Efrain le dio unas palmaditas suaves en la cabeza y pregunto:
¿Cómo te sientes ahora?
Ella nego con la cabeza.
-Estoy bien, no te preocupes.
Apenas pensaban tomar un respiro cuando escucharon que los perseguidores se acercaban de nuevo.
Anais frunció el ceño, dudando si debían seguir corriendo. Efrain, en cambio, ya estaba cargando su pistola.
-Ellos mismos se están buscando su tumba.
Lo dijo como si no tuviera importancia.
Anais no pudo evitar reírse, dibujando una sonrisa traviesa.
-Si, ya era hora. Mira que corrimos hasta acá y todavía siguen tras nosotros, y encima vienen con todo. En serio, se están buscando la muerte. Son, ¿qué? ¿Unos diez, quince? Yo me encargo de los de la izquierda, tú de los de la derecha. Después *nos vemos en aquel árbol grandote de enfrente.
-Va.
Apenas terminó de decirlo, Efraín salió disparado hacia su lado.
Anaís, sin querer quedarse atrás, corrió en dirección contraria.
El eco de los disparos retumbó una y otra vez en la espesura. Anaís abatió al último hombre y se detuvo al notar el tatuaje en el cuello del sujeto: un cráneo, de esos que había visto antes, aunque no recordaba dónde.
Se agachó, apartó la camisa del hombre y observó con atención. Sacó su celular y tomó una foto.
El tatuaje de calavera era común en otros países, pero este tenía los ojos de un verde claro muy específico.
Anaís se quedó mirando un rato, pero decidió no quebrarse más la cabeza. Salió corriendo directo hacia el árbol donde había quedado en reunirse con Efraín.
Él ya la esperaba, limpiando su arma, y era obvio que los que le habían tocado ya estaban fuera de combate.
Anaís se acercó y le enseñó la foto que acababa de tomar.
-¿Has visto a alguien con este tatuaje? Vi que varios de ellos lo tenían. Me resulta conocido, pero no logro ubicarlo.
Efraín apenas le echó un vistazo y apartó la mirada.
-No, nunca lo he visto.
Anaís lo miró con fastidio. Sabía perfectamente que estaba mintiendo.
Era fácil pescarlo cuando decía mentiras.
Suspiró hondo y decidió no insistir. Ya resolvería ese misterio una vez salieran del bosque.
Después de todo, lo importante era disfrutar este viaje con él.
Avanzaron otro tramo. Por el camino, Anais notaba las marcas de balas en los árboles, cicatrices de un pasado que conocía demasiado bien.
De pronto, vio una flor silvestre y la tomo. Corrió para alcanzar a Efraín, aferrándose a sú manga.
-¿Por qué la prisa? Ya va a oscurecer/¿Dónde vamos a pasar la noche?
-A quinientos metros hay una cueva.
Anaís asintió, preguntándose cómo era que él conocía tan bien el terreno.
Siguieron su marcha. Al llegar a la cueva, notaron un resplandor en su interior.
Alguien ya estaba dentro.
Estaban en el corazón del bosque, zona peligrosa a la que solo los más preparados solían llegar.
Capítulo 83
Anaís prefirió no entrar de Inmediato. Le pidió a Efrain que esperara y se acercó sigillosamente e inspeacio
Se escondió detrás de una roca y alcanzó a escuchar la voz de un hombre, llena de furia,
¡Ya vérán! Cuando regrese a casa, los voy a hacer pedazos. ¡Suéltenme de una vez! ¿Quieren dinero? Les pago el doble Vayan y maten a su jefe.
Aunque lo tenían atado, el tipo no perdía la arrogancia y hasta levantaba la barbilla desafiando a los otros.
-A ver, amigos, dígánme cuánto les pagaron por mi cabeza. Yo les doy el doble.
Los soldados que lo custodiaban ni caso le hacían, solo les parecía un fastidio.
Anaís estaba lejos, así que no podía ver bien la cara del tipo, pero esa voz… la sentía conocida.
El hombre no paraba de hablar; el jefe de los soldados, harto, le soltó una patada.
-¡Cállate!
El hombre cayó al suelo, escupió un diente y gritó:
-¡Esto no se va a quedar así! Si salgo vivo, se las van a pagar con creces.
Anaís no pudo evitar poner los ojos en blanco. ¿De dónde había salido este presumido? En una situación así, ¿no debería hacerse el humilde?
-¡No saben con quién se metieron! Mi hermano es de temer. Cuando Hegue, ninguno de ustedes la va a contar. Seguro han oído hablar de él: ¡Santiago! Mi hermano es una leyenda. Les va a pasar por encima.
Anaís ya estaba por marcharse, pero al escuchar el nombre de Santiago, se detuvo de golpe. ¿Había escuchado bien?