A la mañana siguiente, Luciana tenía programadas revisiones y tratamientos de recuperación posparto. Simón la acompañó hasta la clínica, pero prefirió quedarse afuera, considerando que eran revisiones “intimas“.
Tumbada en la camilla, Luciana no podía ocultar su nerviosismo: su corazón latía con fuerza. Pasados unos minutos, alguien entró a la habitación.
Se trataba de una mujer joven, vestida igual que ella, con la misma pata de paciente.
-Señora Guzmán–la saludó con voz baja.
Luciana no veía, pero reconoció inmediatamente el timbre.
-¿Eres tú?
–Sí. El señor Enzo me envió.
Ayudó a Luciana a incorporarse y, mientras la guiaba hacia la puerta, murmuró en tono apresurado:
-La enfermera y tu guardaespaldas están distraídos por un momento. Podrás salir de aquí sin que se den cuenta. Alguien te estará esperando afuera. Yo me quedaré en tu lugar para ganar tiempo.
-De acuerdo.
En la puerta, tal como la desconocida había prometido, un hombre sujetó a Luciana del brazo.
-Señorita, soy uno de los hombres del señor Enzo. Sígame, por favor -dijo él en francés.
Luciana no lo dudó. Asintió y lo acompañó. Juntos llegaron al estacionamiento subterráneo, donde los esperaba Enzo en un auto.
-Luciana, iremos directamente al aeropuerto. No te preocupes por Alba, hay otro equipo encargado de llevarla con nosotros.
Ella sintió el corazón acelerado.
-Está bien…
El auto arrancó, alejándose de la clínica con destino al aeropuerto. Sin embargo, a mitad del trayecto, Luciana habló con voz
temblorosa:
-Señor Enzo, por favor… ¿podemos detenernos un momento en la clínica anexa?
Enzo captó de inmediato.
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-¿Quieres ver a Fernando? 2
—Sí… -admitió Luciana, con un nudo en la garganta-. No sé cuándo podré volver…
—Está bien —dijo Enzo, tras pensarlo un segundo.
Al llegar a la clínica anexa, aparcaron frente al edificio de cirugía. Enzo la acompañó hasta la puerta de la habitación, pero se quedó en el pasillo.
-Puedo describirte lo que veo -susurró, mirando hacia el interior. Está recostado y se ve estable. Hay una mujer, probablemente su madre, y dos asistentes que lo ayudan a cambiarse y limpiarlo.
Luciana se quedó inmóvil, encarando la dirección de la habitación con la mirada perdida en la oscuridad. Fernando, aquel hombre tan elegante y apuesto, yacía allí, inconsciente…
En su interior, repitió en silencio:
“Fer, lo siento mucho. Tengo que irme. Así, en mi estado, no sirvo de nada, pero regresaré… Por favor, espérame.”
-Vámonos -dijo Enzo en voz baja.
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Capitulo 799
-Si–respondió Luciana, asintiendo. Dejó que Enzo la gulara y, paso a paso, se alejaron.
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Un día después.
Alejandro regresó de su viaje a Francia. En cuanto llegó al hospital de maternidad, lo encontró completamente vacío: Luciana y Alba habían desaparecido. 2
Resultó que Enzo había aprovechado el momento perfecto para realizar el escape, sustituyendo a Luciana con alguien que fingiera ser ella y así ganar tiempo. Para cuando Simón se dio cuenta de que Luciana había desaparecido y trató de contactar a Alejandro, él estaba en pleno vuelo, sin posibilidad de comunicarse
En cuanto se enteró, Simón avisó de inmediato a Salvador, quien movilizó a su gente y organizaron una búsqueda por toda la ciudad.
-¿No encontraron nada? -preguntó Sergio, la voz cargada de preocupación.
-Nada -respondió Simón con un hilo de voz- patas arriba. Me temo que ya no está aquí…
Revisamos cada rincón. Santiago y don Salvador Morán tienen medio Muonio
-Entonces tal vez usó otra identidad -murmuró Sergio con el ceffo fruncido-. ¿Cómo lo habría logrado? Además, ella no ve, ¿ tuvo ayuda? 3
Aquello que Sergio se cuestionaba, Alejandro también lo pensaba. Desde que le dijeron la noticia, él había permanecido callado, como si se hubiese desvanecido su alma.
Sergio… -susurró Simón con temor-. ¿Crees que Alejandro está bien?
-No lo sé–Sergio negó con la cabeza-. Pero me temo que esto puede terminar muy mal…
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