Despertar del Olvido 832

Despertar del Olvido 832

Él no dijo nada, solo siguió adelante, gulando el camino

Avanzaron toda la mañana. A medida que se internaban más, los árboles se volvian tan frondosos que apenas unas poces manchas de luz lograban filtrarse entre las hojas

Anais tenía ganas de preguntar si habría por ahí alguna fruta comestible, pero justo en ese momento notó que él se detenta 

en seco

-¿Qué pasa

-Hay gente

Apenas terminó de hablar, se escuchó un disparo

Anais, con reflejos de superviviente, se lanzó al lado y se pegó a él

-¿Cuántos son

-Unos diez o más. Mantente alerta

Anais asomó la cabeza con cuidado y vio un grupo de personas bastante hábiles peleando por unas cosas

No le interesaba meterse en ese tipo de líos. No quería repetir lo de la noche anterior y atraer problemas innecesarios

Le señaló con la mano un desvío entre los arbustos, indicándole a Efraín que tomaran esa ruta, pero él se quedó quieto, sin 

moverse

-¿Qué tienes

Efraín apretó apenas los labios, como si tomara una decisión

-Justo quiero ir por ese lado

Anaís alzó una ceja, cada vez más convencida de que él sabía a dónde iba y, además, no pensaba cambiar de opinión

-Bueno, pues le damos la vuelta, vámonos por ahí

Apenas terminó de hablar, una bala impactó justo frente a sus pies

Los dos bandos que se estaban enfrentando, al notar la presencia de un tercero, de inmediato dejaron su pelea y se aliaron. Anaís tomó a Efraín del brazo y se lanzaron a correr. Esquivando disparos a toda velocidad, le gritó

-¡Tú dime por dónde! Yo te sigo a donde quieras

Sus cuerpos se movían antes que su mente; era como si sus reflejos ya estuvieran entrenados para sobrevivir en ese tipo de situaciones

Corrieron por lo menos tres kilómetros entre la maleza. Fue entonces que Anaís divisó un árbol peculiar

El tronco estaba marcado por varias balas incrustadas, ya tan viejas que apenas se distinguían como pequeñas cicatrices de metal fundidas en la madera

Se quedó mirando el árbol un buen rato, intrigada por lo natural que le resultaba identificar esas marcas como balas. ¿Por qué lo supo de inmediato

Y no solo eso, sino que se notaba que llevaban años ahí, la corteza y el plomo ya casi eran uno solo

Alzó la mano y, apenas tocó el tronco, una punzada de dolor le atravesó la cabeza. De repente, los recuerdos de antes regresaron en ráfagas

Era en una selva como esa, llena de peligros. Ella luchaba por sobrevivir, envenenada y con la vista borrosa

Pero, ¿quién fue la persona que la rescató después

Los recuerdos pasaban tan rápido que apenas podía aferrarse a ellos. Sintió un escalofrío en los dedos y apartó la mano del 

árbol

Efraín, que estaba a su lado, abrió la boca para preguntarle algo, pero ella lo interrumpió

-Creo que ya estoy recordando

El esbozó una sonrisa discreta

Ajá 

Pero Anaís se quedó callada. El rostro borroso que vela en su mente no era el de Efraín. ¿Por qué había llegado ella a ese lugar en aquel entonces

Por más que sospechara que en el pasado hizo muchas cosas, no era 

de 

las que seguía a un hombre solo por capricho 

Eso estaba claro ¿Entonces qué hacía allí y quién era esa sombra difusa en sus recuerdos

Inspiró profundo

ཡཾ

He estado aquí antes. En ese entonces, alguien me salvó. Luego pasaron cosas que… 

Se llevó la mano a la cabeza, un nuevo dolor la obligó a cerrar los ojos

El aire húmedo y pegajoso de la selva la hacía sentir incómoda

Efraín, atento, tomó una hoja grande y empezó a abanicarla

-No te esfuerces, site duele mejor no pienses en eso

Anaís, agotada, se dejó caer contra el tronco y cerró los ojos. El sudor le corría por la frente

-Déjame recuperarme tantitoÚltimamente siempre me pasa esto, ni dormir tranquila puedo

Los recuerdos desordenados iban y venían en su mente. Por un instante, creyó ver de nuevo esa zona en ruinas, buscaba algo entre los escombros, desesperada, mientras alguien detrás trataba de calmarla. Ella no hacía caso y seguía adelante, empecinada en encontrar lo que fuera que buscaba

-¿Anaís

-¡Anaís

Abrió los ojos de golpe. Estaba recostada en los brazos de Efraín

La luz anaranjada del atardecer se colaba entre las ramas, tiñendo la escena de un dorado suave. Anaís volvió a cerrar los ojos, respiró hondo y murmuró

-Sí, de verdad he estado aquí antes

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