luciana solo sintió una frialdad creciente.
Estarás libre esta noche? ¿Podrías venir a verme? -preguntó en un hilo de voz, intentando sorar lo más neutral posible.
-Por supuesto -respondió Alejandro, con cierto alivio. En realidad, no necesitaba invitación para ir con ella-, Termino mis pendientes temprano y voy a estar contigo.
Capitulo 709
Capítulo 769