Capítulo 347
Rosa hablaba muy bien español y podía entender o que decía Mónica. De naturaleza fría y poco expresiva, solía mostrase bastante indiferente. Al escuchar los halagos de Mónica, Rosa respondió sin cambiar de expresión: –No me interesan las mujeres, y menos los hombres.
-¿Asexual, entonces? -soltó Mónica sin pensar
Luisa sonrió con incomodidad, con una leve contracción en la comisura de los labios: -Tú sí que te atreves a decir de todo. ¿No te da miedo que te dé una paliza?
Mónica frunció los labios con fastidio: ¡Si ella misma lo dijo!
-No lo haré. Rosa seguía sin expresión.- Solo golpeo a quien represente una amenaza para la jefa Luisa.
Lucía comentó, pensativa: -Pero hablando en serio, ¡Rosa es más guapa que muchos chicos!
Luisa rio: Estoy de acuerdo.
Rosa en cambio seguía igual de imperturbable.
Mónica suspiró: -Desde que llegué a este bufete, mi sentido estético ha mejorado mucho. Luisa es tan guapa, el abogado Francisco y el jefe Andrés también son muy apuestos, y ahora ha llegado esta guardaespaldas tan guapa, Rosa. Ya hasta me he vuelto más exigente con los hombres. ¡Con razón no encuentro novio!
Lucía dijo entre risas: -No pasa nada, abogada Mónica, aún somos jóvenes, no hay prisa.
-Será tú la que no tiene prisa. -Mónica le lanzó una mirada sonriente.- Últimamente pasa algo con Evaristo, ¿no? Lo he visto venir a buscarte a la salida varias veces.
Lucía se sonrojó y bajó la mirada con timidez.
—¿Lucía, estás saliendo con Evaristo? -Luisa la miró sorprendida.- ¿Desde cuándo? ¿Y por qué no me habías contado?
Lucía bajó la cabeza con vergüenza: -Ay, no es eso… Es solo que… últimamente me está cortejando, pero todavía no le he dicho que sí.
Luisa sonrió con dulzura: -Con esa carita tuya, se nota que te gusta, ¿no? ¿No es cuestión de tiempo para que aceptes?
Lucía, con las mejillas encendidas, asintió con un si‘.
-Por cierto, ¿cómo está Leticia e?-preguntó Luisa.- He estado tan ocupada que no he
tenido tiempo de ir a verla.
Lucía respondió: -Leticia está mucho mejor. Hace unos días le dieron el altá y ya está yendo a clases normalmente.
Capitulo 347
Pues eso me alegra mucho. Luisa se sintió aliviada. ¿Y el dinero que le di ya se terminó? La escuela cuesta bastante. ¿Puede Evaristo con todo solo?
Después de que la operación de Leticia resultara un éxito, Luisa les entregó a Evaristo y a Eeticia una tarjeta bancaria con setenta mil dólares.
Les explicó que con eso pensaba financiar los estudios universitarios de Leticia y que, si Evaristo también lo deseaba, podía costearle sus estudios.
Al principio, ambos se negaron.
Evaristo le respondio: Abogada Luisa, usted ya nos ha ayudado muchísimo de veras. La vida de Leticia fue salvada gracias a usted. ¿Cómo podríamos seguir causándole más molestias? No podemos aceptar este dinero.
Leticia también dijo: Sí, Luisa, no puedo seguir recibiendo tu dinero.
-Evaristo..
Luisa lo miró con seriedad y le dijo con solemnidad: -Las revisiones médicas y tratamientos posteriores de Leticia seguirán generando muchos gastos. Además, la matrícula y los gastos de manutención para sus estudios no son tampoco poca cosa. Yo no dejo las cosas a medias. Si tengo la capacidad, por supuesto que quiero ayudar hasta el final. Esto también es una muestra de mi cariño. Ustedes acéptenlo, por favor. Eres joven y piensas que, mientras tu cuerpo aguante, puedes trabajar sin descanso y hacer múltiples empleos, pero tu salud no resistirá para siempre. Cuando tu cuerpo se derrumbe, ¿qué hará Leticia? ¿Quieres verla dejar la escuela para trabajar y reunir dinero para curarte? Eso sería descuidar lo esencial por lo secundario.
Al final, Evaristo comprendió sus palabras.
Aceptó la tarjeta que le dio Luisa y le dijo con toda seriedad: -Yo sinceramente no olvidaré esta ayuda. Le devolveré este dinero algún día.
Leticia también dijo con una vocecita firme: -Luisa, yo también me esforzaré mucho en los estudios. Entraré a una buena universidad, conseguiré un buen trabajo y ganaré dinero para
devolvértelo.
-Muy bien. -Luisa sonrió con dulzura.- Ustedes deben esforzarse y vivir bien.
-¡Sí, sí! -respondieron al unísono.
Las muchachas caminaban por la acera entre risas y bromas. La brisa vespertina alborotaba sus cabellos y sus voces alegres resonaban sin cesar.
En ese momento, el atardecer era perfecto. Las calles estaban llenas de gente y bullicio, y la luz dorada del sol poniente caía suavemente sobre ellas, alargando sus sombras sobre el suelo.
Capitulo 349
Capítulo 348