Capítulo 348
Nadie se imaginaba que el accidente llegaría tan rápido.
Justo cuando estaban a punto de llegar a la entrada del restaurante, de repente dos hombres salieron corriendo de entre la multitud.
Ambos llevaban mascarillas negras y gorras negras con visera.
Uno de ellos era alto, vestía una camiseta blanca de manga corta, tenía los brazos musculosos y tatuajes visibles.
El otro era un poco más bajo y no parecía tan fuerte..
Luisa y Rosa reaccionaron con rapidez y se apartaron hacia un lado para esquivar.
-¡Jefa Luisa, tenga usted mejor mucho cuidado! ¡Yo puedo sola, lléveselas y váyanse! -gritó Rosa, esquivando de lado la cuchillada del musculoso y lanzándole un puñetazo directo al
rostro.
Lucía y Mónica estaban aterradas, completamente pálidas.
Mientras trabajaban en el despacho Consultores Legales Rivera, una vez alguien había entrado armado y atacado con un cuchillo; en ese momento, Lucía fue usada como escudo por la abogada Mariana. Semejante recuerdo tan maluco resurgió de golpe. Lucía abrió los ojos desmesuradamente, temblando de pies a cabeza, paralizada por el terror.
Luisa se alarmó y, tirando con una mano de Lucía y con la otra de Mónica, gritó: -¡¡¡Corran!!!
Lucía, al ser jalada, volvió en sí de pronto y corrió tras Luisa.
Mónica, que nunca había vivido una situación tan peligrosa, tenía las piernas completamente flojas de miedo. Además, como llevaba tacones para ir al trabajo, no alcanzó a correr más que unos pasos antes de torcerse el tobillo y caer al suelo.
Fue en el enfrentamiento que Rosa se dio cuenta de que aquellos dos no eran tipos comunes: ¡ eran claramente sicarios entrenados!
Pero ella también había luchado contra mercenarios antes, y ni siquiera los dos juntos eran rivales para ella.
Justo en ese momento, uno de los hombres vio que Mónica se había caído, y aprovechando una oportunidad, logró zafarse de Rosa y corrió hacia Luisa y Mónica.
-¿Cómo estás, Mónica? ¿Puedes ponerte de pie?-preguntó Luisa con urger
-Me duele mucho. -respondió Mónica mientras se apoyaba en Luisa para incorporarse con dificultad.
Pero la herida era grave; solo podía apoyarse sobre un pie, mientras el otro apenas lo dejaba
descansar suavemente en el suelo.
A juzgar por su estade, no podía caminar, mucho menos hulr.
El hombre más bajo las alcanzó rápidamente.
“Llevaba un cuchillo y, con una mirada de matar a toda costa, se lanzó directo hacia Mónica.
Luisa no lo pensó dos veces: empujó a Mónica a un lado y se enfrentó al agresor cuerpo a
cuerpo.
Mónica fue empujada de golpe y cayó sentada sobre el césped ajardinado al costado. Al ver a Luisa enfrentándose al agresor, un escalofrío le recorrió todo el cuerpo. ¡Nunca imaginó que la abogada Luisa tuviera semejante destreza!
Pero no era momento para asombrarse. Estaba pálida del susto, un dolor punzante le
atravesaba el tobillo y diminutas gotas de sudor le perlaban la frente.
Lucía corrió de inmediato a ayudarla.–Abogada Mónica, vámonos rápido.
El rostro de Mónica estaba completamente descolorido. Con gesto de dolor, dijo: -Mi pie… no puedo caminar.
-Te sostengo yo.
Lucía la ayudó a incorporarse y sacó su celular para llamar a la policía.
Ya había otras personas en la calle haciendo lo mismo.
Rosa, que llevaba un rato luchando contra el mercenario musculoso, vio a lo lejos que el otro hombre estaba peleando con Luisa. Llenándose de determinación, le dio una fuerte patada al tipo musculoso y salió corriendo hacia donde estaba Luisa.
