Ella tenía que ver a esa hija adoptiva a esa ingrata
Tras una larga espera, por fin se abrió la puerta de la sala de urgencias.
Andrés, Francisco y Miguel se adelantaron apresurados casi al mismo tiempo para hablar.
Andrés: -Doctor, ¿cómo está Luisita?
Francisco: -Doctor, ¿cuál es su condición?
Miguel: -Doctor, ¿cómo está mi hija?
Los demás también tenían una expresión de profunda preocupación e, incluso contenían la respiración. Los corazones de todos latían con fuerza, esperando escuchar buenas noticias, pero temiendo también una tragedia.
El cirujano principal se quitó la mascarilla y, en su rostro agotado, apareció una amplia
–
sonrisa. La paciente ya está fuera de peligro. Ahora será trasladada a la unidad de cuidados intensivos. Podrán visitarla dentro de tres días.
Todos soltaron un suspiro de alivio al mismo tiempo.
Los ojos vacíos y apagados de Andrés por fin mostraron un poco de luz, y la opresión en su pecho se alivió ligeramente.
Andrés cerró los ojos por unos segundos, luego los abrió y dijo con solemnidad: -Gracias, doctor.
Los demás, conmovidos hasta las lágrimas, no dejaban de agradecer una y otra vez al médico.
Especialmente Miguel, un hombre de casi cincuenta años, lloraba con los ojos completamente enrojecidos y hablaba con voz entrecortada. -Gracias, doctor… gracias, mil gracias…
El médico se despidió y se retiró.
Luisa fue sacada por varias enfermeras. Andrés la miraba, acostada en la camilla móvil, inconsciente, pálida como una hoja, y sintió un dolor intenso en el corazón.
Una punzada tras otra, como si le desgarraran el alma.
Todos querían ansiosos acercarse a ver a Luisa.
Unas enfermeras empujaban apresuradas la camilla. -Con permiso, necesitamos trasladar a la paciente a la UCI. Aún no se puede visitar.
Los presentes despejaron el camino, y las enfermeras empujaron enseguida a Luisa hacia la
UCI.
La atmósfera opresiva por fin se disipó un poco.
Varias chicas lloraban con los ojos enrojecidos.
Lucía dijo entre sollozos: -Yo creo que Dios la va a proteger. La abogada Luisa es una mujer tan buena… seguro que estará bien…
Catalina tenía los ojos enrojecidos y sorbía nerviosa por la nariz, -Qué bueno que está bien, qué bueno…
Fernanda soltó un largo suspiro y se secó las lágrimas, Menos mal que Luisita está bien. Si le hubiera pasado algo… de verdad no me atrevo ni a pensarlo…
Lucía lloraba desconsolada con la nariz roja, Si le hubiera pasado algo a la abogada Luisa, me sentiría culpable toda la vida. Sé que ella resultó herida por salvarme.
Mónica tenía los pies vendados, sentada en una banca del pasillo, también con los ojos enrojecidos, Qué alivio… qué gran alivio… la abogada Luisa está bien.
–
Aunque Rosa no lloraba. Exhaló con fuerza y por fin relajó el ceño que había mantenido fruncido todo este tiempo.
Carlos miró de nuevo a Andrés y soltó un gruñó, Andrés, Luisita casi pierde la vida por estar contigo. ¡Deja de arruinarle la vida!
Andrés no dijo nada al respecto.
Las horas que Luisita pasó en la sala de urgencias fueron las más dolorosas, opresivas y llenas de culpa en la vida del atormentado Andrés.
No podía contradecir lo que dijo Carlos.
Porque incluso él pensaba lo mismo.
Si no hubiera sido por él, ¿entonces cómo habría llamado la atención de Daniel sobre Luisita?
La culpa lo ahogaba intensamente.
Sentía que una gran mano le estrujaba y desgarraba el corazón una y of hacerlo casi convulsionar del dolor.
ez sin parar, hasta
Miguel alzó la mirada y fijó los ojos en Andrés, le habló con severidad: -Andrés, tiene razón. Mejor aléjate de Luisita. No vuelvas a arruinarle la vida.
Andrés contuvo el aliento. El corazón le dolió demasiado.
Capitulo 355
Capítulo 355