-¿Ya llegó la merienda? -La voz del hombre rebosaba de alegría, era melodiosa y cautivadora.
-Efectivamente, eres tú. -Las pestañas de Luisa bajaron; su tono no revelaba emoción alguna.
-¿Cómo lo adivinaste? -Andrés soltó una leve risa.–Francisco me invitó un café, así que yo le invité la merienda. Sabes no me gusta deber favores.
Cuando fue hoy al bufete, notó que había varios jóvenes.
Recepcionistas, asistentes y varios abogados no parecían tener más de treinta años.
Le preguntó específicamente al asistente Alejandro qué solían por lo general comer y beber los jóvenes que trabajaban actualmente.
Alejandro empezó como loro a hablar sin parar.
Andrés le dijo: -Encárgate tú personalmente de pedir la merienda para el bufete de Luisita.
¿Francisco quería ganarse a la gente invitándolos a café?
Pues él iba a ganárselos con merienda.
Alejandro siempre era meticuloso en su trabajo.
Como asistente especial del jefe Andrés, sabía bien lo que Andrés sentía por Luisa.
Para la oficina de la señorita Luisa, al pedir la merienda, naturalmente se elige siempre lo mejor.
La leche del té era fresca, sin grasas vegetales añadidas; la fruta, importada y de las más caras; los
mejores pasteles, de queso.
Luisa, al oír lo que dija Andrés, no pudo evitar sentir grandes deseos de comer.
¿En verdad era porque no le gustaba deber favores?
Ni siquiera tenía ganas de desenmascararlo.
Por la mañana, delante de sus subordinados, había dicho que era su propio bufete, y ahora estaba
compitiendo con Francisco. Que hombre este
Pensando que todos en la oficina trabajaban muy duro, y que la comida ya había llegado devolverla sería
una verdadera pérdida y tirarla un desperdicio. Luisa solo pudo decir: -¿Cuánto costó todo esto? Te
hago de inmediato una transferencia.
Ella misma podía pagar para recompensar al equipo; no era necesario deberle todo eso a Andrés.
La voz de Andrés, con una sonrisa graciosa: -Abogada Luisa, si no fue para ti, ¿para qué vas a pagarme?
Me imagino que los casos de mi empresa los repartirás entre el equipo, ¿no es así? Primero hay que ganárselos, así no se quejarán tanto cuando les toque trabajar en ellos. ¿Qué te parece?
Luisa se quedó sin palabras.
-¿Qué estás insinuando? -frunció el ceño, molesta. -¿Estás diciendo que en mi bufete la gente trabaja
con rencor?
-Eso demuestra que no entiendes a los empleados. -Andrés sonrió con picardía.–Nadie disfruta trabajar. ¿Quién no siente al menos un poco de resentimiento al ir a trabajar?
En realidad, Andrés tampoco entendía mucho del tema; esas palabras se las había dicho Alejandro.
Luisa quedó atónita.
De hecho, al recordarlo, cuando ella ejercía fuera y trabajaba para otros, sí que sentía algo de resentimiento.
Especialmente durante esos tres años en la Esperanza, cuando había roto toda relación con su familia,
vivía dependiendo de ese escaso salario mensual, y su jefe era alguien particularmente complicado y
estresante. En aquella época, sí que llevaba mucha insatisfacción por dentro.
-Ni se te ocurra transferirme dinero. -Andrés volvió a enfatizar.–Lo hice solo por los casos de mi
empresa.
-Aunque no hubieras comprado nada, de igual manera trabajaríamos con esmero en los casos de
ustedes.
-Pues les agradezco mucho entonces, abogada Luisa. -Andrés sonaba de excelente humor.
Luisa pensó que, en el fondo, Andrés tenía algo de razón.
Durante el trabajo, contar con pequeños beneficios como ese seguro agradaba mucho al equipo. No tenía motivo para rechazar en su nombre una buena intención.
Colgó.
Luisa le dijo a la recepcionista: -Avísales a todos que salgan a comer. Diles que es cortesía de nuestro cliente, el jefe Andrés.
-¡Qué bien! -exclamó la recepcionista emocionadísima.
Al poco tiempo, ya había un montón de gente reunida alrededor de la mesa en el vestíbulo.
-¡Guau! ¿Estoy viendo bien? ¿Tarta de queso? ¿Y tantas? Esto debe costar más de mil dólares. ¡El jefe Andrés es realmente increíble! ¡En mi vida he comido un pastel tan caro como este!
¡Buaaa, trabajar aquí es una gran bendición!
-¡Amo trabajar! ¡Trabajar me hace feliz!
-¡Son justo mis cosas favoritas! Ya me ahorré la cena de esta noche.
-¡Te amo, jefe Andrés! ¡Te amo, abogada Luisa! Lucía tenía los ojos brillando de felicidad.–¡Gracias, jefe
Andrés!
-¿Quién es el jefe Andrés? -le preguntó de pronto Mónica a Lucía.
Capitulo 329
Lucía respondió con emoción: -¡Es el hombre guapísimo que vino esta mañana! ¿No lo viste?
Mónica lo negó.–No, no lo vi.
Lucía bajó la voz y susurró: -Es muy guapo. Además, el jefe Andrés es el exnovio de nuestra abogada Luisa. Ojalá vuelvan pronto.
Francisco, de pie al borde del grupo, tenía la mirada profunda y una expresión difícil de descifrar.
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Capítulo 330