Luisa no peleaba mal, pero aquel hombre no era alguien común; tras intercambiar unos cuantos golpes, ella se dio cuenta de que el sujeto tenía entrenamiento profesional y habilidades supériores incluso a las de un guardaespaldas promedio.
Luisa empezaba a no poder resistir.
El cuchillo brillante reflejaba una luz malévola mientras se dirigía directo a su corazón.
De repente, unas manos firmes sujetaron con fuerza la muñeca del hombre. La presión aumentó y una mueca de dolor se dibujó en su rostro.
Pero por suerte, Rosa llegó justo a tiempo. De lo contrario, las consecuencias habrían sido inimaginables.
Por la distancia y el ángulo, Luisa apenas pudo evitar el golpe letal; aunque el atravesó el corazón, sí la alcanzó y penetró en su cuerpo.
illo no le
De haber sido una herida grave, el dolor habría reducido drásticamente su velocidad y capacidad de reacción, dejándola completamente vulnerable al siguiente ataque. Y entonces,
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apuñalearle en el corazón habría sido cuestión de un segundo.
Tras unos cuantos movimientos más, Rosa logro someter al agresor, Le arrebató el cuchillo y ahora lo tenía presionado contra el cuello del hombre.
De no ser porque estaban en São Vitoriano, en plena vía pública, Rosa ya le habría clavado el arma con fuerza en la arteria carótida, matándolo en el acto.
El tipo musculoso, al darse cuenta de que no era rival para la guardaespaldas y que su compañero ya había sido reducido, se dio la vuelta y salió corriendo.
Rosa esbozó una sonrisa.–Idiota.
Con calma, sacó del bolsillo un frasco de vidrio similar a los que se usan en hospitales para contener medicamentos inyectables. Con el pulgar, rompió con destreza la boquilla del frasco y rápidamente esparció el líquido en la hoja del cuchillo.
Un segundo después, Rosa lanzo el cuchillo con fuerza.
El arma giró en el aire a gran velocidad, cortando el viento con fiereza, y la punta se clavó con precisión en la pantorrilla del hombre.
Aquel sujeto, sin duda entrenado profesionalmente, no soltó ni un solo quejido al recibir la cuchillada en la pierna; siguió corriendo como si nada.
Pero no llegó muy lejos: antes de desaparecer del todo del campo visual, cayó pesadamente al
suelo.
Rosa soltó una risa fría y murmuró para sí misma -Con un anestésico potente entrando en la sangre, aunque seas el mejor luchador, no aguantas ni un minuto.
El hombre más bajo, al que tenía sujeto, intentó aprovechar el momento para escapar, pero Rosa apretó con fuerza y lo dejó inconsciente.
-¿Jefa Luisa, está bien? ¿Está herida? -pregunto Rosa al volverse hacia Luisa, con una expresión de preocupación y tensión que jamás se había visto en su rostro habitualmente impasible.
Luisa suspiro y le respondió.–Yo me encuentro bien.
Pero justo en ese momento, un escalofrío recorrió su cuerpo.
Fue como un sexto sentido, algo que no sabía explicar, pero que hizo que todos los vellos de su cuerpo se erizaran al instante.
Antes de entender por qué, alcanzó a ver, detrás de una estatua no muy le
pistola negra asomándose.
Un ‘¡bang!‘ resonó en el aire.
1, la silueta de una
Casi al mismo tiempo, Luisa gritó: -¡Cuidado! Y empujó a Lucía con todas sus fuerzas.
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El instante en que la bala impactó en Luisa fue cast insensible, como un adormecimiento.
Pero un segundo después, un dolor desgarrador y brutal se extendió desde la herida hasta cada rincón de su cuerpo, dejándola sin fuerzas para mantenerse en pie.
-¡Jefa Luisa! -Rosa exclamó horrorizada, extendiendo los brazos para sostener a Luisa, quien estaba a punto de desplomarse.
Capitulo 349
Capítulo 349