Capítulo 831
Cuando Viviana terminó de decir aquello, pareció perder el interés por todo lo demás. Se cubrió la herida con la mano y su cara se puso tan pálida que parecía a punto de desmayarse.
La noche cayó en un silencio absoluto. Anais volvió a recargar la cabeza sobre la pierna de Efrain y alzó la mirada para observarlo.
El solo tenía ojos para el fuego, como si las llamas fueran mucho más interesantes que ella.
-Dicen que el corazón de un hombre es como buscar una aguja en el fondo del mar -pensó Anaís, frustrada porque no lograba descifrarlo.
Pasadas las ocho de la mañana siguiente, Anaís despertó y lo vio apoyado en la roca, dormido profundamente.
Suspiro aliviada, se puso de pie y estiró los brazos, desentumeciendo el cuerpo.
Viviana, que estaba sentada cerca, habló:
-Nuestro helicóptero llega hoy a mediodía. En un rato tenemos que buscar un lugar abierto para que aterrice. Después nos veremos en Estados Unidos.
Al terminar, echó un vistazo a Efraín, frunciendo el ceño porque hasta dormido se veía tan distante.
-Oye, Anais, cuando llegues a Estados Unidos platicamos.
-¿Y tú cómo sabes que voy para allá?
Viviana soltó una risa cansada.
-Porque Efraín va a ir. Y como ahora te gusta, seguro lo vas a seguir. Mira, si te encuentras con Nerea, aléjate de ella. Te aseguro que lo hizo a propósito: nos contó a todas las que nos gustaba Fausto que su hermano siempre venía aquí, para que viniéramos a probar suerte… pero en realidad quería mandarnos al matadero. Esa tipa disfruta cuando las demás la pasan mal.
Nerea siempre hacía lo que quería, con mala intención y sin pensar en nadie más.
Con ayuda de alguien, Viviana comenzó a alejarse, cojeando.
Mónica dio unos pasos y luego miró varias veces a Anaís, con una expresión difícil de descifrar.
Uno de los hombres que estaba cerca comentó:
-Anaís y Nerea se parecen un poco.
Mónica apretó los labios.
-¿Se acuerdan? A Nerea la consienten solo por esa cara. Ella y…
Antes de que terminara, alguien la interrumpió:
-Ya basta, no hablen de eso. Los asuntos de la familia Marín no nos incumben. Aunque nos caiga mal Nerea, cuando regresemos habrá que poner buena cara. Ellos están en otra liga.
Los tres hombres también pertenecían a familias importantes en Estados Unidos, amigos de Viviana.
El grupo se quedó en silencio y avanzó hacia la
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En el lugar solo quedaron cuatro personas.
Anaís despertó a Efraín:
zona despejada.
-Come algo, ¿no? ¿A dónde vamos después? Me da la impresión de que conoces bien este lugar, así que tú dirás.
Él guardó silencio, recogió las cosas, tomó el bolso de Anaís y echó a andar sin mirar atrás.
Anaís tuvo que apresurarse para
alcanzarlo.
-¿Qué te pasa ahora? -le preguntó preocupada.
Capitulo 831
Enrique los vio afejarse y deseo seguirlos, pero sabía que no era bienvenida.
Respiró hondo, apretando con fuerza el palo que tenía entre manos.
-No entiendo por qué le gusta Anais. ¿Qué le ve?
Liam apagó el fuego con el pie, miró a Efraín y preguntó:
-¿Vamos tras ellos?
Enrique soltó una media sonrisa amarga.
-¿Para qué? ¿Para que Efraín me ignore? Anaís fue la culpable de la muerte de la señora, y a él parece no importarle nada, solo le importa Anaís. Ni modo, también me voy a Estados Unidos, tengo que ver con mis propios ojos cómo termina esta historia, si no, no voy a estar tranquila.
-Entonces vamos juntos -dijo Liam, agachándose para ordenar las cosas.
Enrique lo miró con molestia.
-¿No que te gustaba yo? ¿No deberías enojarte al verme detrás de Efraín?
Liam se detuvo unos segundos antes de responder:
-No sé bien qué siento.
De golpe, los ojos de Enrique se llenaron de lágrimas.
-¿Entonces por qué esa noche me seguiste? Me mirabas diferente y ahora dices que no sabes si te enojas, si te da celos… ¿Eso es querer? ¿Tú entiendes lo que es gustar de alguien?
-Yo…
Liam se quedó quieto, sin saber qué decir.
Había pasado tanto tiempo en ese lugar, que realmente desconocía cualquier otra emoción.
Enrique salió corriendo hacia el bosque, secándose las lágrimas.
-Y yo que pensé que al fin alguien me quería.
Anaís siguió a Efraín un buen tramo, hasta que de pronto se detuvo.
Él caminó unos pasos más antes de girarse, esperando que ella lo alcanzara.
Pasaron varios minutos y al no escuchar pasos, se volteó.
-¿Qué pasa?
Ella estaba quieta, pateando unas hojas secas.
-Ya me estaba imaginando que te ibas a quedar mudo para siempre.
Por fin, Efraín preguntó con voz baja:
-Tú y Fausto… ¿ustedes ya se conocían antes?
-No sé, todavía no lo recuerdo.
Se acercó a él, le quitó el bolso de las manos y le sujetó la muñeca.
-No irás a pensar que la persona de la que hablaba Viviana era yo, ¿verdad?
-No te vuelvas a ver con él.
Anaís sonrió, apretando la punta de sus dedos.
-Vaya, con que estás celoso. ¿Por qué no lo dijiste antes?