Capítulo 792
+25 BONUS
¿“Bien“? ¿De verdad llamas a esto estar bien? -Enzo había averiguado lo suficiente al pasar por el área de enfermería: Luciana había tenido un parto prematuro, luego una hemorragia posparto y, para colmo, había perdido la vista.
-¿Cómo terminaste en esta situación?
–
Luciana suspiró-. Pues digamos que tuve un embarazo complicado.
Enzo elevó la mano y la agitó delante del rostro de Luciana para confirmar que en verdad no veía nada. Luego se quedó pensativo.
-No hablo solo de tus problemas de salud…
-¿Eh? -Luciana se quedó callada unos segundos y luego se dio cuenta-. ¿Ya te enteraste?
Se preguntaba cómo, si toda la situación legal había sido manejada con total discreción por Alejandro, sin que los medios se enteraran. Tal vez Enzo se había enterado por otros medios, pues el mismo había dicho que tenía recursos.
-Te dije que podía averiguar lo que quisiera -reafirmó con calma. Pero dejemos eso de lado. Cuéntame.. ¿qué piensas hacer ahora?
-¿Qué voy a hacer? -repitió Luciana, confundida y un tanto abrumada. ¿Qué planes podía tener alguien que acababa de quedarse ciega y apenas podía moverse con libertad?
Como ella no respondía, Enzo insistió con determinación:
-A estas alturas, ¿sigues sin necesitar mi ayuda?
La pregunta hizo que Luciana se estremeciera por dentro. Aunque no podía ver, fijó la mirada hacia él, como si lo observase a los ojos.
Enzo esperó con paciencia. Después de un rato que pareció larguísimo, Luciana abrió la boca con indecisión:
-¿De verdad… me ayudarías con lo que sea?
Enzo percibió esa duda transformarse en una pequeña esperanza. Se permitió una leve sonrisa.
Lo que sea, sí.
-Pero…
Luciana sintió que el corazón le palpitaba con fuerza. Aun tenía sus reservas. Después de todo, él no era más que un conocido fortuito. ¿Por qué querría ayudarla?
-¿Te preocupa no poder confiar en mí? –preguntó él, como si leyera sus pensamientos-. Te preguntas por qué quiero ayudarte y qué es lo que realmente busco, ¿no? 3)
Luciana guardó silencio. Exactamente eso era lo que pensaba. Ante desconocidos, siempre debía haber un mínimo de desconfianza.
-No te culpo por pensarlo así – continuó Enzo con un leve asentimiento-. Es normal cuestionar las intenciones de alguien que apenas conoces.
Se puso de pie y, de pronto, se inclinó con lentitud hacia ella.
Luciana percibió cómo se acercaba y abrió los ojos con sorpresa, sin comprender sus intenciones.
¿Qué haces?-susurró, inquieta.
En lugar de explicarse, él acercó la boca a su oído y le habló con voz baja, tan suave que solo ellos dos podían oírlo. Luciana escuchó en silencio, y su expresión se transformó: los ojos se le abrieron más y más, al tiempo que apretaba con fuerza la sábana que tenía debajo. Las manos le temblaban un poco. 7
—Piénsalo con calma —dijo Enzo con serenidad, apoyándole la mano en el hombro y dándole un par de palmadas a modo de aliento. Me quedaré un tiempo más en Muonio. Si me necesitas, lámame.
1/2
Capitulo 792
+25 BONUS
Luciana, aturdida, se quedó con la mirada fija en ningún punto, incluso después de que él se marchara. Tardó un buen rato en reaccionar.
No supo cuántos minutos pasaron hasta que escuchó nuevamente pasos en la habitación. Eran pasos suaves, sobre la alfombra, y luego la puerta se abrió con cuidado.
Era Alejandro, quien al entrar la vio despierta, con la mirada perdida. Se acercó y se sentó a su lado, sujetándole la matio. -¿Despertaste?-preguntó con voz calmada. La enfermera me dijo que comiste un poco.
Luciana parpadeó, pero no respondió. Aun así, ese mínimo gesto dolió en el corazón de Alejandro. Para animarla, empezó a hablar de la bebé:
-Acabo de ver a nuestra niña. Es chiquita, pero ya come inuy bien duerme mucho.
Al oír eso, Luciana por fin reaccionó, inclinando la cabeza en su dirección.
-¿Está bien?
—Sí, muy bien -respondió Alejandro, apretándole suavemente los dedos-. En cuanto puedas ponerte de pie, te llevaré a verla. Tiene unas pestañas larguísimas, seguro será una niña de ojos grandes… igual que tú. 7
Los ojos de Luciana se humedecieron al instante. Sintió un leve temblor en la garganta, pero se contuvo. Era su niña, la que había traído al mundo tras pasar por un trance al borde de la muerte.
-No llores —murmuró Alejandro, pasándole la yema de los dedos por el borde de las pestañas-. En la cuarentena no conviene llorar. Dicen que puede dejar secuelas.
